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LA CRISIS DEL CORONAVIRUS
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Después del coronavirus

Es probable que necesitemos un plan de atención psiquiátrica para atender a los recuperados de la UCI

Javier Sampedro
Una mujer disfruta del sol en su confinamiento en Belfast, Irlanda del norte.
Una mujer disfruta del sol en su confinamiento en Belfast, Irlanda del norte.JASON CAIRNDUFF (Reuters)

Hay científicos españoles que abogan por un plan de seguimiento médico y, sobre todo, psiquiátrico de los pacientes graves que han superado el coronavirus, en general tras largas estancias en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de su hospital. Tienen argumentos persuasivos, aunque no sistemáticos, pues esto es imposible en estos inicios de la crisis. Son justo las percepciones anecdóticas de fuentes solventes las que nos pueden permitir adelantarnos a lo que vendrá después del coronavirus. Solo entonces podremos hacer las investigaciones cuantitativas. Merece la pena considerar la cuestión ahora, por fragmentarios que sean aún los datos.

El número de pacientes graves de covid-19 que se han recuperado en España frisa ya los 100.000, y los médicos, en mitad del huracán que apenas ha empezado a amainar, empiezan a volver su atención hacia ellos, en la medida de sus recortadas y privatizadas posibilidades. Como ha publicado este periódico con lujo de detalles, el coronavirus (SARS-CoV-2, en la jerga), no solo daña los pulmones, sino también los riñones, el corazón, los vasos sanguíneos y el cerebro, por citar unos cuantos órganos. Por lo que los médicos saben de otros virus respiratorios, es probable que la neumonía grave causada por la covid-19 conduzca tras la recuperación a cicatrices en los alveolos y los consiguientes problemas respiratorios. Las neumonías graves también suelen dejar como secuela un riesgo incrementado de infartos, ictus e insuficiencias renales. La periodista Kelly Servick presenta en Science un deprimente censo de angustias.

Luego está la cuestión psiquiátrica, que puede resultar más chocante aún al desocupado lector. Para empezar, cualquier paciente que pase un largo periodo en la UCI —y los de covid-19 están batiendo marcas de permanencia— queda expuesto a unas complicaciones mentales y cognitivas bien conocidas por los médicos. Delirio, depresión, ansiedad, irritabilidad, estrés postraumático. Muchas de ellas se deben a que ha habido que intubarles para que superen su fracaso respiratorio, y eso implica una sedación profunda durante semanas.

Los médicos están detectando muchos casos de delirio en los pacientes recuperados. Ello se puede deber en parte al propio virus, que infecta el cerebro, pero es probable que los sedativos de la UCI tengan un papel importante. Según el intensivista Wesley Ely, de la Universidad de Vanderbilt, los hospitales estadounidenses se están quedando cortos de los sedativos más habituales y mejor comprobados, y se están viendo forzados a utilizar otros de los que se sabe que causan “un delirio intenso y prolongado”. Los protocolos aconsejan interrumpir de vez en cuando la sedación y darle un voltio al paciente a ver si puede andar y respirar, aunque sea con su respirador, pero eso requiere de un personal que no da abasto en la situación actual.

Es probable que necesitemos un plan de atención psiquiátrica para atender a los recuperados de la UCI, que hoy son 100.000 y esperemos que sean muchos, muchos más en las próximas semanas y meses. Quizá sea hora de ponerse a ello.

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