Las vacunas contra la covid, el descubrimiento científico del año
La revista ‘Science’ aplaude la velocidad sin precedentes con la que la ciencia ha encontrado una solución a la pandemia
Hay que repasar el calendario de este año para comprender bien lo que ha ocurrido. El año 2020 empezó con la noticia de unas misteriosas neumonías en la ciudad china de Wuhan. El 10 de enero, los científicos locales ya habían confirmado que se trataba de un nuevo coronavirus y habían publicado su secuencia genética. El 13 de enero, los investigadores de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de EE UU y la empresa estadounidense Moderna ya habían diseñado una vacuna. Cuando la inmensa mayoría de la humanidad ni se había enterado de la existencia del virus, la solución ya estaba en camino. La revista Science, uno de los templos de la ciencia mundial, ha seleccionado las primeras vacunas de la covid como el principal hito científico del año.
La historia se aceleró en aquellos primeros días de 2020. El 12 de enero, la dictadura china todavía afirmaba que no había evidencias de que el virus se transmitiese de persona a persona. El 20 de enero, los expertos gubernamentales confirmaron los contagios entre humanos y poco después decretaron el confinamiento de Wuhan. El 30 de enero, la OMS declaró que el brote en China era una emergencia de importancia internacional. El 11 de febrero, el virus fue bautizado como SARS-CoV-2. El 23 de febrero, el coronavirus prendió en Italia. El 11 de marzo, la OMS declaró la pandemia. El 14 de marzo, el Gobierno español decretó el estado de alarma y limitó el movimiento de los ciudadanos. El 16 de marzo, la empresa Moderna empezó el ensayo clínico de su vacuna experimental en humanos.
El director de la revista Science, Holden Thorp, recalca que las nuevas vacunas son fruto de “décadas de investigación”
“Nosotros no nos podemos comprometer ni a fechas ni a cantidades todavía, pero sí nos podemos comprometer a que estamos todos volcados en esto, trabajando 18 horas al día. Paramos solo para dormir”, explicó el farmacéutico español Juan Andrés, director técnico de Moderna, en una entrevista con EL PAÍS el 21 de marzo. El ejecutivo afirmó entonces que no creía que la vacuna pudiera estar lista antes de un año. Se equivocó. Moderna anunció el 16 de noviembre que su inyección contra la covid tiene una eficacia de casi el 95%, similar a la comunicada por la estadounidense Pfizer y la alemana BioNTech una semana antes. Han sido las primeras competidoras en llegar a la meta, pulverizando el anterior récord de la vacuna Ervebo contra el ébola, que necesitó cinco años desde el inicio de los ensayos en humanos hasta su aprobación en noviembre de 2019. La autorización generalizada de estas dos vacunas es inminente y enseguida llegarán otras, como la desarrollada por la Universidad de Oxford y la farmacéutica AstraZeneca, que simplificará la lucha contra la pandemia en los países más pobres por su menor precio y su mayor facilidad de conservación.
El director de la revista Science, Holden Thorp, sostiene que el hito de las vacunas contra la covid es un triunfo de la ciencia al completo. “La dedicación a la búsqueda de la verdad, a mejorar la condición humana y a documentarlo todo para la posteridad es común a todas las áreas de la ciencia. Y hemos llegado a este momento gracias a estos principios”, ha celebrado en un editorial.
El propio director rebaja su oda a la ciencia reconociendo “pasos en falso”, como el rechazo inicial al uso generalizado de las mascarillas, las reticencias a reconocer la transmisión del coronavirus por el aire y las irregularidades en algunos estudios científicos. “Habrá mucho tiempo para una exégesis de lo que salió mal. Pero, ahora, lo que salió bien es mucho más importante. Y lo que salió bien es que los científicos se preocuparon y reorganizaron sus vidas para llevar al mundo a un lugar mejor”, aplaude Thorp.
Las dos vacunas más adelantadas —la de Pfizer/BioNTech y la de Moderna/NIH— se basan en la misma tecnología: una receta escrita con información genética (ARN) del coronavirus para que las propias células humanas fabriquen proteínas del virus con las que entrenar sin riesgo a las defensas del organismo. Ambas vacunas son el fruto de “décadas de investigación”, según recalca el director de Science. Uno de los pasos esenciales se dio en 2005, cuando la bioquímica húngara Katalin Karikó y el inmunólogo estadounidense Drew Weissman, de la Universidad de Pensilvania (EE UU), publicaron una manera de modificar el ARN que facilitaba su uso seguro en vacunas. El biólogo canadiense Derrick Rossi cofundó la empresa Moderna en 2010 aupado a ese conocimiento. En Alemania, dos científicos de origen turco, Ugur Sahin y Özlem Türeci, fundaron BioNTech y en 2013 ficharon a la propia Katalin Karikó para desarrollar medicamentos basados en el ARN. Cuando llegó el coronavirus, las dos empresas tenían sus plataformas listas para solo tener que añadir la información genética de un nuevo virus.
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