El astronauta Pablo Álvarez, tras sus primeras pruebas: “Te preparan para conocer tus límites en situaciones extremas”
El leonés y sus cuatro compañeros de la ESA empiezan su entrenamiento básico en el cuartel general de la agencia, con la vista puesta en las misiones lunares
A Pablo Álvarez (León, 34 años) no se le borra en ningún momento la sonrisa de la cara. Está pletórico. “Esto es un sueño cumplido”, reconoce, enfundado por primera vez en el mono azul que le acaban de entregar, con su nombre bordado en el pecho. El suyo es un trabajo que, dice, haría gratis. Es el primer astronauta español de la Agencia Espacial Europea (ESA) en 30 años y, como tal, firme candidato a ser el primer español en pisar la Luna.
Junto con otros cuatro titulares seleccionados por la ESA entre más de 22.500 candidatos —récord absoluto— acaba de empezar su entrenamiento básico en el centro de formación de astronautas que tiene la agencia en Colonia (Alemania). Pasará allí un año aprendiendo todo lo que necesitará en una futura misión espacial. “Todos tenemos un pasado distinto. Hay ingenieros, pilotos, médicos, y la variedad de cosas que tienes que dominar es tan grande que unos somos buenos en unas cosas y un poco peores en otras. Se trata de que todos alcancemos un nivel mínimo”, explica a EL PAÍS junto al laboratorio de biología, una de las primeras asignaturas del programa.
Durante algo más de un año, la vida de Álvarez, ingeniero aeronáutico que hasta ahora trabajaba para la multinacional Airbus, girará alrededor de este edificio situado en un paraje boscoso a las afueras de Colonia. Con sus compañeros —Sophie Adenot (Francia), Rosemary Coogan (Reino Unido), Raphaël Liégeois (Bélgica) y Marco Sieber (Suiza)— se formará de 8.30 a 17.00 en física, biología, medicina, exploración espacial, entrenamiento de supervivencia e incluso en lo que llaman “comportamiento humano”. “Los astronautas deben ser jugadores de equipo y saber hacer frente a los conflictos cuando afloran”, explica Rüdiger Seine, jefe de formación en el Centro Europeo de Astronautas (EAC).
El entrenamiento físico también forma parte del currículum, pero Seine explica que no buscan atletas, sino “simplemente individuos sanos y en forma”. Las instalaciones incluyen un gimnasio, que se suma a los distintos módulos espaciales con los que entrenan y que tienen las mismas dimensiones de la Estación Espacial Internacional, la base que orbita la Tierra a unos 400 kilómetros de distancia. Una piscina de 10 metros de profundidad completa la formación. “Ahí se simulan las actividades extravehiculares, las reparaciones que se hacen fuera del vehículo. Se hacen debajo del agua, que es lo más parecido a la sensación de ingravidez que podemos lograr en la Tierra”, explica, didáctico, Álvarez.
Sara García, la otra seleccionada española para participar en la primera formación de astronautas de la ESA desde 2009, sigue trabajando como bióloga en el CNIO. Está en la reserva junto con otros 10 aspirantes. Pasará exámenes médicos anuales y estará preparada por si surge una misión que la necesite.
La agencia pretende que sus cinco astronautas de carrera puedan volar antes de 2030, con la estación espacial como primer destino. Las misiones suelen durar seis meses en los que comparten un angosto espacio con compañeros de muchas nacionalidades. “El objetivo es que el primero de nuestra generación vuele en 2026″, apunta Álvarez. Tienen por delante años de formación, que después será más específica para las misiones concretas que les asignen, y que les llevará a Estados Unidos y a Rusia para completarla.
El sueldo de un astronauta de carrera de la ESA oscila entre los 5.400 y los 8.600 euros netos mensuales libres de impuestos. Además de reforzar sus capacidades científicas, técnicas y físicas, se les selecciona por sus habilidades para la divulgación y una vez empiezan el entrenamiento se les enseña a comunicar. La divulgación es una parte muy importante de su trabajo, recuerda Álvarez.
El leonés soñaba con ser astronauta desde que, de niño, vio cómo Pedro Duque viajaba fuera de la Tierra. Cuando comprobó que cumplía los requisitos de la convocatoria que lanzó la ESA en 2021, no se lo pensó. “Desde la selección tu vida cambia, da un giro de 180 grados, empiezas a dar un montón de entrevistas... Pero hasta que no he llegado al centro y he conocido a toda la gente que trabaja y que tiene como objetivo que tú vueles —y créeme que se lo toman muy en serio— no me he dado cuenta de que esto estaba sucediendo y he empezado a digerirlo de verdad”, reflexiona ahora que ya está inmerso en la carrera para ir al espacio.
El objetivo de la formación es preparar a los astronautas para cualquier eventualidad y fijar a fuerza de repetir las técnicas que les ayudarán en el espacio. “Tienes que estar listo para todo lo que pueda sobrevenir en una misión. Tendremos entrenamientos en agua o en frío por si algo va mal durante el lanzamiento y acabas aterrizando en medio del océano”, pone como ejemplo el ingeniero: “Debes estar preparado para conocer tus límites en estas situaciones un poco más extremas, para saber cómo reaccionas y que tus compañeros lo sepan también”.
La agencia anunció a los 5 titulares, 11 reservas y a un astronauta con discapacidad en París en noviembre pasado. Se les exigían estudios de nivel de máster en el campo de las ciencias, tres años de experiencia profesional, dominio de un idioma además del inglés y capacidad para trabajar en equipo y responder bajo presión. Debían medir entre 1,50 y 1,90 —Álvarez, con 1,87 casi se quedó fuera y será uno de los astronautas más grandes cuando vuele— y tener una edad máxima de 50 años. Durante el año y medio que duró la selección solo se les identificó con un número, para evitar sesgos o trato de favor.
El último astronauta español en la historia de la ESA, y el único hasta que fueron seleccionados Álvarez y García, fue Pedro Duque, hace tres décadas, en 1992. Los astronautas europeos actualmente en activo pertenecen a la promoción de 2009, la última salida del EAC. Son dos italianos, dos alemanes, un francés, un danés y un británico. Dos de ellos estaban este miércoles en Colonia para apoyar a sus nuevos compañeros.
Álvarez ya había trabajado en el campo de la exploración espacial. Desde 2017 a 2020 trabajó como arquitecto mecánico del ExoMars de la Agencia Espacial Europea, un rover diseñado para las misiones para buscar vida en Marte —llamado Rosalind Franklin en homenaje a la científica que descubrió la estructura del ADN— y cuyo lanzamiento quedó en suspenso tras la ruptura de la colaboración entre Europa y Rusia por la guerra de Ucrania.
La ESA tiene la vista puesta en la Luna. Su objetivo es que los astronautas vuelen en lo que queda de década a la Estación Espacial Internacional, durante los años treinta a la Luna —Europa participa en la construcción de una estación orbital lunar en la que vivirán astronautas; se llamará Gateway y allí aterrizarán las misiones Artemis— y en el largo plazo, a Marte, explicó este miércoles en Colonia David Parker, director de Vuelos Tripulados y Exploración Robótica de la ESA. “No será pronto, pero los robots están preparando el camino”, aseguró. La ESA, añadió, mandará a tres de sus astronautas a la Gateway, que debería estar construida en 2025.
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