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Josep Roca: “Hacer hoy plazas duras como la Puerta del Sol es hacer un urbanismo negacionista”

Este experto advierte de que los días con “olas de calor se han multiplicado por diez” en solo cinco décadas en España

El catedrático Josep Roca, este martes en Barcelona.
El catedrático Josep Roca, este martes en Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI
Manuel Planelles

Josep Roca (Palma, 71 años) es catedrático emérito de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Barcelona. Junto a su compañera Blanca Arellano, de la misma institución académica, ha elaborado un estudio sobre las olas de calor en España, partiendo de los datos de 21 estaciones meteorológicas clave del país desde 1970. Y estos expertos concluyen que este tipo de fenómenos han aumentado de manera inequívoca en los últimos 50 años. Su investigación la han presentado este martes en el congreso anual de Copernicus, el programa de observación de la Tierra de la Comisión Europea. Roca atiende a EL PAÍS por teléfono desde Barcelona, donde reside.

Pregunta. ¿Es normal un calor como el que vivirá gran parte de la península Ibérica esta semana?

Respuesta. Por supuesto que no es normal. Las temperaturas en esta época del año varían entre los 20 y los 30 grados, dependiendo de la localización geográfica. Por ejemplo, en el valle del Guadalquivir, en Sevilla, la temperatura máxima a partir de la que se puede considerar una ola de calor es 30,1 grados. Y es casi seguro que se va a llegar a temperaturas cercanas a los 38º o 40º.

P. ¿Se podrá considerar como ola de calor este episodio?

R. Bueno, dependerá de si estas temperaturas muy elevadas se prolongan tres o más días. Por ejemplo, volviendo al caso de Sevilla, esta ciudad ya tuvo una ola de calor la semana pasada, porque se superaron los valores de referencia durante tres o más días. Luego esta no sería la primera ola de calor, pero lo que sí será es una ola de calor más extendida y seguramente tendrá valores mucho más altos.

P. ¿Qué es una ola de calor?

R. No hay una definición estándar a nivel mundial. Nosotros utilizamos dos criterios. Por un lado, el criterio de la Agencia Española de Meteorología (Aemet), que considera que es una ola de calor cuando se supera el percentil 95, es decir, que se está por encima del 95% de días de las temperaturas máximas de los meses de julio y agosto durante tres días o más. Por tanto, los parámetros de referencia que utiliza Aemet, y nosotros, son julio y agosto en primera instancia. Pero nosotros utilizamos además una segunda aproximación que consiste en considerar que pueden existir olas de calor durante todo el año en relación a las temperaturas máximas, también usando el percentil 95, pero de todos los días del año. Por ejemplo, si el 3 de enero el percentil 95 en un lugar determinado de España son 10 grados, si se superan los 10 grados durante tres días o más estaríamos ya en la situación de ola de calor. Pero, en definitiva, sea cual sea la definición que se use, probablemente esta semana estaremos en una situación de ola de calor en España.

P. ¿Qué ha ocurrido con las olas de calor en España?

R. Nuestro estudio abarca desde 1971 hasta 2022 y sabemos que las olas de calor se han ido incrementando. Diferenciamos las olas de calor de día de las nocturnas. Las localizaciones que están cerca del mar sufren más una temperatura nocturna alta que las ciudades que están en el interior de la Península. En el interior, por ejemplo en Madrid, tienen temperaturas diurnas muy elevadas, pero de noche deberían refrescarse de forma significativa. En la costa mediterránea no sucede eso. Y si la temperatura nocturna supera determinados umbrales, los efectos sobre la salud, especialmente sobre la mortalidad, son significativos.

Josep Roca, en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, este martes.
Josep Roca, en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, este martes. MASSIMILIANO MINOCRI

P. ¿Cuánto han aumentado las olas de calor en España?

R. En la década 1971-1980 había de media anual en las 21 estaciones meteorológicas que hemos estudiado tres olas de calor. Pero ese número ha ido subiendo cada década hasta las actuales 21,9. Hoy tenemos 22 olas de calor diurnas al año. En las noches la situación es más acusada, porque hemos pasado de 2,7 en la década 1971-1980 a 30 olas de calor en la última década (2013-2022).

P. ¿Y si se toma como referencia el número de días?

R. Es muy superior. Si consideramos el número de días, las olas de calor diurnas han pasado de 10,6 días en la década 1971-1980 a 105 ahora. Se han multiplicado por 10. Y de noche la situación aún es peor porque se ha pasado de 9 a 140, es decir, se ha multiplicado por 15.

P. ¿Y con estos datos tan contundentes, qué piensa cuando oye a algún político o personalidad pública decir que siempre ha hecho este calor, que estas son las temperaturas de siempre?

R. Lo que se llama ciencia escéptica, que a menudo se reviste con parafernalia pseudocientífica, es algo que hemos conocido con el tabaco, por ejemplo. En este caso, una parte de nuestros políticos está adoptando este mismo lenguaje. Donald Trump, por ejemplo, dijo que el calentamiento global era un invento de los chinos para quitarle mercado a Estados Unidos. Este discurso lo adoptan a menudo algunos políticos en nuestro país y niegan la evidencia, lo que nos lleva al desastre. A menudo se considera que el calentamiento global y el cambio climático es algo que, si existe, va para muy largo plazo, que no nos afecta a nosotros. Pero el efecto del cambio climático no es algo que se verá en 2100, si no algo que ya sufrimos con estas olas de calor y el incremento de la mortalidad y de los problemas de salud derivados del calentamiento.

P. ¿Y qué se puede hacer para adaptarse a este calentamiento, por ejemplo, en las ciudades?

R. Las políticas de adaptación son muy importantes, porque si no las hacemos cada vez seremos más vulnerables a los efectos del cambio climático. Por un lado, se puede hacer mucho en la edificación, en nuestras viviendas. En este último caso habría que ir a la rehabilitación energética de los edificios. Hay que implementar ayudas, como se está haciendo con los fondos Next Generation. Por otro lado, existen otras políticas igualmente o más importantes que suponen adaptar nuestro espacio público: las calles, las plazas, los parques... Muchas veces, a lo que se llama parque no lo es, porque están pavimentados, están impermeabilizados y emiten una cantidad enorme de calor. ¿Cómo se puede adaptar el espacio público? La medida más importante, quizás, es el verde, el verde urbano. El verde está demostrado científicamente que tiene un efecto reductor de las temperaturas, crea auténticas islas de frío dentro de lo que se llama la isla de calor urbana. La OMS dice que todas las personas deberían residir a menos de 300 metros de un parque de como mínimo media hectárea de superficie. Nosotros hemos hecho un estudio para Barcelona y el 80% de la población reside a más de 300 metros. Hay otras cosas importantes, como el albedo, es decir, la capacidad que tiene el suelo para reflejar la radiación solar. El albedo alto significa que refleja mucha radiación y, por tanto, el calor no se acumula. El asfalto, por ejemplo, es lo contrario: tiene un albedo muy bajo y acumula muchísimo calor e incluso de noche sigue radiando temperatura. También es importante la permeabilidad, porque puede servir para refrescar el ambiente.

P. ¿Conoce usted la reforma de la Puerta del Sol en Madrid? Porque parece que se ha ido en dirección contraria a lo que señala.

R. Es verdad que la Puerta del Sol no es sencillo adaptarla, pero se va en sentido opuesto al hacer plazas duras en vez de plazas permeables. Aquí en Barcelona se puso muy de moda en la década de los ochenta el promover plazas duras. En aquel momento se consideraba que era un elemento de calidad urbana la proliferación de plazas duras que tuvieran pavimentos impermeables. Sin embargo, pasados 40 años, hoy se puede decir que esa es una política errónea. No podemos permitirnos plazas duras, tienen que ser permeables, tener un albedo alto y, sobre todo, tener verde.

P. ¿Se podría hablar de un urbanismo negacionista del cambio climático?

R. Puede que ese tipo de plazas pudiera ser aceptable hace 40 años, porque el cambio climático era incipiente y muy pocas personas hablaban de ello. Pero hoy ese planteamiento es insostenible. Y, por tanto, hacer hoy plazas duras es hacer un urbanismo negacionista.

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Sobre la firma

Manuel Planelles
Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía. Ha cubierto las negociaciones climáticas más importantes de los últimos años. Antes trabajó en la redacción de Andalucía de EL PAÍS y ejerció como corresponsal en Córdoba. Ha colaborado en otros medios como la Cadena Ser y 20 minutos.

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