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La Academia Nacional de Ciencias de EE UU expulsa al biólogo Francisco J. Ayala al dar por probado que acosó sexualmente a sus compañeras

El científico español fue apartado de la Universidad de California en 2018 tras una minuciosa investigación que confirmó conductas sexistas hacia sus colegas

Francisco J. Ayala, en una foto de archivo.
Francisco J. Ayala, en una foto de archivo.Lino Escurís
Javier Salas

La prestigiosa Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, formada por unos 2.400 científicos de primer nivel de todo el mundo (entre ellos 190 premios Nobel), acaba de expulsar al madrileño Francisco J. Ayala tras tener en cuenta las acusaciones de acoso sexual contra él que se comprobaron como ciertas en 2018. Ayala, biólogo neodarwinista considerado una autoridad mundial en su campo, pierde su categoría entre esta élite intelectual, según figura en su ficha de la Academia. En 2018 ya le fueron retirados los honores en su universidad en Irvine (California) al confirmarse tres denuncias por acoso y sexismo. Ayala, que ahora tiene 87 años, decidió dimitir como profesor.

La Academia cambió hace dos años sus estatutos para poder expulsar a miembros que incumplieran su código de conducta, lo que incluía “casos probados de acoso sexual”, como publicó Nature. Tras el cambio, la institución está revisando la situación de varios de sus miembros. El primero, el astrónomo Geoff Marcy fue expulsado hace un mes, tras tenerse en cuenta que tuvo que abandonar la Universidad de California en Berkeley por varios casos de acoso sexual.

Ahora se ha evaluado el caso de Ayala; las científicas acosadas por el biólogo fueron las primeras en anunciar la decisión el miércoles en redes sociales, y posteriormente lo confirmó Science. Además, lparece que a Academia está revisando en este momento la situación de otros dos científicos, uno de ellos otro español: el ingeniero barcelonés Sergio Verdú, según Science, que entró en la Academia en 2014 y fue expulsado de la Universidad de Princeton por acoso sexual. Verdú recurrió esta decisión de la universidad, por lo que la Academia está a la espera de que se resuelva el caso. La institución no ha respondido a este periódico sobre la situación de ambos casos.

El caso Ayala estalló en 2018, cuando la Universidad de California en Irvine, a la que ha dedicado más de 30 años y donado 10 millones de dólares, le retiró todos los honores por acoso sexual

El llamado caso Ayala estalló el 28 de junio de 2018, cuando la Universidad de California en Irvine (UCI), a la que ha dedicado más de 30 años y donado 10 millones de dólares, anunciaba la retirada de todos los honores al más importante profesor de esa institución. En una nota se aseguraba que Francisco J. Ayala, nacionalizado estadounidense, había recibido cuatro denuncias por acoso sexual de otras tantas empleadas del centro. Tras medio año de investigación y más de 60 entrevistas, llevadas a cabo por dos especialistas, se decidió dar por buenas tres de ellas porque el informe consideró acreditado que había quebrantado la normativa universitaria dedicada a proteger a su personal frente a comportamientos sexistas.

Semanas después de conocerse la investigación, y después de que la revista Science publicara el informe íntegro, Ayala explicó a este periódico que todo fue “un complot” para desprestigiarle, orquestado por los principales responsables de la UCI. Este supuesto plan incluía al rector, al decano y a la jefa del departamento. Preguntado sobre por qué el centro habría diseñado un complot contra su principal mecenas, el científico no pudo aportar pruebas ni motivos que lo justificaran. Este periódico no ha logrado ponerse en contacto con Ayala en los dos últimos días.

“Lo que quieren es perjudicarme a mí por sus propios intereses, eliminarme a mí de mi posición”, aseguraba Ayala en 2018, cuando defendía que “no todo es una invención, pero mucho de ello lo es”. En el informe que la UCI realizó en aquel momento se detallaba expresamente para cada una de las denunciantes que su testimonio era “creíble”: “No hay razones que indiquen que pudieran estar motivadas a exagerar o falsificar sus acusaciones”. Además, dudaba de la credibilidad del testimonio de Ayala: en ocho asuntos distintos, sus palabras fueron desmentidas por testigos.

Los hechos de 2018

Aquel informe de la universidad es un mosaico detallado de lo ocurrido a lo largo de los últimos años en la vida de estas mujeres, a través del relato de más de 60 testigos. En este grupo se incluyeron muchos que no tienen nada en su contra y aseguran que se trata tan solo de un hombre caballeroso y chapado a la antigua. La mujer clave en las denuncias es la que se convirtió en jefa del departamento de Ecología y Biología Evolutiva, Kathleen Treseder, que llegó en 2003 a la UCI y asegura que, desde entonces, tuvo que soportar los comportamientos sexistas de Ayala hacia ella. Treseder señala que no se lo podía quitar de encima siempre que coincidían, hasta el punto de tener que pedir ayuda. En una ocasión, cuando ella se quejó de que un hombre la había agarrado el culo al pasar en bicicleta, como ejemplo del hostigamiento sexual que sufren las mujeres, él aseguró que no podía culpar al hombre y que a él también le gustaría “agarrarle el culo”. Treseder, que dejó posteriormente el cargo, ha agradecido en Twitter la expulsión de Ayala de la Academia, aunque ha criticado que llega tarde.

Ayala explicó a este periódico que todo fue “un complot” para desprestigiarle, aunque no pudo aportar pruebas ni motivos que lo justificaran

Ayala negó a este periódico todas las acusaciones de Treseder, a quien considera la instigadora del complot. “Son absolutamente falsas. Entre otras cosas porque yo no uso ese lenguaje de tocar el culo”, aseguró en 2018. Los investigadores dan por buenas las acusaciones porque son varios los testimonios de testigos en los que Ayala sí usa ese lenguaje, como cuando bromeó diciéndole a un investigador si había disfrutado gastando el dinero de una beca en “putas y coca”.

A partir de las acusaciones de Treseder, los investigadores recabaron el testimonio de la profesora asistente Jessica Pratt como testigo, quien, en febrero de 2015, sufriría uno de los episodios más determinantes del informe. Ella iba a hacer su primera presentación en el departamento y para enchufar su ordenador se sentó en el asiento que Ayala exigía para sí mismo. Al llegar, el biólogo español comentó que si quería podía sentarse en su regazo. Estas palabras, oídas por varios testigos, constituyen la única acusación grave que reconoce Ayala, que lamenta como un “grave error de juicio”. Sin embargo, el informe recoge que Ayala lo primero que hizo fue regañar a Pratt cuando se enteró de que esta se había quejado del comentario, acusándola de ser demasiado “sensible”. Otra testigo aseguró que a ella también le sugirió que podía sentarse encima de él.

Con motivo del episodio, Ayala fue apercibido formalmente por la vicerrectora de la UCI y por el entonces jefe de departamento de que debía cambiar de actitud hacia las mujeres. En el informe se resaltan muchos comentarios que las mujeres del campus consideraron molestos, inapropiados o discriminatorios. Varios testigos aseguran que era un comentario habitual entre los miembros del campus el comportamiento inapropiado de Ayala hacia las mujeres.

Desde que se conocieron las acusaciones, el biólogo español recibió numerosas muestras de apoyo desde la comunidad científica, como dos cartas firmadas por 14 y 20 investigadoras internacionales, respectivamente, que han trabajado con Ayala y defienden su integridad. El informe considera nada convincente su versión de que se han “malinterpretado” sus cortesías, y resalta la actitud intimidante de Ayala, como muestra de que se aprovechó de su poder, y que ignoró conscientemente las advertencias que había recibido en 2015. Al presentarle los resultados del informe, Ayala dimitió: “Me dijeron que o dimitía o que me echaban”, explicó.


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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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