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Un evento de frío extremo acabó con los primeros pobladores de la península Ibérica

Aquella glaciación de hace 1,1 millones de años bajó la temperatura hasta provocar un ambiente estepario, según un estudio que publica ‘Science’

First settlers in the Iberian Peninsula
Un cráneo de un antecessor de hace 850.000 años hallado en el yacimiento de Atapuerca.Pablo Blánzquez Domínguez (Getty Images)
Miguel Ángel Criado

Los primeros humanos de Europa tuvieron un cambio climático que pudo acabar con ellos. Los antecesores del humano moderno ya vivían en las penínsulas Itálica e Ibérica hace entre 1,2 y 1,4 millones de años, como atestiguan restos hallados en Atapuerca. Pero para encontrar a sus posibles descendientes habrá que esperar casi otro medio millón, con el descubrimiento del Homo antecessor, también en el yacimiento de la sierra burgalesa. ¿Qué pasó entre medias? Ahora, un estudio paleoclimático ha descubierto un evento de frío extremo que pudo cambiar tanto el clima y el ambiente como para hacer que aquella especie humana desapareciera de suelo europeo.

El clima de la península Ibérica cuando llegaron los antepasados de los humanos modernos era mediterráneo, “más mediterráneo que ahora”, comenta Juan Luis Arsuaga, codirector del yacimiento de Atapuerca. Aquellos homininos aún no conocían el fuego y no necesitaban dominar la tecnología de tratar la piel animal para combatir el frío. Se cree también que su balance de grasa no era el más adecuado para un clima de bajas temperaturas. Así que debieron pasarlo mal cuando hace 1,1 millones de años avanzó una nueva glaciación que cubrió de hielo las islas Británicas por completo, el canal de la Mancha y casi toda Europa. Como sucedería más tarde con los neandertales y con nosotros, los sapiens, el sur europeo debió de ser el último refugio. Pero, según un estudio publicado ahora en la revista Science, aquella glaciación tuvo un pico de frío tan extremo que modificó el clima y el entorno hasta tal punto que, según sus autores, debió acabar con aquellos primeros europeos.

Las pistas de esta historia de exterminio climático empiezan en el río Tajo y acaban en el fondo del océano. A unos 200 kilómetros de la costa, al suroeste de Lisboa, hay una ubicación conocida por los científicos como U1385. Del fondo marino se han extraído varios núcleos de sedimentos que llevan escrita la historia climática de los últimos 2,5 millones de años. En sus distintas capas se hallan fósiles de foraminíferos, unos organismos marinos con una concha que es clave para estudiar el pasado. La composición de estas conchas marinas cuenta cómo era el agua cuando se formaron. Por ejemplo, han servido para mostrar cómo el asteroide o meteorito que acabó con los dinosaurios mucho tiempo atrás acidificó el mar. En esta ocasión desvelan que en aquella glaciación, las aguas del Atlántico se ralentizaron, con un declive de la llamada circulación de vuelco meridional del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés), un juego de corrientes que modula el clima del hemisferio norte.

La consecuencia más evidente de este parón oceánico por la aportación de agua dulce ártica y el avance del hielo fue la bajada de la temperatura del mar. Cuánto bajó exactamente lo detalla Joan Grimalt, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) y coautor del estudio de Science: “La temperatura media del agua en esta latitud es en nuestro tiempo de 19º. En aquel evento, bajó hasta los 5 o 6 grados, cuando en otras glaciaciones lo hizo hasta los 10”. No hay una medida directa igual para la temperatura tierra adentro. Pero, “aunque no es matemático, en general, la bajada de un grado en el mar se corresponde con el descenso de tres en tierra”, añade Grimalt. De un clima eminentemente mediterráneo, “en la península Ibérica pasamos a uno como el de Siberia”. “Y eso, además del frío extremo, se traduce en una menor disponibilidad de frutos y animales de los que alimentarse”, concluye el científico.

Conchas, pólenes y supercomputación

En los núcleos de ese fondo marino también hay polen de plantas terrestres y confirma lo que decía Grimalt. La primera autora del estudio es Vasiliki Margari, del University College de Londres. Margari es experta en palinología, la parte de la botánica dedicada al estudio del polen y las esporas, y explica cómo los granos vegetales llegaron hasta allí: fue el río Tajo, y no el viento, lo que los llevó hasta el mar. Del análisis de ese polen, Margari deduce que la vegetación cambió de forma radical: la glaciación, que duró miles de años, provocó un descenso del arbolado y el avance de las plantas esteparias. La presencia de polen estepario en el fondo marino aumentó un 45%. “Finalmente, durante el evento de frío extremo de hace 1,1 millones de años, tenemos una gran expansión de las plantas esteparias, y los árboles templados y los brezales casi desaparecieron”, añade Margari. Y este evento extremo duró 4.000 años.

“La temperatura media del agua bajó hasta los 5 o 6 grados, cuando en otras glaciaciones lo hizo hasta los 10”
Joan Grimalt, IDAEA-CSIC

Faltaba conectar este enfriamiento climático con el destino de los primeros pobladores de Europa y eso lo han hecho con supercomputación. Axel Timmermann, investigador de la Universidad Nacional de Pusan (Corea del Sur) y coautor del estudio, lo explica en un vídeo distribuido a los medios: “Para cuantificar el impacto en la ocupación humana, ejecutamos un modelo climático integral y un modelo de hábitat humano en nuestra supercomputadora Aleph. Los resultados de estos experimentos informáticos son claros: los primeros humanos en Europa no podrían haber sobrevivido a esta glaciación extrema y la gran caída asociada de la productividad primaria neta y la vegetación”.

Los resultados de este trabajo encajarían con la ausencia de restos humanos o herramientas líticas en Europa en los cientos de miles de años posteriores a aquel cambio climático. Su tesis es que solo mucho tiempo después, los Homo antecessor encontrados en Atapuerca serían representantes de una nueva oleada de antecesores de los humanos que recolonizaron Europa, conociendo ya el dominio del fuego y cómo aprovechar las pieles de los animales y mejor adaptados al frío que volvería con las siguientes glaciaciones.

Arsuaga, uno de los mayores conocedores de aquella parte de la evolución humana, cuestiona las principales conclusiones de este trabajo. “Los testigos marinos son de gran importancia, pero hacen falta registros terrestres y no vemos flora y fauna árticas hasta la última glaciación [iniciada hace unos 110.000 años y acabada hace unos 10.000]. La península Ibérica nunca se congeló ni hubo permafrost hasta esta glaciación”, asegura.

Ya más en su terreno, el de los homínidos, recuerda que “el que no haya a día de hoy registro de fósiles humanos y sus utensilios de piedra en el periodo comprendido entre los primeros pobladores conocidos de Iberia y Homo antecessor no quiere decir necesariamente que no hubiera nadie viviendo en Europa en ese periodo intermedio. Puede ser que simplemente aún no hayamos encontrado evidencias de su presencia”. Entonces, ¿qué pasó en ese lapso tras aquel evento de frío extremo? “No lo sabemos”, reconoce el paleoantropólogo.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Criado
Es cofundador de Materia y escribe de tecnología, inteligencia artificial, cambio climático, antropología… desde 2014. Antes pasó por Público, Cuarto Poder y El Mundo. Es licenciado en CC. Políticas y Sociología.

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