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20 años del Nobel de las matemáticas

El Premio Abel fue ideado por el matemático noruego Sophus Lie a finales del siglo XIX, pero no fue hasta 2003 que se convirtió en una realidad

Karen K. Uhlenbeck recibe el premio Abel en el salón de actos de la Universidad de Oslo, en 2019.
Karen K. Uhlenbeck recibe el premio Abel en el salón de actos de la Universidad de Oslo, en 2019.Eirik F. Baardsen (DNVA)

El 1 de junio de 2003 el matemático francés Jean-Pierre Serre obtuvo el primer Premio Abel, “por desempeñar un papel clave en la configuración de la forma moderna de muchas áreas de las matemáticas, incluida la topología, la geometría algebraica y la teoría de números”. Serre, quien obtuvo también la Medalla Fields en 1954, es considerado uno de los matemáticos más prominentes del s. XX. El Abel se concede cada año a matemáticos sobresalientes, habitualmente en las últimas etapas de sus carreras. Por el momento, 26 investigadores han recibido el galardón, solo uno de ellos mujer —Karen Uhlenbeck, en 2019—.

Tanto la Medalla Fields como el Premio Abel nacieron frente a una carencia: la del Premio Nobel, que dejó las matemáticas fuera de las disciplinas con categoría. Mucho se ha especulado sobre los motivos de esta omisión. Un rumor muy extendido, e infundado, habla de un resquemor de Alfred Nobel contra “los matemáticos” debido a un despecho amoroso —o infidelidad, dependiendo de la historia— que involucraba a un matemático —Gosta Mittag-Leffler, en la mayoría de los relatos—.

Lo cierto es que no hay ninguna evidencia de las razones de Nobel para excluir las matemáticas, pero, en cualquier caso, los matemáticos no tardaron en suplir el hueco. En 1932, el matemático canadiense John C. Fields creó la medalla que lleva su nombre. Aunque este reconocimiento, a diferencia del Nobel y el Abel, busca potenciar la carrera de investigadores en las primeras etapas de sus carreras: se concede no solo por “logros matemáticos sobresalientes” sino también por “la promesa de logros futuros”. Aunque, paradójicamente, algunas personas dicen que ocurre justo lo contrario.

El Abel tardó mucho más en ponerse en marcha. Desde la primera propuesta del premio del célebre matemático noruego Sophus Lie, diversas cuestiones políticas retrasaron la creación efectiva del galardón 100 años. Antes de su muerte, en 1899, Lie, tras conocer en 1887 los planes de Nobel de suscitar un premio anual, obtuvo apoyos internacionales para crear un fondo que sostuviera el futuro Premio Abel de matemáticas. Sin embargo, muchos de estos compromisos se basaban en relaciones personales de Lie y desaparecieron con su muerte. Años después, Oscar II, rey de Suecia y Noruega, retomó la idea, pero se volvió a desvanecer con la separación de estos dos países.

En 1932, el matemático John C. Fields creó la medalla con su nombre. A diferencia del Nobel y el Abel, para potenciar la carrera de investigadores en sus primeras etapas, aunque, paradójicamente, algunos dicen que ocurre justo lo contrario
Premio Abel.
Premio Abel.Calle Huth/Studio/Abel Prize

Hasta el año 2000, proclamado el Año Internacional de las Matemáticas —y que en Noruega se ilustró con un logo de Niels Abel, el matemático que da nombre al premio y que realizó contribuciones de crucial importancia en numerosas áreas de las matemáticas antes de morir con 26 años—, no volvió a hablarse del premio. Entonces, el biógrafo de Abel, Arild Stubhaug, junto con académicos, empresarios y políticos noruegos pusieron en marcha el proyecto, una vez más.

En 2002, coincidiendo con el bicentenario del nacimiento de Abel, el premio comenzó su andadura y se concedió por primera vez en 2003. Actualmente, el Premio Abel está financiado por el Gobierno de Noruega y su dotación es de 7,5 millones de coronas noruegas (676.500 euros). Cualquier persona puede nominar al premio a quien quiera —excepto a sí misma—. La elección del candidato premiado se basa en la recomendación del Comité del Premio Abel, compuesto por cinco matemáticos de renombre internacional que varían cada año —aunque el presidente es siempre noruego—. Desde 2003, dos españolas han participado en este comité: María J. Esteban (Université Paris-Dauphine, Francia) y Marta Sanz Sole (Universidad de Barcelona).

Este año obtuvo el premio Luis Caffarelli, que se convirtió en el primer latinoamericano en recibir el premio, aunque forma parte de una institución de Estados Unidos, como es el caso de 17 de los premiados. Cuatro de ellos están afiliados a centros en Francia, dos de Reino Unido, otros dos de Hungría y uno en Suecia, otro en Rusia y otro en Israel. Ninguna persona perteneciente a instituciones de Asia —que cuenta con países fuertes, matemáticamente, como Japón, China o India—, ni de África u Oceanía ha sido premiada hasta el momento.

Ágata A. Timón García-Longoria es coordinadora de la Unidad de Cultura Matemática del ICMAT

Café y Teoremas es una sección dedicada a las matemáticas y al entorno en el que se crean, coordinado por el Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), en la que los investigadores y miembros del centro describen los últimos avances de esta disciplina, comparten puntos de encuentro entre las matemáticas y otras expresiones sociales y culturales y recuerdan a quienes marcaron su desarrollo y supieron transformar café en teoremas. El nombre evoca la definición del matemático húngaro Alfred Rényi: “Un matemático es una máquina que transforma café en teoremas”.

Edición y coordinación: Ágata A. Timón G Longoria (ICMAT).

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