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Los satélites de Elon Musk también arruinan la vista de los telescopios espaciales: “Va a peor”

Hasta el 6% de las observaciones del ‘Hubble’ quedan estropeadas por los aparatos de Starlink, que van a multiplicarse por diez con el despliegue de las megaconstelaciones

elon musk Starlink
Mosaico realizado con distintas observaciones del 'Hubble' que captaron estelas de satélites, proporcionadas por el equipo de la ESA.
Javier Salas

Parecen imágenes estropeadas por algún fallo técnico: galaxias lejanas con rayajos que las cortan, franjas en blanco que cubren media foto, líneas que ensucian constelaciones enteras. Pero todas esas observaciones astronómicas, arruinadas para la ciencia, en realidad retratan un problema: los cielos se llenan cada vez más con satélites artificiales de compañías de internet, como Starlink, del magnate Elon Musk. Los enjambres de aparatos ya eran un problema para los observatorios terrestres, pero un nuevo estudio pone en alerta a la astronomía: también arruinan las observaciones de los telescopios espaciales. En 2021, el 5,9% de las imágenes captadas por el mítico telescopio Hubble sufrían ese deterioro provocado por las estelas de los artefactos.

Ese mismo año, el de la última medición para el estudio, Starlink había desplegado unos 1.900 satélites. Hoy ya son casi 3.600 operativos y se espera que se multipliquen por 10, en el caso de esta compañía, y que lleguen a 100.000 para finales de esta década, sumados a los de la competencia. En los últimos tiempos, los observatorios han puesto el grito en el cielo contra las megaconstelaciones de satélites que Starlink y compañías como OneWeb o Amazon están empezando a desplegar en los cielos. La Unión Astronómica Internacional (IAU) ha pedido que se tomen medidas porque van a “saturar los modernos detectores de grandes telescopios” y la Sociedad Española de Astronomía los considera “una amenaza para la observación astronómica”. Tanto, que han elevado la queja a Naciones Unidas: la comisión para asuntos espaciales está estudiando como ponerle coto.

La sorpresa, no obstante, es que ya estén dañando de forma tan notable a telescopios espaciales como el Hubble, lanzados a la órbita terrestre precisamente para huir de las interferencias de la atmósfera y las actividades humanas, como el ruido de las comunicaciones y la contaminación lumínica. Desde allí arriba, tienen una bóveda celeste limpia y visión directa del espacio... Hasta ahora. “Es la primera vez que se cuantifica este problema para el Hubble”, afirma el astrónomo Bruno Merín, de la Agencia Espacial Europea (ESA), coautor del estudio que publica Nature Astronomy. “Lo más notable, sobre lo que queremos generar conciencia, es que este problema también afecta a los telescopios espaciales”, añade.

Un crecimiento del 50%

“Vemos un aumento claro de la incidencia, hay un crecimiento del 50% en las trazas observadas en 2021″, apunta Merín. El estudio analizó las imágenes captadas entre 2002 y 2021 por el célebre telescopio, que ha retratado algunas de las imágenes más populares del cosmos. De media, los artefactos arruinaron el 2,7% de las observaciones en todo ese periodo de dos décadas. Pero Starlink no empezó a desplegar sus convoyes de satélites hasta 2019. “No sabemos cuál va a ser el impacto de las megaconstelaciones”, lamenta Merín. En realidad, su estudio comenzó tratando de encontrar los asteroides que el Hubble detectaba por casualidad, y fue entonces cuando descubrieron el problema con los satélites: tenían el doble de estelas de aparatos que de rocas espaciales (3.228 frente a 1.701).

El cometa Neowise con los satélites de Starlink interfiriendo en la imagen.
El cometa Neowise con los satélites de Starlink interfiriendo en la imagen.Daniel López/elcielodecanarias.com

Los problemas son reales y ya provocan estropicios importantes: en 2020 se publicó un estudio que daba cuenta de una de las galaxias más próximas al Big Bang. Más tarde todo quedó en un borrón, cuando otros científicos aseguraron que las mediciones se debían al brillo de un satélite. Sea como fuere, es un ejemplo perfecto de que toda la ciencia que depende de estas observaciones está en un lío.

Habrá que irse a la Luna

José María Diego es uno de los astrónomos que hace un año descubrió Earendel, la estrella más lejana jamás observada, gracias a las observaciones del telescopio Hubble. “Es un problema que viene de hace años y que se está agravando ahora porque se está multiplicando el número de satélites que tenemos volando por ahí”, resume Diego, del Instituto de Física de Cantabria. “Es un problema que no tiene fácil solución, vamos a tener que convivir con él y va a agravarse, va a peor. Lo digo medio en broma, pero vamos a tener que irnos a observar a la cara oculta de la Luna”, lamenta.

Aunque lo vistoso son esas fotos arruinadas con el trasiego de los satélites, lo cierto es que son otro tipo de telescopios los que están más afectados. “La gente que trabaja en radioastronomía está peor”, advierte Diego, “porque los satélites no solo reflejan la luz, también emiten ondas que lo convierten en un problema continuo”. Esas emisiones también ponen en jaque las previsiones del tiempo, advierten los meteorólogos.

“Las imágenes de los telescopios ópticos se estropean más cuando los satélites reflejan luz en el amanecer y el anochecer, en las primeras y las últimas luces del día”, explica Diego. En un estudio realizado en un solo observatorio, los científicos descubrieron que las imágenes crepusculares arruinadas pasaron de ser menos del 0,5% a finales de 2019 al 18% en agosto de 2021, justo el periodo de despliegue de Starlink. Los astrónomos están acostumbrados a limpiar automáticamente estos estropicios y suelen realizar varias observaciones para evitar sustos.

Diego recuerda que ha habido algunos cambios, “iniciativas reactivas por parte de la comunidad científica”, que con sus protestas han conseguido que los satélites se hagan de materiales menos reflectantes, que se pinten de negro... “Pero los paneles solares siguen siendo el problema, porque no se pueden pintar y brillan”, indica Diego. Ante la presión generalizada, también por parte de organismos gubernamentales de EE UU, Elon Musk se ha comprometido con ellos a tratar de minimizar el impacto de sus actividades en la investigación, después de años ignorando las quejas.

Satellites
Recreación artística del megasatélite 'Blue Walker 3' de la compañía AST Space Mobile.AST

La compañía asegura que proporcionará a los astrónomos información orbital para que los observatorios puedan evitarlos tanto como sea posible. Pero hasta que no se establezcan normas internacionales, no hay garantía de que todas estas empresas que planean megaconstelaciones vayan a actuar con mesura. Porque los satélites de Starlink, que se despliegan en coreografías de enjambres, no están solos. En septiembre de2022, SpaceX puso en órbita el gigante BlueWalker-3 en los cielos: un satélite de 8 por 8 metros de ancho de la compañía de internet AST Space Mobile, visible desde el suelo sin dificultades: es tan brillante como la más luminosa de las estrellas del firmamento.

La IAU ha hecho presión en Naciones Unidas para que la Comisión sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos ponga en marcha un grupo técnico que establezca guías internacionales que afecten a todos los países, dado que lo que hace una compañía estadounidense, por ejemplo, afecta a una colaboración internacional como el Hubble. La IAU, junto con delegaciones de Chile, España y Sudáfrica (donde se ubican importantes telescopios) tienen cuatro meses para lograr una propuesta de consenso, según informa Science.

La observación de los cielos no es lo único que se pone en riesgo con la fiebre del oro espacial. La Administración Federal de Aviación de EE UU va a multar a la compañía de cohetes de Musk, SpaceX, con 175.000 dólares (165.000 euros) por el lanzamiento de 53 satélites de Starlink en agosto de 2022, por no informar debidamente de la trayectoria de colisión del lanzamiento.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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