Los restos de un niño con un pie amputado hace 31.000 años iluminan el origen de la cirugía
El esqueleto, hallado en las selvas de Indonesia, sugiere que los cazadores recolectores tenían conocimientos médicos y empatía
Un niño sobrevivió unos ocho años tras una intervención quirúrgica que le amputó el pie izquierdo hace unos 31.000 años, según los restos hallados en la remota cueva de Liang Tebo, en la isla indonesia de Borneo. Los huesos de la pierna cercenada indican que fue un corte intencionado, quirúrgico a su manera, con algo contundente y con el conocimiento suficiente para evitar la muerte del paciente desangrado o roto de dolor. La operación tuvo éxito y los cuidados posoperatorios se ejecutaron con la maestría necesaria como para mantener con vida al crío. La intervención quirúrgica más antigua conocida hasta ahora se llevó a cabo en Francia hace unos 7.000 años, según destaca el equipo del arqueólogo Tim Maloney, de la Universidad Griffith de Australia, que publica este miércoles el hallazgo de los restos del niño indonesio en la revista Nature.
Para la paleoantropóloga María Martinón Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh), se trata, probablemente, de “la evidencia más antigua de la figura del médico”, alguien con un conocimiento especializado respecto al resto. La científica, que no ha participado en este estudio, cree que es otra prueba de que el Homo sapiens, desde sus orígenes, ha “prestado auxilio y cuidado a aquellos que, comparativamente, tienen alguna discapacidad” dentro del grupo.
El lugar donde los científicos hallaron el enterramiento se encuentra en el interior de una zona montañosa de la selva tropical conocida como Sangkulirang–Mangkalihat, a la que solo se tiene acceso por barco en ciertos momentos del año. Es una formación de roca caliza que, al descomponerse por la erosión del agua, da lugar a cavernas “del tamaño de una catedral”, en palabras de los científicos. Lo primero que encontraron los investigadores fueron pinturas rupestres, en una zona del sudeste asiático que ya ha sido reconocida por albergar los primeros dibujos figurativos de la humanidad, trazados hace más de 40.000 años.
El equipo de arqueólogos excavó en la parte baja de la cueva a 1,5 metros de profundidad, donde halló los restos fósiles de la pierna derecha completa, más la tibia y el peroné izquierdos amputados. En el miembro cercenado se puede observar “en el colágeno que envuelve los huesos, lo que son señales características que indican que ya está cicatrizado”, señala la paleoantropóloga Laura Martín-Francés, otra investigadora afiliada al Cenieh que tampoco ha intervenido en el descubrimiento.
Martín-Francés califica de importante el hallazgo debido a que “el hecho de amputar requiere la capacidad de prever que, de no hacerse, el sujeto muere”. Los mismos autores de la investigación descartan que el corte fuera fruto del azar, de un accidente violento o de un mordisco de un animal. El médico que ejecutó la cirugía debió tener un “conocimiento previo” del cuerpo humano y quizá, incluso, hizo pruebas previas con otros animales para conocer la anatomía, según apunta Martín-Francés. En un artículo complementario publicado en Nature, la profesora Charlotte Ann Robert, de la Universidad de Durham (Reino Unido), subraya la complejidad de una amputación: evitar que el paciente se desangrara quizá requirió conocimientos de plantas medicinales de la zona, posiblemente un “tipo de musgo”.
Para las dos investigadoras españolas, el hecho más destacado del descubrimiento es la “empatía” que refleja el acto en sí, no solo la intervención, sino el cuidado posterior en una situación “extrema” como era la vida durante el Pleistoceno tardío, en plena era glacial. “El que los Homo sapiens hayan desarrollado la capacidad de cuidar a otros desinteresadamente no nos hace únicos, pero casi”, señala Martín-Francés. Y ahonda en ese punto Martinón Torres, autora del libro Homo Imperfectus (Destino, 2022): “En nuestra especie, el instinto de supervivencia abarca al grupo, no solo al individuo, e incluye actos premeditados, proactivos y organizados, como la institucionalización del cuidado”. Además, apunta la experta, el hecho de que fuera “cuidado durante años y enterrado evidencia, además, que hasta el final estuvo integrado en la vida de esa sociedad”.
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