Más de un tercio de la selva amazónica sin deforestar está degradada por incendios, sequías y la acción humana
Dos revisiones científicas publicadas en ‘Science’ alertan del deterioro acelerado de este bosque tropical clave para la biodiversidad y el clima del planeta
La situación de la selva amazónica es crítica. Aunque por lo general se suele graduar la alarma en torno a este bosque tropical clave para la biodiversidad y el clima del planeta en función de las cifras de deforestación, un equipo internacional de investigadores ha calculado ahora que más de un tercio de la Amazonia que queda sin deforestar está degradada por sequías, incendios u otros efectos relacionados con las actividades humanas. Este es uno de los dos estudios publicados esta semana en la revista Science que actualizan los conocimientos científicos sobre el estado actual de la selva amazónica, ambos con unas conclusiones preocupantes.
Este primer trabajo, realizado por una treintena de científicos de la Universidad de Lancaster, en el Reino Unido, y de diferentes instituciones brasileñas, como la Universidad Estatal de Campinas, el Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia (IPAM) o el Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), no se fija en la parte de la Amazonia que se ha quedado sin árboles, sino en la que se sigue manteniendo como selva.
“La deforestación implica una pérdida del dosel del bosque y un cambio en el uso de la tierra [por ejemplo, a cultivo agrícola], pero la degradación es un proceso que afecta a los bosques remanentes”, precisa Jos Barlow, investigador de la Universidad de Lancaster y uno de los autores de esta revisión científica, que da datos concretos: “Mientras que alrededor del 17% de la Amazonia ha sido ya deforestada, el 38% de la selva que queda puede estar degradada de alguna manera”.
Esta degradación ocurre por el efecto frontera con las áreas ya deforestadas, las talas selectivas, los incendios o las sequías extremas, que los investigadores aseguran que se están intensificando por el cambio climático provocado por la especie humana. Aunque en este caso el bosque no desaparece, su deterioro tiene unos efectos sobre el ciclo del carbono, el funcionamiento de los ecosistemas y los medios de subsistencia de las poblaciones locales de los que ahora empieza a entenderse su especial relevancia. Así, por ejemplo, según las estimaciones de los científicos, estas perturbaciones en la Amazonia sin deforestar generan unas emisiones de carbono de entre 0,05 y 0,20 Pg (petagramos) de carbono al año (un petagramo equivale a una gigatonelada, es decir, a mil millones de toneladas), una cantidad comparable a la que causa la deforestación de forma anual.
Como señala David M. Lapola, investigador del Laboratorio de Ciencias del Sistema Terrestre de la Universidad Estatal de Campinas y autor principal del trabajo, “esto no significa que no se deba poner el foco en la deforestación, especialmente después de que haya vuelto a aumentar en el último año, pero nuestra revisión muestra que hay otros procesos importantes en curso que en su mayoría se han pasado por alto hasta ahora”.
Aunque el trabajo muestra la magnitud de la actual degradación de la selva tropical no deforestada, los investigadores inciden en que la deforestación también contribuye a agravar este fenómeno, ya sea directamente, al exponer los bordes del bosque al microclima más cálido de los campos abiertos, o, indirectamente, provocando que los incendios sean más probables o que resulte más fácil penetrar en la selva para llevar a cabo talas.
Según destaca Barlow, “nuestro estudio considera crítico prevenir la deforestación, pero también muestra que eso por sí solo no será suficiente: necesitamos nuevas intervenciones que aborden la tala ilegal y reduzcan el riesgo de incendios forestales, que son cada vez más probables debido al cambio climático”.
El vertiginoso ritmo de los cambios
El segundo estudio publicado en Science no resulta menos alarmante para la selva amazónica, considerado por los científicos un componente clave de la biodiversidad y el clima de la Tierra. No en vano, este bosque tropical que ocupa el 0,5% de la Tierra da refugio al 10% de todas las plantas y vertebrados conocidos, además de tener un papel significativo en los ciclos globales de agua o carbono.
En este caso, investigadores de otro amplio equipo internacional en la que han participado, en otras instituciones, la Universidad de Louisiana en Lafayette (EE UU), la Universidad de Bergen (Noruega) o la Universidad de São Paulo (Brasil), han comparado el ritmo de los cambios por efecto de la acción humana en la Amazonia y otros grandes espacios de Sudamérica y el mundo. Su conclusión es que los procesos que alteran los ecosistemas de la Amazonia son cientos o miles de veces más rápidos que otros fenómenos climáticos y geológicos naturales. Las principales causas son las modificaciones en el uso de la tierra (por desmontes, incendios forestales y erosión del suelo), las alteraciones en el uso del agua (por la construcción de represas, la fragmentación de los ríos y el aumento de la sedimentación por la deforestación), y el aumento de la aridez por el calentamiento del planeta.
Según los autores de este segundo trabajo, el mensaje clave es que la selva amazónica está siendo degradada por las actividades industriales humanas a un ritmo muy por encima de todo lo conocido anteriormente, poniendo en peligro sus vastas reservas de biodiversidad y servicios ecosistémicos de importancia planetaria. Asimismo, los científicos predicen que, dado el enorme papel de la Amazonia en el ciclo hidrológico planetario, es esperable que la deforestación a gran escala de esta región empuje a todo el sistema terrestre hasta un clima global cualitativamente diferente.
El investigador Barlow, de la Universidad de Lancaster, considera que “los dos estudios muestran que la situación es increíblemente urgente y resaltan la importancia de detener una mayor deforestación y abordar la degradación para hacer que la Amazonia sea lo más resistente posible al cambio climático”.
Para Lapola, de la universidad brasileña de Campinas, “de forma vergonzosa, no encontramos formas exitosas y generalizadas de vivir y utilizar el bosque tropical más grande del mundo”.
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