El ruido político se cuela en la vida de las personas y daña su salud mental
Una investigación psicológica correlaciona el consumo constante de información política y sesgada con un mayor estrés y deterioro del bienestar emocional
El precio a pagar por seguir la política a diario, constantemente, es su salud mental. Una nueva investigación de la Universidad de Toronto que publica la Asociación Estadounidense de Psicología relaciona el consumo constante de información política con mayor estrés y deterioro del bienestar emocional. Los autores del estudio apuntan a que un mecanismo de prevención frente a este malestar es desconectar completamente de la actualidad informativa, pero que eso también repercute en la motivación para participar en la actividad política. Existe una disyuntiva entre la salud personal y la reivindicación de lo que respecta a la concienciación política, explica la psicóloga e investigadora Brett Ford en el estudio, un coste entre “estar bien y hacer el bien”.
“Nuestros hallazgos muestran que lo político es muy personal, un patrón con poderosas consecuencias para la vida diaria de las personas”, concluyen en su estudio. Y añaden que, de manera más general, “al demostrar cómo los eventos políticos impactan personalmente al ciudadano promedio, incluida su salud psicológica y física”, su investigación “revela el impacto de gran alcance que tienen los políticos más allá de los poderes formales que se les otorgan”.
Los investigadores descubrieron que pensar en los asuntos políticos diarios evocaba emociones negativas en los participantes, incluso cuando no se pedía a los participantes en el estudio que pensaran en eventos políticos negativos. Quienes experimentaron más emociones negativas relacionadas con la política señalaban tener una peor salud física y psicológica en promedio, pero también una mayor motivación para actuar en causas políticas y voluntariado. “En cierto modo, hay una contrapartida entre el bienestar individual y el bienestar colectivo”, resume Ford.
Los investigadores pusieron en marcha el estudio porque se daban cuenta de cómo el ruido político había intoxicado completamente la cotidianidad de sus vidas. “Una obsesión visceral, más allá de las elecciones cada cuatro años o los grandes sucesos, nos referimos a la política del día a día”, cuenta Matthew Feinberg, también de la Universidad de Toronto, que dirigió el estudio junto a Ford. El campo en el que trabajan está relacionado con la psicología del comportamiento y las emociones, de ahí que idearan el estudio para saber si aquello era algo más que una percepción. “Las controversias cotidianas de la política moderna suponen una carga emocional para los estadounidenses”, afirma el coautor, en referencia al público que tomaron como muestra para su trabajo.
Hiperpolitización en el móvil
Para medir el ciclo de hiperpolitización, potenciado por el consumo constante de noticias en cada momento del día en el móvil, los autores diseñaron el estudio con cuatro experimentos diferentes. Feinberg expone cómo las dos primeras muestras las obtuvieron de un grupo de unas mil personas, ciudadanos estadounidenses (demócratas, republicanos, independientes y no afiliados) que registraban cada noche sus emociones en un diario. “Un app para rastrear las emociones”, resume Feinberg. En la aplicación quedaba registrado que la exposición normal a la política podía incluso llegar a generar a los participantes “estrés crónico”.
En un experimento complementario con otro grupo de mil sujetos, que se extendió durante semanas, los autores les mostraron secuencias de programas informativos sesgados, como el show de Rachel Maddow de la cadena MSNBC, a la izquierda de los demócratas mainstream, o los monólogos de Tucker Carlson del canal Fox News, más alineados con el sector trumpista de los republicanos. Los científicos se asombraron al descubrir en los resultados que los sujetos estudiados “reportaban un peor estado anímico, aunque las noticias mostradas concuerden con su ideología”, sintetiza Feinberg. En la investigación publicada en el Journal of Personality and Social Psychology (PDF), los autores destacan que la preeminencia del malestar les sorprendió, ya que ellos “no estaban preguntando específicamente por las malas noticias” cuando desarrollaron los tests.
Si la información política no te motiva a actuar para cambiar las cosas, ¿por qué sacrificar tu bienestar para nada?Matthew Feinberg, Universidad de Toronto
Una sección del estudio detalla a su vez las estrategias que los participantes llevan a cabo para recomponerse emocionalmente tras un momento de estrés o malestar: “Al igual que miras hacia otro lado en una película de terror para no asustarte”, detalla Feinberg, “aquí vemos cómo ríen para desdramatizar lo que ven o reevalúan la información para que sea menos negativa”. Son mecanismos clásicos de la psicología para enfrentarse a las emociones negativas, una forma de sobreponerse ante situaciones de estrés. Esto, a ojo de los autores, supone un dilema para los activistas, ironiza Feinberg, ya que tiene importantes implicaciones: “La reivindicación es necesaria para conseguir objetivos políticos y lograr mejoras sociales, pero no quieres sacrificar para ello tu salud mental”.
Lejos de fomentar la apatía política, los autores consideran que deben tenerse en cuenta los costes sobre la salud mental del compromiso político y estudiar, detalla Ford, “mecanismos para paliar el estrés crónico mientras se mantiene la motivación política y el compromiso”. El consumo pasivo de ruido político afecta negativamente a la salud mental, por lo que para Feinberg está claro: “Si la información no te motiva a actuar para cambiar las cosas, ¿por qué sacrificar tu bienestar para nada?”.
Escapar de las noticias
Las conclusiones de estudio no sorprenden a Sílvia Majó-Vázquez, del Instituto Reuters en la Universidad de Oxford (Reino Unido). La investigadora, no vinculada a este trabajo, celebra que los nuevos datos aporten una “perspectiva psicológica al motivo por el que la gente deja de leer noticias”. Majó asegura que este mecanismo se estudia en comunicación desde hace tiempo, como muestra la publicación del informe Digital News Report de 2021, donde se observó que un 38% de los españoles declara evitar activamente las noticias. En ese estudio, se observó precisamente que entre los principales factores para eludirlas era que generan estados de ánimo negativos, agotamiento y discusiones. Un fenómeno con “múltiples variables”, como el exceso de ruido político y las informaciones sesgadas, que se produce de forma pronunciada desde 2018, como queda registrado en el análisis que publicó Majó-Vázquez sobre Polarización en las audiencias de los medios en España para ESADE.
La profesora Ana Sofía Cardenal de la Universitat Oberta de Catalunya sugiere que “conviene tomarse en serio la parte cualitativa y experimental del trabajo en referencia a la salud mental” y lo achaca “al bombardeo constante del ciclo informativo”. Para Cardenal, experta en política comparada y comportamiento de la opinión pública, la caída en el consumo ha tenido una obvia relación con la polarización política, pero también se debe a los acontecimientos que sobrepasan al público, como la pandemia de covid19 o el cambio climático, “sucesos en los que no puede interceder”.
Hay gente que dice que evita la información, pero en realidad no lo hace cuando se mide su consumoAna Sofía Cardenal, Universitat Oberta de Catalunya
La profesora cree que el ejemplo de “Estados Unidos es excesivo”, pero considera los resultados “razonables” y que la perspectiva comparada del trabajo aporta información sobre lo que se conoce como la evasión selectiva de noticias. Cardenal ha cruzado la información de cinco países diferentes para analizar este fenómeno complejo y señala un punto clave: “En las investigaciones que hemos realizado hay gente que dice que evita la información, pero en realidad no lo hace, cuando mides su consumo”.
Una paradoja que achaca a que quizá aquellos que más noticias consumen, una minoría muy motivada y sesgada, son precisamente quienes dicen escapar de las noticias, aunque en realidad solo evitan aquellas que no concuerdan con sus preferencias. En un entorno mediático como el actual, de sobreabundancia informativa, la profesora explica que estos sujetos precisamente buscan la información más distorsionada. “Es uno de los costes del activismo de los que hablan los autores”, señala Sofía.
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