El calor extremo se apodera de Europa, el continente que más se está calentando
El verano pasado fue el más cálido jamás registrado, además de extremadamente seco. Las previsiones para esta primavera y verano del servicio Copernicus para el área del Mediterráneo no son buenas: seguirá el déficit de lluvias
Un calor extremo sin precedentes y una sequía extensa y generalizada marcaron el clima europeo en 2022. Son dos de las señales con las que se manifiesta una crisis climática que golpea con especial fuerza a este continente, que en 2022 padeció el segundo año más cálido jamás registrado. Si se pone el foco solo en el verano, la situación es todavía más extrema: fue el estío más caluroso desde que hay registros fiables (que arrancan en el siglo XX). Paralelamente, la concentración en la atmósfera de los principales causantes de este cambio climático —los gases de efecto invernadero― alcanzó también su máximo desde que almacenan estos datos.
“Las temperaturas en Europa están aumentando al doble de la media mundial, más rápido que en cualquier otro continente”, se advierte en el Informe sobre el Estado del Clima en Europa 2022, que elabora el Servicio de Cambio Climático de Copernicus, dependiente de la Comisión Europea. Una de las razones de este fenómeno es que una parte importante del continente se ubica en el subártico y el ártico, que son las regiones que más rápido se están calentando de todo el planeta. Además, el continente tiene un alto porcentaje de tierra, que se calienta más que la superficie del agua. A ello se unen cambios en la retroalimentación del clima, como las corrientes en chorro.
Tomando como referencia la media de las temperaturas de los últimos cinco años, en el conjunto del planeta el calentamiento está rondando los 1,2 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales (1850-1990); en el caso de Europa, ese aumento de la temperatura alcanza ya los 2,2 grados respecto a esa era preindustrial, el momento en el que el ser humano empezó a quemar a gran escala los combustibles fósiles que expulsan los gases de efecto invernadero.
Pero el cambio climático no solo implica un incremento de las temperaturas medias; también un aumento de los fenómenos extremos, como la sucesión de olas de calor como las que en 2022 se vivieron desde muy temprano, por ejemplo, en España. O la intensa sequía que afectó en su punto álgido el año pasado a un tercio de Europa, según el informe de Copernicus. Además, el caudal de los ríos europeos fue el segundo más bajo registrado jamás, lo que supone el sexto año consecutivo con caudales inferiores a la media. “2022 fue el año más seco desde que hay registros y un 63% de los ríos europeos tuvieron caudales inferiores a la media”, explica esta agencia europea.
España fue uno de los puntos negros también respecto a la sequía. La previsión es que siga sufriendo ese estrés hídrico, según explica Samantha Burgess, directora adjunta del Servicio de Cambio Climático de Copernicus. Esta especialista considera “probable” que haya problemas de disponibilidad de agua en verano si no cambia la situación, algo a lo que no apuntan los modelos científicos. Las proyecciones van en la dirección contraria: se espera que en el sur de Europa sigan las condiciones secas en primavera y verano, añade Burgess. Esto tendrá implicaciones en la reducción de la producción agrícola, entre otros asuntos, vaticina esta responsable de Copernicus.
“Nuestro clima está cambiando”, resume Carlo Buontempo, director del Servicio de Cambio Climático de Copernicus. La solución para evitar que esta crisis alcance los niveles más catastróficos ya está marcada por los científicos. Por un lado, destaca Buontempo, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Por otro, emprender acciones de adaptación para adelantarse a los efectos negativos que traerá el incremento de las temperaturas y de los fenómenos meteorológicos extremos. Porque esta “crisis climática” conlleva “serias consecuencias” para los ecosistemas, las sociedades y la economía, advierte este especialista.
Estrés térmico
Los especialistas resaltan que el verano pasado no solo fue el más caluroso jamás registrado en Europa —con temperaturas 1,4 grados por encima de la media— sino que el anterior (el de 2021) ya había sido el más cálido. Es decir, los récords se están agolpando en la última década y no son algo anecdótico, sino que reflejan la tendencia de calentamiento que está sufriendo Europa como el resto del globo.
El sur del continente fue especialmente golpeado. “Experimentó un número récord de días con estrés térmico muy fuerte. En general, en toda Europa se observa una tendencia al alza en el número de días de verano con estrés térmico fuerte o muy fuerte, y en el sur de Europa ocurre lo mismo con el estrés térmico extremo”, recoge el informe de Copernicus.
El estudio también incluye un apartado sobre el impacto de las condiciones meteorológicas en la producción de energías renovables, que se perfilan como las principales sustitutas de los combustibles fósiles para combatir el cambio climático. Y la más afectada, para bien, fue la solar. En 2022, Europa recibió la mayor cantidad de radiación solar en superficie de los últimos 40 años. Esto supuso que el potencial de generación de energía solar fotovoltaica fuera superior a la media en la mayor parte del continente, una tendencia que se lleva observando en las últimas cuatro décadas.
El futuro inmediato: de La Niña a El Niño
Los científicos esperan que a partir de este verano vuelva el fenómeno de El Niño, lo que supone un aumento de la temperatura en determinadas zonas del océano Pacífico. Esto a su vez desencadena un incremento de las temperaturas globales y el empeoramiento de los fenómenos extremos. En el lado contrario se sitúa La Niña, que implica que suaviza las temperaturas en gran parte del planeta y que ha estado presente en los últimos años.
Los efectos de El Niño tardan meses en desencadenarse a escala global, pero, según incide Buontempo, terminarán elevando las temperaturas mundiales. La duda es si esto ocurrirá en 2023 o 2024. Durante el último periodo dominado por el fenómeno de El Niño (entre 2014 y 2017) se produjo el año más cálido en el planeta desde que comenzaron los registros fiables en el siglo XIX: fue 2016.
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