María Blasco, una ‘margarita’ con espinas
La directora del CNIO hizo importantes contribuciones a la ciencia del envejecimiento y el cáncer, y aupó a su centro a lo más alto. Ahora cae rodeada de acusaciones de maltrato y mala gestión
María Blasco encarna este miércoles lo rápido que se puede caer en desgracia. Esta bióloga nacida en Alicante hace 59 años tardó más de 40 en labrarse una carrera como científica brillante, y poco más de un mes en emborronarla por su resistencia a abandonar el poder que ostentaba.
Blasco es una margarita. Así se apodan los más de 50 discípulos que dieron sus primeros pasos como investigadores bajo el ala de la bioquímica Margarita Salas, pionera en su campo e incansable mentora, en la Universidad Autónoma de Madrid. Blasco se especializó en los telómeros, la funda protectora de los cromosomas que se va acortando con la edad, y en una de sus proteínas claves, la telomerasa. Para profundizar en su conocimiento se fue al Cold Spring Harbor de Nueva York como investigadora postdoctoral en el laboratorio de Carol Greider, quien después ganaría el Nobel de Medicina por descubrir los telómeros y la telomerasa.
Blasco regresó a España en 1997 y se unió al Centro Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde inició su propio grupo de investigación. En 2003, pasó a formar parte del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), creado en 1998 durante el primer Gobierno del popular José María Aznar, y dirigido por entonces por Mariano Barbacid, donde Blasco fundó y lideró el grupo de Telómeros y Telomerasa.
Las investigaciones de Blasco han permitido establecer la relación entre el acortamiento de los telómeros y el envejecimiento celular. Su grupo creó ratones transgénicos que tenían el gen de la telomerasa inhabilitado. Los animales envejecían más rápido y sufrían tumores frecuentes. Posteriormente, el equipo de Blasco desarrolló métodos para alargar los telómeros en ratones con terapia génica o el cultivo de embriones con células reprogramadas. La vida de esos animales era hasta un 25% más larga. Manipular este componente cromosómico también curaba a los roedores de la fibrosis pulmonar. La gran incógnita es si lo mismo puede replicarse en humanos, algo para lo que Blasco ha fundado o asesorado a varias empresas, incluidas algunas que miden la longitud de los telómeros, aunque poco puedan hacer los pacientes para alargarlos.
Blasco fue elegida directora del CNIO en 2011 por el Gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero tras un tortuoso proceso de selección para sustituir a Barbacid, cuya gestión dejó al centro maltrecho desde el punto de vista financiero. Bajo la dirección de Blasco y la tutela del Gobierno de Mariano Rajoy, las cuentas del CNIO se sanearon y el centro se consolidó como uno de los mejores de su clase en Europa.
Desde su ascenso al frente del CNIO, Blasco emprendió un camino que la sacó del laboratorio y la expuso a los focos hasta convertirla en una de las científicas más reconocidas de España. Ha sido frecuente verla en actos y premios relacionados con la promoción de la mujer en la ciencia, la búsqueda de nuevas vocaciones entre las jóvenes y el feminismo. La científica también creó en 2014 el programa Amigos del CNIO para recibir donaciones filantrópicas privadas, que ha ido recaudando una cantidad creciente de fondos hasta alcanzar los 600.000 euros anuales, una cantidad considerable que, sin embargo, representa una pequeña parte del presupuesto total del CNIO, de unos 40 millones de euros, y que incluye una subvención estatal de unos 22 millones.
Con la intención de aumentar las donaciones, Blasco inventó el programa CNIO Arte en 2018, una iniciativa de producción y adquisición de obras de arte con inspiración en temas científicos. Según un informe de transparencia, este proyecto ha costado desde entonces unos 800.000 euros, mientras la recaudación no ha superado los 15.000. Estas cifras fueron vistas con escándalo a finales de 2024 por parte de algunos científicos y personal del CNIO, pues se destapó al mismo tiempo que el centro arrastraba importantes carencias desde hace años —solo uno de sus cuatro microscopios confocales funciona desde 2022, el sistema de limpieza del animalario con 30.000 ratones está inservible—, y existen unas relevantes diferencias salariales que han provocado decenas de denuncias por parte de los trabajadores más desfavorecidos. Además, en los últimos años, el éxodo de científicos de primer nivel ha ido mermando la potencia inicial del CNIO, que ha perdido grandes figuras como Erwin Wagner, Alfonso Valencia o Manuel Serrano, que fue pareja de Blasco y es el padre de su hijo. Aunque el CNIO ha seguido fichando prometedores científicos jóvenes, hay cargos de gran relevancia que no se cubren desde 2020 por falta de candidatos de nivel.
Tras reconocer esta situación, el patronato del organismo encargó informes de la situación a Blasco y al gerente. El ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, dirigido por Diana Morant, encargó un tercer documento a 23 jefes científicos del organismo que se habían unido para exigir el cese de Blasco al frente del CNIO por desacuerdo con su gestión. Esos informes han destapado denuncias de acoso, maltrato y abuso de poder contra Blasco, así como un alarmante declive de la producción científica del CNIO y su posición como centro de referencia nacional e internacional. Aunque casi ninguna de esas denuncias prosperó, este diario ha recopilado los testimonios de algunas de las víctimas. Al menos cinco de ellas son mujeres.
Estas personas hablan de maltrato, insultos, presiones y un trato despectivo característico de una persona sin empatía. Blasco tiene “dos caras”, explican, una de puertas afuera y otra dentro, que es “terrible”. Una persona que trabajó muy cerca de ella dice que la sensación que infundía era de “pánico”. “Esta mujer es implacable”, dijo al conocerla un importante donante privado. Aunque las denuncias se remontan a 2016 y más allá, y llegan hasta la actualidad, nada había trascendido hasta ahora, pese a que dentro del organismo era un secreto a voces.
Blasco niega haber acosado a nadie en su vida, y se ha declarado víctima de acoso ella misma por ser mujer. Su estrategia de defensa ha sido negarlo todo y echar las culpas al gerente del centro, Juan Arroyo, con el que ha mantenido un enfrentamiento constante desde que la nombraron directora. De todas las sociedades científicas y médicas del país, la única que la ha defendido ha sido la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas, de la que Blasco es socia. A preguntas de este periódico, un portavoz de la organización no aclaró si respaldaban que Blasco se quede al frente del CNIO. En su huida hacia adelante, Blasco ha llegado a comparar la supuesta campaña de difamación de la que se siente víctima con los judíos del Holocausto; y lo ha hecho precisamente el día que se cumplían 80 años de la liberación de Auschwitz por el Ejército Rojo.
Tanto los científicos del CNIO como sus patronos temen el daño reputacional que esta crisis ha supuesto para el centro y su capacidad de retornar a la primera línea mundial. En el Gobierno, molesta que la científica haya confundido la institución con su propia persona, y que haya usado recursos públicos, como los servicios de comunicación y el salón de actos del CNIO, para convocar ruedas de prensa para defenderse de acusaciones personales. El final de la era Blasco se selló este miércoles, en una reunión del patronato a puerta cerrada y a la que no estaba invitada. Solo queda por ver si su intención es continuar bajo los focos o volver a la seguridad del laboratorio.
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