El viaje de los pimientos por todo el mundo, contado por la genética
Los humanos han moldeado esta hortaliza hasta lograr miles de variedades de una especie
La genética ha permitido rastrear la expansión y diversificación de los pimientos por todo el mundo. En un análisis de 10.000 muestras genéticas de bancos de semillas de todo el mundo un grupo de investigadores se ha remontado hasta las especies salvajes de esta hortaliza (Capsicum annuum). El trabajo muestra tras su domesticación, el pimiento se ha expandido por todo el mundo por las principales rutas comerciales y, con la expansión, ha multiplicado sus variedades hasta convertirse en uno de los vegetales con mayor diversidad.
A pesar de sus grandes diferencias de forma, color, sabor o pungencia, la cayena, los jalapeños o el pimiento morrón son todos C. annuum. Y aún hay otras especies cercanas, como la Capsicum chinense y la Capsicum frutescens. Entre ellas se encuentran las variedades más picantes del mundo, como los habaneros, los jolokia, los trinidad o el chile tabasco, con tal cantidad de capsaicina que hay que manipularlos con guantes y máscara protectora. Ahora, los científicos han construido el árbol genético de los pimientos de todo el mundo, colocando a cada fruto en su lugar geográfico e histórico.
El investigador del centro de investigación CREA de Italia Pasquale Tripodi, coautor del estudio, destaca la enorme diversidad de los pimientos: “Es una verdura que engloba una amplia variación en cuanto a formas y colores del fruto, incluyendo tipos redondeados parecidos a los tomates, rectangulares, cuadrados, con forma de cuerno... Ya maduros, los colores llegan al negro y hay una gama de tipos amarillos, naranjas, rojos y púrpuras”. Y añade uno de los elementos más característicos: “Además, su peculiaridad se basa en la presencia de capsaicinoides, compuestos únicos para esta especie, que le confieren el sabor picante que hace que este cultivo sea adecuado para varios usos alimentarios (por ejemplo, condimentos de platos, especias) y no alimentarios (como cosméticos)”.
El estudio se apoya en datos de 10.000 semillas, casi un millar aportadas desde España, uno de los principales bancos de germoplasma del planeta
El estudio, publicado en la revista científica PNAS, se ha basado en el análisis de la información genética de más de 10.000 semillas diferentes de los principales bancos de germoplasma. Tras encontrar unos 1.600 duplicados, el resto convierte al pimiento en uno de los vegetales más diversos del planeta. Y los humanos tienen la culpa de tanta variedad.
Esta investigación confirma que los pimientos en estado silvestre eran propios de la región andina, pero su primera domesticación debió producirse en lo que hoy es México, habiendo otros puntos de selección humana por todo el sur de América en un complejo proceso que recuerda al del maíz.es. Todo indica que fueron los españoles los que llevaron los pimientos a Europa. Pero probablemente no fue la primera vez que salían de América. El solapamiento genético entre variedades asiáticas y las americanas más ancestrales apuntarían a una ruta precolombina de expansión por el Pacífico.
Pero la historia es aún más compleja y lo detalla Tripodi: “Reconstruimos la historia de las rutas de expansión del pimiento e identificamos nuevos centros de diversidad en el sudeste asiático, el este de Europa y África”. Las variedades africanas parecen como pasos intermedios entre las americanas y las asiáticas, lo que apuntaría a los portugueses de la era colonial como intermediarios de este tráfico en el que controlaban todos los puntos: la porción más prominente de América (el actual Brasil), toda la ruta comercial por la costa africana y los reinos de las especias de Asia. Bien pudieron ser ellos los que introdujeron el amor por el picante en esta última región.
Europa es la región con menor diversidad de variedades picantes
Sin embargo, la distribución de los pimientos picantes no es homogénea. De hecho en Europa la mayoría de las variedades son dulces, aumentado la proporción de picor cuanto más al este. Esto sugiere el peso de la cultura, en este caso la culinaria, en el proceso de domesticación de los distintos chiles o ajíes.
La genética también sirve para asegurar su futuro. Como recuerda la investigadora del Instituto de Conservación y Mejora de la Agrodiversidad Valenciana de la Universitat Politècnica de València (UPV), María José Díez, “en el proceso de domesticación se produce una reducción de la variabilidad genética”. La merma tiende a favorecer determinados atributos de la planta o el fruto, pero también los hace más vulnerables a cambios ecológicos, a patógenos o a alteraciones climáticas. “Conocer toda esta variabilidad genética nos indica dónde ir a buscar para mejorar”, añade Díez, coautora del estudio. Y hay muchos tipos de pimientos. Solo la UPV ha aportado al estudio cerca de un millar de entradas de su banco de semillas.
Esta investigación forma parte un ambicioso proyecto comunitario sobre las principales solanáceas (desde las patatas a los tomates pasando por las berenjenas) cultivadas por los humanos, el G2P-SOL. Uno de sus objetivos es conectar los datos genéticos con el fenotipo, es decir con las características del fruto. Es una de las aportaciones de este trabajo que destaca Díez: “Se ha conseguido asociar los marcadores moleculares [diferencias en el genoma] con estos caracteres fenotípicos, como la forma, el momento de maduración o el picante”.
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