Descubierta la familia más antigua conocida: un hombre y cuatro mujeres de hace 5.700 años, con su descendencia
El análisis del ADN de 35 personas en una tumba colectiva revela por primera vez los vínculos de un gran grupo prehistórico y sugiere la existencia de la poligamia
En una de las secuencias míticas de la película En busca del arca perdida, una alumna de Indiana Jones cierra los ojos lentamente y en sus párpados se puede leer “Te quiero”, mientras el arqueólogo interpretado por Harrison Ford explica en la pizarra los monumentos funerarios del Neolítico. En esa fugaz escena, Indiana Jones menciona Hazleton, un pueblecito inglés en el que en 1980 —el año del rodaje— se estaba excavando un túmulo de 5.700 años con los restos de cuatro decenas de seres humanos. Un análisis del ADN de aquellos huesos ha permitido ahora entender quiénes eran aquellas personas. Es una mirada sin precedentes a la vida prehistórica.
El estudio revela que al menos 27 de los 35 individuos analizados en la tumba colectiva eran parientes directos. En palabras del genetista Íñigo Olalde, coautor del trabajo, es “la familia más antigua jamás recuperada, además de la más grande descrita en la prehistoria”. Los investigadores dibujan un árbol genealógico con un hombre, cuatro mujeres y la descendencia que tuvieron los cinco, hasta llegar a sus tataranietos. “No sabemos si esto era poligamia o era monogamia seriada: si el hombre se reproducía con las cuatro mujeres a la vez o si cada vez que moría una mujer empezaba con otra”, explica Olalde, de la Universidad del País Vasco.
El monumento funerario, un montículo gigante de piedras denominado Hazleton Norte, se encontraba en tierras de cultivo y fue vaciado por los arqueólogos hace cuatro décadas, para evitar que fuera arrasado por los arados. En el siglo XIX, algunas de sus grandes rocas sirvieron para construir caminos y levantar muros en las fincas de la región. Ya no queda nada. El sepulcro estaba organizado en torno al hombre fundador y a las cuatro mujeres con las que tuvo hijos. No hay hijas adultas, lo que sugiere que los cadáveres de ellas se depositaron en otras tumbas, quizá junto a los hombres de otros grupos. En Gran Bretaña se han encontrado unos 300 túmulos alargados similares.
Olalde destaca que el monumento de Hazleton Norte estaba dividido en dos cámaras y que cada una de ellas estaba reservada a dos de las primeras mujeres y a su descendencia. “Estas mujeres también eran importantes, porque después de varias generaciones todavía se recordaba de cuál descendías y se te enterraba en un lado o en otro dependiendo de eso”, subraya el genetista, primer firmante del estudio junto al arqueólogo Chris Fowler, de la Universidad de Newcastle.
Los resultados muestran que la gran familia de Hazleton Norte era descendiente de los migrantes de Europa continental que llegaron apenas un siglo antes a la isla de Gran Bretaña, introduciendo la ganadería, el cultivo de cereales y la construcción de monumentos megalíticos. “No descienden de los grupos de cazadores y recolectores que ya existían en Gran Bretaña”, recalca Olalde, que sitúa el probable origen de la estirpe en lo que hoy es Francia.
El análisis evidencia que las mujeres que tenían hijos con los hombres del clan también los tenían con otros individuos ajenos al grupo. Los investigadores han encontrado en el sepulcro tres supuestos hijastros, quizá fruto de relaciones anteriores de ellas y adoptados por la familia de Hazleton Norte, según hipotetizan los autores. Olalde recuerda que “en aquella época era muy fácil morir”. Su estudio de los huesos muestra fracturas, abscesos dentales, artritis, inflamación de las articulaciones por infecciones bacterianas y signos de déficit nutricional. “Hay indicios de un montón de enfermedades. Tuvieron una vida totalmente mísera para nuestros estándares. Es posible que sus parejas se muriesen y tuvieran otras después”, plantea Olalde. Su trabajo se publica este miércoles en la revista Nature.
Los científicos no han encontrado los lazos familiares de ocho de las 35 personas analizadas, aunque no descartan que sea por falta de muestras. “No se preservó el esqueleto entero del hombre fundador, solo se encontró un diente suelto”, explica el genetista español. Por ejemplo, hay tres mujeres que probablemente fueron las esposas de algunos de los hombres del clan, pero no se ha encontrado descendencia que confirme que eran parejas reproductivas. Quizá tuvieron hijas y estas fueron depositadas en el sepulcro de sus nuevas familias.
El genetista mexicano Federico Sánchez Quinto encabezó en 2019 un estudio genético de los restos de 24 personas hallados en cinco sepulcros megalíticos europeos, desvelando un puñado de conexiones familiares. El investigador explica que antes se pensaba que las primeras sociedades jerárquicas patriarcales y la desigualdad social surgieron en Europa y Asia occidental durante la Edad de Bronce. “Este nuevo trabajo y el nuestro sugieren que las sociedades jerárquicas patriarcales pudieron haber estado presentes desde el Neolítico en Eurasia occidental, unos 1.000 o 1.500 años antes de lo esperado anteriormente”, detalla Sánchez Quinto, del Instituto Nacional de Medicina Genómica de México.
“Las dimensiones y la majestuosa arquitectura de las tumbas megalíticas del Neolítico —túmulos alargados, dólmenes, sepulturas de corredor—, y los artefactos de valor encontrados en ellas, sugieren que los individuos enterrados bajo esta tradición funeraria pertenecían a un grupo social selecto”, añade el genetista mexicano. A su juicio, los nuevos resultados, sumados a los que obtuvo su equipo en 2019, apuntan a que “tumbas megalíticas en Irlanda, Inglaterra y Suecia pudieron haber sido el sitio de descanso de sociedades jerárquicas patriarcales”.
La química Tamsin O’Connell, jefa del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge, valora la “solidez” del nuevo estudio, pero echa de menos una mayor reflexión sobre las implicaciones de estos resultados más allá de la familia de Hazleton Norte. O’Connell reveló hace 15 años la dieta muy rica en carne de estas personas, mediante el análisis de los compuestos químicos de sus huesos. En el lugar se encontraron restos de vacas, cerdos, ovejas y ciervos. “Estaban bien alimentados y mostraban niveles de enfermedad y estrés parecidos a los de otras poblaciones similares”, afirma.
La investigadora de Cambridge pone en duda la hipótesis de que los hombres del clan adoptasen hijos ajenos. “Otra explicación podría ser el desorden de las relaciones humanas”, apunta O’Connell. Algunos estudios modernos calculan que entre el 2% y el 4% de las personas son hijas de un padre que no es el que creen, según destaca la química. “Esto también pudo ocurrir en el pasado”, advierte. El propio Íñigo Olalde reconoce que los supuestos hijos adoptados del clan de Hazleton Norte pudieron ser fruto de infidelidades. “Es una opción, pero creemos que no es así porque vemos tres casos, por eso postulamos que aquellos hombres eran conscientes de que eran hijos de otros hombres”, argumenta Olalde.
Detrás del nuevo estudio también está David Reich, un genetista de la Universidad de Harvard (EE UU) que ha irrumpido en el estudio de la prehistoria y en ocasiones ha soliviantado a sus colegas más tradicionales con revolucionarias conclusiones, como la enigmática sustitución de todos los hombres de la península Ibérica hace unos 4.000 años, tras la llegada de grupos descendientes de pastores de las estepas europeas. “Contamos con acceso al rico filón del ADN antiguo, el cual se ha convertido en una fuente de información más definitiva sobre los movimientos de población antiguos que las herramientas tradicionales de la arqueología y la lingüística”, defendía Reich en su libro Quiénes somos y cómo hemos llegado hasta aquí (editorial Antoni Bosch, 2019).
La investigadora del Departamento de Arqueología de Cambridge es más escéptica sobre la dimensión de la revolución del ADN antiguo. “Los genetistas que trabajan en estudios arqueológicos a menudo tienen dificultades para reconocer que sus resultados son otra línea de datos más en un conjunto complejo de pruebas con múltiples capas. No ofrecen la única respuesta”, opina Tamsin O’Connell. Es la primera vez que se aplica el análisis del ADN antiguo a una gran familia de la prehistoria. El desembarco de la genética acaba de empezar.
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