¿Qué hace a los humanos más altos o más bajos? No solo es genética, influyen hasta las emociones
Además de la genética y una nutrición óptima, una investigación resalta la relevancia del entorno social, político y emocional en la estatura
La estatura de los humanos se ha relacionado tradicionalmente con una buena alimentación, la salud y unas condiciones de vida óptimas. La genética también influye. Sin embargo, un estudio publicado en American Journal of Human Biology muestra cómo el retraso del crecimiento es la condición natural en todo tipo de poblaciones, incluso en estratos sociales más ricos que cuentan con los cuidados básicos necesarios. Christiane Scheffler, investigadora de biología humana en la Universidad de Potsdam, y una de las autoras del estudio, defiende que, lo que determina la altura, contando con que la persona tenga la alimentación necesaria, son otro tipo de factores como el estado social, político y emocional del entorno.
La metodología del estudio se ha basado en la revisión de datos arqueológicos (casi 6.100 esqueletos), estudios de crecimiento histórico que abarcan desde 1877 hasta 1913 en países europeos y en Estados Unidos y un estudio propio sobre niños de Indonesia de entre 6 y 13 años. La muestra estaba compuesta por 1.666 alumnos de seis escuelas rurales y urbanas. Este país, que según confirma este estudio se encuentra entre los primeros 20 puestos de la lista según el producto interior bruto (PIB) del Banco Mundial, cuenta con subpoblaciones debido a su situación geográfica. No es considerado un país pobre. Otro componente importante de Indonesia es que cuenta con una prevalencia del retraso del crecimiento infantil del 37,2%.
Esta investigación muestra que el hombre prehistórico del Holoceno del Cercano Oriente y Europa contaba con una estatura que no excedía en los hombres de los 165-170 centímetros, mientras que la mujer no superaba los 160 centímetros entre los años 10000 y 1000 a. C. Actualmente, según la información del portal Datos Mundial, la estatura media de los varones de entre 18 y 25 años en España es de 176 centímetros, mientras que ellas alcanzan 162. Los mexicanos son, de manera general, más bajos con un promedio de 170 centímetros en hombres y 157 centímetros en mujeres.
Los niños europeos y estadounidenses hasta la I Guerra Mundial eran bajos. Además, los científicos no encontraron evidencias de que los niños que vivieron entre finales del siglo XIX y principios del XX tuvieran signos clínicos de desnutrición, y la salud y nutrición materna, así como el cuidado del lactante en la primera infancia, se consideraron apropiados para la época. El retraso del crecimiento prevalecía independientemente de la riqueza económica y las condiciones de vida. Por ejemplo, de los niños de clase alta estudiados en Hamburgo en la Alemania de 1879, la mitad de ellos, teniendo en cuenta su edad, tenían una estatura tan baja que debían considerarse atrofiados.
En cuanto a los escolares indonesios, los resultados albergan que son también bajos y delgados, aunque encontraron pequeñas diferencias entre diferentes zonas. No se encontró, sin embargo, ninguna razón que explique su delgadez, pero tampoco signos clínicos de desnutrición ni enfermedad crónica. Además, no encontraron correlación entre el grado de delgadez y el potencial económico de la familia.
Otro aspecto que se contempla en la investigación, y que confirman los datos, es que la prevalencia del retraso del crecimiento en aquellos con condiciones óptima de nutrición, “depende de la conexión y la absorción del estilo de vida occidental”. Carlos Varea, bioantropólogo de la Universidad Autónoma de Madrid, defiende que cabe imaginar que, en algunas poblaciones, han crecido más que en otras porque podrían tener un ambiente de mayor tranquilidad económica, sin tener que depender de cosechas o medios de subsistencias tradicionales. “Esto hace que crezcan en ambientes más estables y eso es lo que potencia el crecimiento. Ese contacto con culturas favorecen esta previsión de un futuro mejor”.
Además, este investigador incide en la importancia de los factores emocionales, que la autora también contempla, los cuales se transmiten en el ámbito familiar y comunitario. “La potencialidad de crecer es la misma para cualquiera, pero existen factores limitantes nutricionales, el frío, el esfuerzo infantil y emocional, la violencia o el abuso que limitan ese crecimiento”, explica. Un ejemplo de estas limitaciones se podría observar en las poblaciones afroamericanas, donde la percepción del racismo y la discriminación afecta también al crecimiento, que podría ser mayor si no estuviera presente.
Un aspecto en el que apenas se ha incidido en este estudio, pero que compone otros trabajos, es la cuestión genética. En 2014 se publicó una investigación a cargo de un equipo internacional de científicos, y que involucró hasta a 300 instituciones, y cuya muestra estuvo compuesta por los genomas de 250.000 personas. Los resultados principales identificaban 697 variantes genéticas que influyen en la estatura de una persona.
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