Los cohetes más potentes de la historia aceleran la carrera hacia la Luna
La NASA y SpaceX construyen dos gigantescas lanzaderas espaciales, imprescindibles para poder volver a pisar el satélite en esta década
El año 1968, que empezó con protestas masivas contra la guerra de Vietnam y continuó con revoluciones sociales por la libertad, terminó con carreras, saltos y vuelos también históricos. Sobre las pistas de atletismo de los Juegos de México, muchos campeones olímpicos lograron hazañas que parecían insuperables, de otro mundo. Tuvieron que pasar décadas para que fueran batidos los últimos de aquellos récords mundiales, como los de 100 metros lisos y salto de longitud, logrados en octubre de 1968. Dos meses después, despegó la Apolo 8, la primera nave que llevó a astronautas a sobrevolar la Luna. Fue la primera misión tripulada lanzada por un Saturno V, que se mantuvo como el cohete más potente de la historia hasta que en 2022 arrancó el programa Artemis para la reconquista lunar.
El pasado 16 de noviembre, la NASA batió su propio récord, más de 50 años después. En el despegue de la misión Artemis 1 el vehículo de lanzamiento SLS (siglas en inglés de sistema de lanzamiento espacial) marcó un impulso algo mayor (un 15%) que el del Saturno V. Pero todo apunta a que este récord pronto será pulverizado. El título de cohete más potente de la historia pasará al Starship de SpaceX (que dobla el empuje de despegue del Saturno V) en cuanto realice su primer vuelo con éxito, y eso podría suceder durante este mes de abril, según anunció Elon Musk en Twitter la pasada semana. El presidente de la empresa aeroespacial SpaceX además aspira a que su megacohete sea el primero que se pueda reutilizar una y otra vez: “La clave para llevar la vida más allá de la Tierra es tener un cohete orbital reutilizable por completo y de manera rápida”, afirmó Musk en una entrevista reciente.
Los megacohetes son imprescindibles en la nueva carrera espacial, que tiene como primer reto volver a pisar la Luna en esta década y como meta establecer una colonia en Marte. Nada de eso será posible sin esta nueva generación de vehículos de lanzamiento de carga superpesada, capaces de subir en torno a 100 toneladas de carga a una órbita terrestre baja. Allí se desprenden, tras dejar a las astronaves listas para salir disparadas hacia otros mundos. De los 384.000 kilómetros de distancia media a la que está la Luna, la parte más crítica del viaje es lograr ascender a casi 200 kilómetros de altitud, hasta situar la nave girando alrededor de la Tierra en una órbita baja, que sea estable y segura. Todo en menos de 10 minutos, en los que un fallo resulta fatal.
“En esa etapa inicial se consume la mayor parte de la energía y del combustible de una misión a la Luna, y también gran parte de su astronómico presupuesto de miles de millones de dólares”, explica Rafael Clemente, historiador de la carrera espacial y autor de libros como Los otros vuelos a la Luna (Libros Cúpula, 2021). Y es que, para conseguir escapar de la fuerza de la gravedad con la pesada carga necesaria para ese viaje, se necesita la potencia récord de los gigantescos cohetes SLS y Starship, tan altos como edificios de 30 pisos. “Estos nuevos cohetes tienen un aura colosal que recuerda al encanto y al sentido de epopeya del Saturno V y del programa Apolo. Aunque ese fue un acontecimiento histórico irrepetible, las nuevas generaciones tienen la oportunidad de vivir algunas de aquellas sensaciones”, recuerda Clemente, quien contempló en directo el lanzamiento de la Apolo 15. “Estábamos miles de personas en una tribuna en Cabo Cañaveral, a cinco kilómetros de la plataforma. El despegue fue un espectáculo atronador, que pudimos sentir como si sucediera justo delante de nosotros”.
Para lograr volver a pisar la Luna, la NASA ha confiado en su tecnología más que probada durante décadas. El SLS hereda componentes clave de los transbordadores espaciales y su estructura de múltiples módulos —sobre los que viaja la nave Orion— está basada en el Saturno V de las misiones Apolo. Esa estrategia ya ha dado sus frutos con el éxito de la Artemis 1: “El primer lanzamiento del SLS ha sido simplemente impresionante. Todos y cada uno de los sistemas del cohete tuvieron el rendimiento esperado”, declaró el pasado noviembre Mike Sarafin, gestor de la misión de la NASA. La agencia espacial reveló en enero un análisis más detallado, que confirma esos excelentes datos iniciales, y ya ha dado luz verde para usar el SLS en misiones tripuladas.
Un gigante retro
SpaceX ha optado por otra vía muy diferente. En el Starship, la astronave despega acoplada sobre un cohete de un único módulo, fruto de un diseño simplificado e integrado. El imponente conjunto es el vehículo espacial más alto jamás construido y, pese a su aspecto retro que evoca a la ciencia ficción de los años cincuenta, lleva en su interior tecnologías de última generación, algunas de ellas inéditas en la carrera espacial.
Con experiencia previa en cohetes reutilizables, como los Falcon, la empresa de Elon Musk decidió partir casi desde cero para el diseño de su primer megacohete. Su gran apuesta fue crear un motor completamente nuevo: el Raptor, que quema metano líquido (un combustible nunca usado antes en cohetes orbitales) y que aspira a poder ser reutilizado hasta en mil vuelos. Este motor innova también con una combustión escalonada de alta eficiencia, que permite reducir su tamaño y multiplicar así sus aplicaciones. El propulsor Super Heavy del Starship, por ejemplo, lleva en su base un enjambre de 33 motores Raptor. Y en enero, SpaceX completó con éxito el encendido estático de 31 de los 33 motores, en el último escollo técnico que necesitaba superar antes de probar el primer lanzamiento del Starship.
Super Heavy Booster 7 completed a full duration static fire test of 31 Raptor engines, producing 7.9 million lbf of thrust (~3,600 metric tons) – less than half of the booster’s capability pic.twitter.com/cNLmp3Pn7G
— SpaceX (@SpaceX) February 10, 2023
SpaceX será pionera en probar estas tecnologías en cohetes, pero no la única que está trabajando en ellas. La Agencia Espacial Europea (ESA) desarrolla desde 2017 Prometheus, su propio motor de bajo coste y reutilizable. Además, también está alimentado con metano: “El metano tiene una buena relación coste-eficiencia en comparación con el hidrógeno y es ligeramente más eficiente que el queroseno”, explica Jérôme Breteau, director de Transportes Espaciales Futuros de la ESA. El hidrógeno líquido que usa el SLS es mucho más complicado y caro de manejar que el metano líquido, que a su vez es mucho más limpio que el queroseno usado por SpaceX en sus cohetes previos. Además, habría la posibilidad de producir combustible de metano en Marte.
El SLS de la NASA, en cambio, emplea los mismos motores principales de los transbordadores espaciales (RS-25), unidades reacondicionadas que habían sobrado tras la jubilación de aquellas legendarias astronaves en 2011. Pese a esa estrategia de aprovechamiento y reutilización parcial que planteó la NASA al iniciar el proyecto SLS, los costes de este megacohete se han disparado y el plan ha batido también récords en cuanto a retrasos, desde que el entonces presidente de EE UU Barack Obama aprobó el proyecto en 2010. De cada vuelo del SLS no se aprovecharán ni siquiera los propulsores laterales, que sí caían en paracaídas y se recuperaban tras los lanzamientos de los transbordadores.
La reutilización total sí es irrenunciable para el Starship de SpaceX, y la gran clave de su promesa para reducir el coste por vuelo hasta niveles nunca vistos en la industria espacial. Pero es un objetivo a medio plazo, que esperan alcanzar tras al menos dos años de pruebas. En los primeros ensayos, la empresa de Musk no se compromete a reutilizar ningún componente y se contentarán con que el cohete no explote por los aires. “No digo que logremos poner el Starship en órbita en el primer vuelo, pero la emoción está garantizada. No va a ser aburrido. Le doy un 50% de posibilidades”, afirmó Elon Musk en sus declaraciones más recientes sobre el Starship. El multimillonario empresario recalca en sus comparecencias que “vuela, explota, aprende, repite” es el lema que ha llevado a SpaceX a liderar el sector del transporte de carga al espacio.
A falta solo de la autorización final de la Administración Federal de Aviación estadounidense, SpaceX ha anunciado que tiene todo listo ya para ese primer lanzamiento del Starship. Y la primera interesada en que eso suceda cuanto antes es la NASA, su competidora en la carrera de los megacohetes. La agencia espacial estadounidense ha seleccionado una versión modificada de la nave (Starship HLS) como módulo de alunizaje para la reconquista de la Luna en la misión Artemis 3. Para el descenso a la Luna, los astronautas serán transferidos a ella desde la nave Orion, que por sí sola no tiene capacidad para alunizar. Por eso el éxito del Starship es crítico para llevar a la primera mujer a la Luna. En esta nueva carrera espacial, en realidad los dos competidores no luchan por fabricar el megacohete más potente de la historia. Ese mérito se lo llevará la empresa de Elon Musk. Es más bien una carrera por relevos, en la que SpaceX y la NASA se necesitan mutuamente para llegar a la meta en la superficie lunar.
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