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Un estudio detalla el “catastrófico” efecto de las misiones cristianas en los nativos de América

La mitad de los indígenas de California sobrevivía más allá de los 47 años hasta la llegada de los misioneros españoles en 1769; la mitad moría sin cumplir los 22 después de ese año

Un hombre fotografía una pintada crítica en el monumento dedicado al fraile Junípero Serra en Palma
Un hombre fotografía una pintada crítica en el monumento dedicado al fraile Junípero Serra en Palma de Mallorca, el 22 de junio de 2020.ATIENZA (EFE)
Manuel Ansede

Un libro fantástico publicado en el año 1510 en Sevilla, Las sergas de Esplandián, narraba las fabulosas aventuras de un caballero cristiano por lugares imaginarios como una tal California, un paraíso terrenal habitado por mujeres guerreras cubiertas de oro. Cuando los conquistadores españoles llegaron a la costa occidental de Norteamérica en el siglo XVI, bautizaron las tierras como California, en recuerdo de aquella leyenda de un libro de caballerías tan popular entonces que incluso aparece en la biblioteca de Don Quijote. La California real, sin embargo, no estaba poblada por amazonas con espadas doradas, sino por grupos indígenas indefensos ante las nuevas enfermedades infecciosas traídas por los recién llegados. Una nueva investigación ha puesto ahora cifras al descenso “catastrófico” de la población original: antes del establecimiento de las misiones españolas, la mitad de los nativos sobrevivía más allá de los 47 años. Tras el asentamiento de los llamados “varones de Dios”, la mitad de los locales llegó a morir antes de cumplir los 22 años.

El actual mapa de California revela su origen: San Francisco, San José, Santa Bárbara, San Luis Obispo. Tras más de dos siglos de escasos avances, el fraile Junípero Serra fundó la primera misión española, la de San Diego, en 1769. Los franciscanos se extendieron por el territorio con el encargo de convertir las comunidades locales de cazadores y recolectores en súbditos productivos del rey católico Carlos III. El nuevo estudio, encabezado por el antropólogo estadounidense Brian Codding, ha analizado los registros de mortalidad de las propias misiones españolas, con datos de más de 23.000 personas, y otros 10.000 fallecimientos de tiempos prehistóricos. Los autores hablan de unos niveles de mortalidad similares a los de una “peste” tras el establecimiento de los españoles a partir de 1769.

Los autores hablan de unos niveles de mortalidad similares a los de una “peste” tras el establecimiento de los misioneros

El trabajo, publicado este lunes en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU (PNAS), calcula que la población local de 43.285 personas se redujo a 7.800 individuos tras la llegada de los misioneros a lo que hoy es California central. “El número de muertes tras el establecimiento de las misiones españolas fue, probablemente, mucho mayor, especialmente si la población en el momento del contacto está infraestimada y si los fallecimientos no se registraban”, opina Codding, de la Universidad de Utah, en Salt Lake City. Martha Ortega, historiadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (México), aplaude el nuevo estudio, “serio y muy bueno”, en el que no ha participado.

Algunos historiadores españoles, como Salvador Bernabéu, han analizado en los últimos años el sistema de las misiones en California. Los frailes, acompañados por algunos soldados, llegaban con perros, caballos, gallinas, ovejas, semillas y regalos para atraer a los nativos. Los predicadores les enseñaban oraciones cristianas, los bautizaban y los vestían como los españoles: con calzón y camisa, a los hombres, o con vestido, a las mujeres. Bernabéu, director de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos (CSIC), ha constatado en sus obras la “caída drástica” de la población indígena por las enfermedades infecciosas, un problema que se agravó cuando los nativos fueron obligados a convivir en estancias mal ventiladas en las misiones. La viruela, el resfriado común, la gripe, el sarampión, la difteria, la malaria y las enfermedades venéreas arrasaron a los nativos.

Los virus y los microbios, sin embargo, no explican por sí solos la catástrofe vivida alrededor de las misiones españolas, advierten los autores estadounidenses, que apuntan a otros factores añadidos, como la expropiación de tierras, las hambrunas, la esclavitud y los traslados forzosos. “Quizá fue más culpable el caos cultural que se extendió por América tras el contacto con los europeos y que podría haber exacerbado radicalmente la vulnerabilidad de las poblaciones indígenas”, plantean los investigadores en su estudio. Su análisis muestra que en las misiones californianas murió un mayor número de mujeres (unas 13.000) que de hombres (unos 10.000), un fenómeno todavía sin explicación, según admite otro de los firmantes, el prehistoriador Terry Jones, de la Universidad Politécnica Estatal de California, en San Luis Obispo.

“Hubo violencia en las misiones. Hubo intentos de revuelta por parte de los nativos”, señala Jones, que se apoya en el análisis de los restos óseos, con marcas de golpes y de proyectiles. “Y California tampoco era un paraíso libre de violencia antes de la llegada de los españoles. Los relatos históricos describen enfrentamientos a pequeña escala con violencia entre grupos nativos, a menudo causados por el uso sin autorización de los recursos de otro grupo o por la invasión de sus territorios”, subraya Jones.

Los historiadores pensaron durante décadas que, tras la llegada de Cristóbal Colón a América en 1492, hubo una pandemia continental que aniquiló a la población indígena, con plagas que incluso habrían llegado a California antes que los propios españoles, pero estudios como el de Codding y Jones muestran más bien un mosaico de epidemias regionales surgidas durante siglos y con diferentes intensidades. La peste en California llegó con los misioneros.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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