Rhiannon Adam, la fotógrafa que viajará a la Luna: “Llevaré mi Polaroid de toda la vida”
La irlandesa forma parte de ‘DearMoon’, la primera misión que llevará a artistas a la órbita lunar a bordo del Starship de Elon Musk
Cuando se inventó la cámara Polaroid, hace 70 años, fue como enviar a alguien al espacio. “Muy descabellado, un tipo de magia”. Así describe Rhiannon Adam (Cork, Irlanda, 38 años) el aparato que revolucionó la forma en la que los fotógrafos ejecutaban su trabajo. Incluso el de ella. Adam ha usado equipos analógicos para retratar la belleza y detalles desde las comunidades más remotas y varios rincones del planeta. Ahora llevará “su polaroid de toda la vida” a un sitio donde muy pocos humanos han podido llegar. La irlandesa, que vive en Londres, forma parte de la tripulación principal de DearMoon (Querida Luna, en español), el primer viaje civil que la llevará a ella y a otros siete artistas a la órbita lunar.
En 2018, el multimillonario japonés Yusaku Maezawa compró todos los asientos a bordo de una de las misiones de Starship, el mayor cohete de la historia, con el que Elon Musk pretende llevar a civiles al espacio. MZ, como es conocido, se describe como un apasionado del arte y la cultura, por lo que hizo un llamamiento público en busca de una tripulación de artistas y creativos dispuesta a acompañarlo en este viaje espacial hasta la Luna, que se prevé que dure alrededor de una semana.
La misión es, en sí, una vanguardia. Será la primera ocasión en la que crucen la estratosfera artistas, y también la primera vez que se realice por entero una fotografía analógica desde esa altura, desde el disparo al revelado. Dependiendo de la fecha de lanzamiento, aún no decidida, la fotógrafa artística podría convertirse en la primera irlandesa en viajar al espacio, y muy probablemente en la primera persona abiertamente LGBTQI en hacerlo. “En muchos países alrededor del mundo, si eres una persona queer o una mujer, tus derechos están siendo violados diariamente. Esto es como una oportunidad para mostrar que en realidad las personas son personas, no importa de dónde vienen o su trayectoria”, expresa a EL PAÍS por videollamada desde un festival de fotografía en Francia.
Alrededor de un millón de individuos procedentes de 129 países presentaron sus solicitudes para participar en el viaje. Cuando Adam escuchó hablar del proyecto a través de una buena amiga, pensó que era broma. No obstante, después de completar formularios, someterse a numerosas entrevistas individuales y grupales, y todo un proceso para realizar exámenes médicos, además de un viaje para conocer al empresario japonés en Houston (Estados Unidos), finalmente llegó la llamada trascendental.
―¿Vienes al espacio? ―le preguntó el propio MZ en una videollamada, en noviembre de 2021.
―Por supuesto ―respondió ella con entusiasmo.
Y tuvo que mantener el secreto. Adam comenta ahora, en tono humorístico: “Cuando concluyes un proyecto importante, lo siguiente que todos quieren saber es: ‘¿En qué estás trabajando ahora?’. Y tienes que responder algo como: ‘Oh, no mucho, solo voy al espacio, pero nada importante”. Durante ese año, guardó silencio con todos, excepto con su madre. “Yo esperaba que algunos de mis amigos tuvieran una reacción más espectacular, pero algunos de ellos decían ‘si alguien va al espacio, por supuesto que serás tú. Siempre haces cosas raras y vas a lugares muy lejanos’. No sé si lo tomo como un cumplido o qué puedo hacer para sorprenderlos”, dice.
De lo personal a lo profesional, la fotógrafa es conocida por llevar un estilo de vida poco convencional. Su niñez transcurrió en un barco con sus padres. “No teníamos una casa. No se trataba de vacaciones de verano. No teníamos nada más. Este barco era nuestro hogar, un crucero de larga duración”, relata sobre los ocho años en que viajó al rededor del globo. Fueron experiencias que le brindaron una perspectiva única y habilidades que sospecha que contribuyeron a ganarse un sitio en esta misión. “Pasé mucho tiempo en pequeñas cápsulas de metal. Supongo que hubo algún tipo de sinergia”, bromea.
Aunque todavía no se ha fijado una fecha precisa para el viaje, existe la certeza de que deberá haber tres o cuatro lanzamientos exitosos ―el primer Starship ha estallado en el aire poco después del despegue― antes de que la tripulación pueda iniciar los preparativos físicos. Esto incluirá la adopción de una nueva dieta, adaptarse a las vestimentas y familiarizarse con el entorno. Entre todos estos preparativos, Adam considera que el mayor desafío radica en el aspecto psicológico. “Es aún más relevante que el entrenamiento espacial convencional, ya que gran parte de ese proceso ha sido documentado de alguna forma. SpaceX ha producido un documental disponible en Netflix. El entrenamiento que se describe en él será bastante similar al que experimentaremos”, afirma.
Cuando suba al cohete, su principal responsabilidad se centrará en capturar y revelar la primera fotografía analógica desde el espacio. Y todas las miradas estarán puestas en su técnica. Tal y como explica, el peor escenario sería grabarlo todo, regresar a la Tierra y descubrir que la película quedó en blanco. Por lo tanto, será crucial llevar a cabo todo el proceso desde la nave. “Uno de los desafíos más importantes consiste en desarrollar un proceso de revelado en un entorno sin gravedad. Esto implicará diseñar un sistema que permita inyectar líquido bajo presión y luego succionarlo para eliminarlo”, explica los obstáculos técnicos, aunque mantiene la confianza en que todos son superables. “Por primera vez en mi vida puedo decir que me encuentro rodeada de científicos especialistas en cohetes, personas especialistas en resolver problemas. El procesamiento en ausencia de gravedad será complicado, al igual que secar las cosas. No puede haber nada húmedo, flotando o polvo. Incluso una gota de agua podría ser muy destructiva. Por lo tanto, no puedo realizar muchas de las cosas que normalmente haría, porque podría generar partículas que se esparcirían por todas partes”, detalla.
Incluso acciones aparentemente simples, como presionar el obturador de la cámara, colocar objetos en el bolsillo, fijarlos a la ropa con velcro o clips, o preparar materiales mientras todo está flotando alrededor, adquieren una nueva dimensión y requieren una forma completamente nueva de moverse y trabajar. “No siempre funciona de la misma manera dependiendo de la cámara que tengas, porque no hay resistencia. Todo fue desarrollado en la Tierra, para funcionar en el entorno en el que estamos. El hecho de estar flotando puede afectar a todo y mucha tecnología necesita ser recalibrada”. Pero matiza: “En realidad, es un lujo de desafío para mí”.
A pesar de que no se considere una viajante ligera, tendrá que ser muy minimalista a la hora de decidir qué llevar en su equipaje. Eso sí, todo dedicado al trabajo. “Hay una larga conexión entre la Hasselblad y el espacio, porque las fotos originales de la llegada a la Luna fueron tomadas con ella. Así que probablemente llevaré mi querida Hasselblad que me ha acompañado a todas partes. Pero mi historial realmente es la Polaroid”, zanja.
Uno de los aspectos más curiosos de las fotos polaroid es ver cómo el papel fotográfico expulsado de la cámara tras la toma comienza a ganar forma y color. Se puede ver cómo la imagen se materializa gradualmente y cualquier acción en ella deja rastros. “Si lo sostienes con demasiada fuerza, dejará una marca. Si lo agitas, dejará otra. Si es demasiado frío o muy seco, cambiará la forma en que se ve la polaroid. Hay una especie de belleza en eso, porque es una relación física con el espacio y el tiempo en que se tomó la imagen”, describe. Además, también hay una relación histórica. Los alunizajes en el satélite se pausaron en la época en que la Polaroid salió al mercado, y el inventor de esta cámara también fue asesor en el programa espacial de Estados Unidos en su principio. “Siempre hubo una especie de continuidad y fusión entre estas tecnologías. Quiero poder capturar eso, absorber el entorno físico y luego ser capaz de traerlo de vuelta”, matiza.
Mientras existen exposiciones con objetos básicos, como la botella de agua o los calcetines de los astronautas, jamás ha existido una vitrina con elementos que se produjeron dentro de un cohete. “Nunca ha habido una exposición hecha a partir de obras creadas en el espacio porque los artistas nunca antes habían llegado ahí. Esta es realmente la primera vez que hay una oportunidad de enviar artistas para interpretarlo desde una perspectiva diferente. Y poder traer algo físicamente de vuelta”, cuenta. Además, subraya que SpaceX equipará todo el cohete con cámaras para que el público pueda ver cómo se hace el trabajo en tiempo real.
La irlandesa no pasa por alto el aspecto político y social que implica esta misión en lo personal, así como la esfera colectiva. “Hay ciertos lugares en el mundo que ahora son difíciles de visitar para mí porque si me buscas en Google, es muy fácil ver mi cara, identificarme y saber cuál es mi orientación sexual. No es que lo estuviera ocultando. Pero a menos que alguien me lo preguntara directamente, no diría nada. Sin embargo, ahora no tengo esa opción. Las cosas han cambiado, pero sentí que era algo importante de hacer”, dice. “Algo importante” es, entre otras cosas, usar su “posición de privilegio” para generar visibilidad.
Su objetivo es, sobre todo, impactar en aquellos que crean las reglas, las leyes, así como los que están fuera. “Son las personas que están en la vida cotidiana a las que necesitas convencer. Es genial poder representar a mi colectivo, pero la mejor forma de representación es ser visible en la esfera pública, no evadirlo y demostrar que en realidad no hay nada amenazante en mí ni en los míos, sea cual sea el género o sexualidad”, dice. A pesar de que eso no significa tener que producir arte centrado en la comunidad LGBTQI. Tan solo con formar parte le basta. “No necesito hacer un trabajo sobre gente queer para que sea sobre gente queer. Yo lo soy”.
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