El misterio de los ‘supercontagiadores’ del coronavirus
Análisis genéticos y epidemiológicos muestran que gran parte de los contagios están asociados a unos pocos individuos de los que se quieren estudiar los rasgos precisos para limitar futuros brotes
Entre 1900 y 1907, Mary Mallon, una cocinera irlandesa que trabajaba en Nueva York, contagió el tifus a decenas de personas. Ella no tenía síntomas y se negó a cooperar cuando George Soper, un ingeniero especializado en saneamiento, la identificó como el origen de una serie de misteriosas infecciones en los barrios ricos de la ciudad. No entendía por qué querían impedirle trabajar si ella se encontraba bien. Para secar la fuente del contagio, confinaron a la mujer en el hospital Riverside hasta 1910. Ese año fue liberada con la promesa de que no volviera a trabajar de cocinera. En 1915, 25 personas enfermaron de tifus en el Sloan Maternity Hospital de Manhattan. Una investigación descubrió que una de las cocineras de la institución, Mary Brown, era en realidad Mary Mallon. Mary, apodada como La tifoidea por los medios de la época, fue devuelta a Riverside, donde permaneció hasta su muerte en 1938.
El caso de la pobre Mary es uno de los primeros y más célebres de supercontagiadores, individuos que transmiten a muchas personas enfermedades que otros infectados apenas contagian. El fenómeno se ha descrito en muchas epidemias como las de ébola, VIH o SARS. Esta última enfermedad, provocada por un pariente del coronavirus causante de la actual pandemia, fue identificada en 2002. Un análisis del brote de la enfermedad en Singapur descubrió que, de 201 contagiados, el 81% no parecía haber contagiado a nadie. Sin embargo, cinco individuos infectaron a 10 o más de sus contactos. En total, empleando datos del progreso de la epidemia en Hong Kong y Singapur, investigadores de la Universidad de Hong Kong calcularon que alrededor del 70% de las infecciones se debían a fenómenos de supercontagio. Entonces, muchos de estos brotes se explicaban porque la persona no había sido ingresada hasta cuatro días o más después del inicio de los síntomas. Aquel hallazgo probó la importancia de identificar los casos a tiempo y aislarlos.
Algunos estudios calculan que el 80% de los casos en la actual pandemia proceden de un 10% de los infectados
Con el SARS-CoV-2, el virus responsable de la crisis actual, se estima que, si no se aplican medidas de distanciamiento social o higiene, cada contagiado pasaría el patógeno a tres personas. Pero esa es la media. En realidad, como sucedió con el primer SARS, lo normal es que la mayoría contagien poco o nada y haya algunos que contagien a muchos. Un trabajo reciente de un equipo de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres estimaba que el 80% de los nuevos casos en la actual pandemia procedían de un 10% de los infectados. En España, según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y el hospital universitario de la ciudad gallega (SERGAS), estos supercontagiadores podrían estar detrás de la mitad de todos los casos.
A partir de una muestra de 5.000 genomas del virus, el equipo, liderado por Antonio Salas y Federico Martinón-Torres, observó las mutaciones para reconstruir el comportamiento del patógeno desde su origen. “Entre las cosas positivas, hemos visto que ha habido poca variación, que es estable, y eso es mejor para que las vacunas que se están desarrollando funcionen”, explica Martinón-Torres, investigador de la USC y el SERGAS. Otro de los hallazgos del análisis es la existencia de cuellos de botella en la diversidad del virus, que a partir de ese punto se transmite a un gran número de personas. De ahí deducen los autores la presencia de supercontagiadores, en este caso, unas docenas de individuos, que contagian a 20 o 30 de sus contactos y explican la mitad de esos 5.000 contagios.
La experiencia con el SARS sugiere que la conclusión es plausible, pero Fernando González Candelas, investigador de la Fundació per al Foment de la Investigació Sanitària i Biomèdica de la Comunitat Valenciana (Fisabio) y responsable de un proyecto para reunir hasta 20.000 secuencias del genoma del virus en España, advierte de que el efecto observado podría deberse a fenómenos distintos. “Si, por ejemplo, en un lugar de trabajo, llega una persona y contagia a otra, que a su vez contagia a otra y así hasta 30, lo que observaríamos en el estudio de los genomas sería lo mismo que si una sola persona llega a ese lugar de trabajo y contagia a 30”, explica. “Se necesita un análisis epidemiológico detallado para saber quién ha infectado a quién”, añade.
Antonio Salas coincide en que ahora el interés se encontraría en identificar a esos posibles supercontagiadores y analizar sus características, tanto biológicas como de comportamiento social. “Sería muy interesante tener una muestra grande de supercontagiadores, de cientos o miles, para comprender qué sucede con ellos”, indica Salas. Por ahora, no hay estudios amplios que puedan identificar cómo son esos individuos o en qué circunstancias se manifiestan. Podría tratarse, por ejemplo, de personas que por características de su sistema inmune tuviesen una carga viral elevada, pero no mostrasen síntomas y difundiesen los patógenos durante mucho tiempo sin experimentar malestar alguno. También puede suceder que la combinación con otras enfermedades incremente la capacidad de transmisión del SARS-CoV-2. Esto mismo se ha detectado en personas que además de VIH tenían herpes, algo que elevaba los niveles de material genético del virus detectados en el semen.
En La Rioja, una persona con 30 contactos directos solo dio lugar a cuatro contagios por coronavirus
González Candelas considera muy relevante identificar a estos supercontagiadores y conocer sus particularidades, aunque cree que por el momento “es más fácil identificar las características de los entornos de riesgo que las de los individuos”. “Ahora, tenemos la mayor parte de infecciones en residencias de mayores, en centros sanitarios y algo aún en las familias. Habría que hacer más pruebas en según qué entornos y no en otros”, apunta. “Así, podríamos también fortalecer las medidas de distanciamiento social o uso de mascarilla en lugares cerrados o aliviarlas, siempre que encontrásemos pruebas que lo justificasen, en el exterior”, plantea.
Mientras los investigadores acumulan evidencias sobre el comportamiento del virus y su forma de transmisión, los gestores tienen que trabajar con los datos limitados de que disponen. En La Rioja se dio uno de los focos de contagio más notorios de las primeras semanas de la pandemia. El 12 de marzo, esa comunidad autónoma era una de las más afectadas por la covid-19 de España, con 185 casos, la gran mayoría relacionados con un foco en Haro. Allí llegó el virus después de que el 23 y el 24 de febrero casi cien allegados participaron en el velatorio y funeral de un hombre en Vitoria. Enrique Ramalle, director General de Salud Pública, Consumo y Cuidados de La Rioja, explica que no atribuyen el caso de Haro a un supercontagiador. “Allí hubo muchas personas durante dos días, en un espacio cerrado, además en febrero, que hacía frío, y estarían las ventanas cerradas, y en una época en la que aún se desconocía la posibilidad de contagio”, explica Ramalle.
“Ahora, en los casos que hemos detectado, y quizá por el confinamiento, hemos visto que el número de contactos estrechos no es muy alto, unos ocho o diez por persona”, señala. “Hasta ahora, el caso con más contactos, tenía 30 y se dieron 4 contagios”, añade. Ramalle afirma que no tienen constancia de casos de supercontagio, pero apunta a que las circunstancias pueden cambiar con el desconfinamiento. Por último, pide tacto con la forma de tratar el tema de Haro.
Esta es otra de las preocupaciones del estudio de los focos de elevado contagio y la identificación de supercontagiadores. Un reciente brote en Corea del Sur se relacionó con locales de fiesta LGTB y los contagiados en Haro pertenecían a familias gitanas de la localidad. La tendencia a estigmatizar a los infectados, como si fuesen responsables de la enfermedad, puede ser nocivo para el control de la misma al llevar a ocultarla hasta que sea demasiado tarde.
Salas considera que hay que desterrar la idea de la culpabilidad de los contagiados y que desarrollar un perfil de los supercontagiadores puede aportar una comprensión sobre la pandemia de la que ahora carecemos. “El conocimiento a veces no necesita un objetivo concreto y las soluciones muchas veces llegan cuando sabemos más sobre un problema, del lugar menos esperado”, concluye.
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