_
_
_
_
_

Angela Saini: “El racismo científico se usa como argumento para justificar la desigualdad”

La divulgadora británica afirma que la sociedad todavía no ha abandonado del todo las ideas científicas que impulsaron el nazismo

Angela Saini, periodista científica británica, autora del libro 'Superior'.
Angela Saini, periodista científica británica, autora del libro 'Superior'.Henrietta Garden.
Juan Miguel Hernández Bonilla

En el libro Superior, publicado hace poco en español por la editorial Círculo de Tiza, la periodista y divulgadora científica británica Angela Saini insiste en que la raza es una construcción social y no un precepto biológico. A través de un emocionante viaje histórico y científico ―que comienza en el Museo Británico de Londres, pasa por el zoológico humano de París de comienzos del siglo XX y llega hasta las cuevas australianas de hace 60.000 años― la periodista de la BBC explica la problemática e inseparable relación entre la raza y el poder.

En entrevista con EL PAÍS, Saini (Londres, 40 años) cuenta la discriminación que sufrió cuando era niña por su color de piel, advierte el peligro del regreso del racismo científico y explica cómo las ideas que sustentaron el Holocausto aún están presentes en algunos sectores de la sociedad. “La llegada de Trump al poder en Estados Unidos, el auge del supremacismo blanco y el odio a los movimientos feministas y antirracistas tienen bases científicas similares a las del nazismo”.

La periodista, ingeniera por la Universidad de Oxford y también autora del libro Inferior, expone los problemas generados por el hecho de que los hombres blancos europeos y estadounidense hayan determinado el rumbo de la ciencia en el pasado. Saini afirma, además, que la identidad de cada individuo se define por sus experiencias, la educación que recibió y las condiciones económicas en las que vive; no por sus genes.

Pregunta. En el prólogo y en epílogo del libro Superior usted afirma que la biología no es suficiente para entender el problema de la raza, ¿por qué?

Respuesta. Creo que la raza no es una cuestión genética. Cuando se inventaron las categorías raciales no se elaboraron con premisas biológicas, sino con ideas sociales e históricas. El paisaje político del mundo fue lo que impulsó a los científicos de la ilustración a tener esta idea de que el color de la piel era significativo para categorizar a los humanos, lo cual es realmente arbitrario. Entonces, a menos de que podamos entender holísticamente todas estas piezas del rompecabezas (la ciencia, la historia, la política) no creo que comprendamos lo que significa la raza.

P. Usted hace énfasis en la importancia de estudiar y entender el poder, ¿cuál es la relación de este con la raza?

R. Los seres humanos somos muy difíciles de categorizar. La única forma de hacerlo ha sido a través del lente del poder. Cualquier poder prominente que haya en el mundo se ha usado para dividir a las personas, ya sea por raza, por clase social o por casta. Todas las categorías a las que te refieras están entrelazadas con el poder.

P. En el libro dice que la ciencia siempre depende del tiempo y del lugar en que se practica, incluso que depende de las creencias políticas de los científicos, ¿cuáles son las consecuencias?

R. Esto nos recuerda que la ciencia es humana. Tengo mucha fe en ella. Estudié ingeniería y creo que la investigación nos puede ayudar a comprender los hechos y a revelar las verdades universales. Sin embargo, la única forma de llegar a esas verdades es reconocer los puntos ciegos de la ciencia. No se puede abordar la investigación a menos de que entiendas tus propios límites como científico, tus prejuicios y los filtros con que miras el mundo. Si queremos ver la naturaleza humana como en verdad es, tenemos que ser capaces de comprender nuestros límites.

“No se puede hacer ciencia a menos de que entiendas tus propios límites como científico, tus prejuicios y los filtros con que miras el mundo”

P. Sabemos que en el siglo pasado el racismo científico estuvo relacionado con el Holocausto. ¿Cómo funcionaba en ese momento y cómo funciona hoy?

R. Las ideas científicas que impulsaron ese periodo de la historia, la eugenesia en específico, decía: “Tú eres lo que eres cuando naces y tus aspectos biológicos positivos son hereditarios”. Se creía que la gente bella tendría hijos bellos, que la gente inteligente tendría hijos inteligentes. Era mejor crear ciertos grupos para que procrearan entre sí y para que otros no lo hicieran. Esa era la ideología detrás de la eugenesia. Fue esa la motivación del Holocausto, la lógica detrás del programa nazi de higiene social. Ahora entendemos cuán moralmente vacío es eso. Científicamente no tiene sentido, es absurdo, pero creo que no hemos podido abandonar estas ideas completamente.

P. ¿Por qué?

R. Por ejemplo, en Gran Bretaña, donde vivo, todavía hay mucha demonización de la clase trabajadora y de la gente pobre. Todavía creemos que la gente nace con ciertas cualidades y no hay forma de mejorar sus estados de vida. Creemos que la inequidad se debe a la genética en vez de otros factores históricos o materiales. Estas ideas de racismo científico todavía viven allí y se convierten en argumentos intelectuales para justificar la desigualdad.

P. En el libro se muestra cómo los hombres blancos europeos y americanos determinaron el rumbo de la ciencia en el pasado. ¿Piensa que aún son ellos quienes definen la ciencia?

R. La ciencia es mucho más internacional ahora, así que creo que la historia se está reescribiendo. En mi libro anterior, Inferior, mostré que cuando más mujeres ingresaron a las ciencias después de la Segunda Guerra Mundial y cuando las academias científicas comenzaron a admitir mujeres como miembros se empezó a reescribir lo que pensábamos sobre las mujeres. Se comenzaron a corregir algunos de los errores históricos en torno a las ideas de inferioridad femenina. Ahora, a medida que la ciencia se vuelve más global y más representativa, está pasando lo mismo. He dado muchas charlas en universidades y veo cómo los estudiantes de pregrado que vienen de lugares muy distintos y pertenecen a etnias alrededor del mundo están debatiendo cuestiones que nunca han sido debatidas. Hombres y mujeres de todos los continentes desafían las ortodoxias en sus campos de estudio y tratan de corregir los errores de estas disciplinas. Puedo ver que la ciencia está cambiando y que ese cambio es positivo.

P. En uno de los capítulos del libro Superior usted cuenta la discriminación que sufrió por su raza cuando era niña. ¿Qué debe suceder en el mundo para que sus hijos no experimenten algo similar?

R. En serio deseo que hubiera una respuesta más sencilla a este problema. Esto no es solamente acerca de racismo científico o intelectual, es sobre cómo nosotros pasamos ideas a nuestros hijos desde una edad temprana. Ningún niño nace con odio, pero aprenden esta conducta a medida que envejecen. Lo aprenden de sus padres y de la sociedad que los rodea. Sin embargo, la sociedad está cambiando lentamente, nos estamos volviendo más conscientes de ello. Pero también hay mucha resistencia a movimientos antirracistas como Black Lives Matter y hay reacciones violentas contra movimientos feministas. Tenemos que seguir luchando contra eso. No podemos permitir que nuestros niños se vean afectados por nuestros prejuicios. Eso es lo más difícil de todo.

“Ningún niño nace con odio, pero aprenden esta conducta a medida que envejecen. Lo aprenden de sus padres y de la sociedad que los rodea”

P. Para que estos cambios se efectúen, ¿qué le parece más importante: la política o la cultura?

R. Se deben involucrar todos los aspectos de la sociedad. Como periodista científica diría que los científicos y los académicos tienen un rol importante. Una cosa fundamental que podemos hacer, y en la que he insistido desde hace un año, es que cada vez que un niño aprenda un concepto científico, se le debería enseñar la historia detrás de esa idea. Los niños deberían saber de dónde viene, dónde se originó y cómo se debatió lo que están aprendiendo. Así dejamos de ver la ciencia como un grupo de leyes rígidas y la empezamos a ver como una entidad en constante evolución.

Más información
Angela Saini: «La biología no determina que la mujer sea el sexo débil»

P. Al final del libro, usted les pide a los lectores que no crean que tienen prioridad por su color de piel ¿cuál es la importancia de que la sociedad entienda esto?

R. Cuando reconoces que la raza es una manifestación de poder en vez de un hecho biológico, descubres que cualquier afirmación de superioridad racial no tiene ningún sentido. Deberíamos aprender que la identidad no se define por la raza o por cualquier otra categoría, sino por las propias experiencias, por la cultura en la que cada uno se cría, los valores que aprende, sus experiencias de vida y la gente que conoce. Mi ser es un producto de experiencias pasadas, el mundo en que estoy y la cultura a la que pertenezco. No podemos fijar la identidad en biología. Tenemos que entender que la identidad se conforma en nuestra relación con el mundo.

Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirte aquí a nuestra newsletter

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Juan Miguel Hernández Bonilla
Periodista de EL PAÍS en Colombia. Ha trabajado en Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS, en Madrid, y en la Unidad Investigativa de El Espectador, en Bogotá. En 2020 fue ganador del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Estudió periodismo y literatura en la Universidad Javeriana.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_