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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Heridas abiertas

Los desvelos de Ximo Puig para facilitar el camino hacia la Moncloa de Pedro Sánchez sabremos si se ven correspondidos en breve, siempre y cuando haya nuevo Gobierno

Amparo Tórtola
Pedro Sánchez y Ximo Puig, en mayo de 2016.
Pedro Sánchez y Ximo Puig, en mayo de 2016.JAVIER LIZÓN (EFE)

En mayo de 2017, contra todo pronóstico, las primarias socialistas dieron el triunfo a Pedro Sánchez frente a Susana Díaz, la lideresa del PSOE andaluz. Las crónicas del momento destacaron que las bases del partido -188.000 militantes- se “impusieron al aparato”, dijeron “no” a la vieja guardia, e hicieron un corte de mangas a los llamados barones, título nobiliario que en el argot del PSOE se emplea para referirse a los dirigentes autonómicos socialistas.

Entre los barones que apoyaron a Díaz frente a Sánchez destacó la figura de Ximo Puig, presidente del Consell desde 2015 y secretario general del PSPV-PSOE. Aquel posicionamiento de Puig deterioró aún más las ya de por sí maltrechas relaciones de este con Pedro Sánchez, y fracturó al PSPV-PSOE. La mayoría de militantes socialistas valencianos, contrarios a la candidata andaluza, no entendieron que su jefe de filas secundara a Susana Díaz, tan jacobina ella y tan ajena a la concepción federalista del PSOE y de España defendida con ahínco por Puig.

Los más sabios de la tribu suelen decir que es más fácil abrir heridas que cerrarlas. Tienen razón. La herida abierta entre Puig y Sánchez está lejos de cicatrizar y los hechos posteriores a aquel proceso de primarias han venido demostrando que el presidente del Gobierno en funciones ni perdona ni olvida.

Verbigracia: en julio de 2017, apenas dos meses después del proceso de primarias reseñado, Puig tenía expedito el camino para ser reelegido líder del PSPV-PSOE en el XIII Congreso de este partido. La figura de un contrincante alternativo era inimaginable y, sin embargo, surgió. Rafa García, alcalde de Burjassot (Valencia), plantó batalla orgánica a Ximo Puig, auspiciado por José Luis Ábalos, quien acababa de ser designado por Pedro Sánchez secretario de Organización del PSOE. Circulan dos versiones interesantes: una dice que la candidatura de García fue un empeño de Ábalos, bendecido por Sánchez. Otra, con más morbo, señala al propio Sánchez como autor intelectual del intento de desestabilizar a Puig poniendo en jaque su liderazgo. En ambos casos lo que se visualizó es que Pedro Sánchez le pasó al presidente valenciano la factura por su entusiasta apoyo a Susana Díaz.

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Regresemos al presente. Las circunstancias actuales -un gobierno del Estado en funciones a la espera de que los soberanistas de ERC levanten el pulgar o lo bajen- han auspiciado un acercamiento, al menos aparente, entre nuestros protagonistas. Sánchez y Puig se desenvuelven ahora en la vida pública con una sintonía de discursos asentada en tres hitos: defensa de un gobierno de coalición del PSOE con Unidas Podemos, diálogo para desatascar la cuestión catalana, y avance hacia un modelo federal que, de entrada, no exigiría reformar la Constitución y sí reforzar el papel institucional del desacreditado Senado. El catalán Miquel Iceta, líder del PSC, emite en la misma frecuencia.

La política, una vez más, ha hecho extraños compañeros de cama. Puig está totalmente alineado con Sánchez y espera que si este alcanza el objetivo de ser investido presidente del Gobierno de España, le agradecerá los servicios prestados a la causa. La lista de reivindicaciones de Ximo Puig como presidente del Consell -la denominada agenda valenciana- es corta pero sustanciosa: nuevo modelo de financiación autonómica, mayor esfuerzo inversor del Estado en la Comunidad Valenciana -tal y como estaba previsto en los Presupuestos abortados- y respaldo inequívoco al corredor mediterráneo.

Puig está dispuesto, incluso, a hacer el papel de mediador con la fauna política catalana más esquiva y desconfiada; no es menor este asunto porque una intervención en cuestión tan espinosa como esta puede dar munición a los partidos de la oposición en la Comunidad Valenciana. PP, C’s y Vox mantienen en estado de revista la bandera anti catalanista para hacerla ondear a la menor oportunidad.

Los desvelos de Puig para facilitar el camino hacia la Moncloa de Pedro Sánchez sabremos si se ven correspondidos en breve, siempre y cuando haya nuevo Gobierno y no una nueva convocatoria electoral.

Si la herida se ha cerrado del todo o no ha acabado de cicatrizar lo comprobaremos cuando se convoque el XIV Congreso del PSPV-PSOE y se despeje la incógnita de si Puig aspira o renuncia a la reelección como secretario general de los socialistas valencianos. Si decide que sí y no surge de nuevo un candidato alternativo a su figura como en 2017, habrá que concluir que sí, que la herida se cerró.

A la espera de acontecimientos futuros y por aquello de “por si acaso”, unos y otros en el PSPV-PSOE no descartan nada y trabajan ya en clave orgánica con la vista puesta en la próxima cita congresual. Los más cercanos a Puig reconocen, como aquellos sabios de la tribu, que las heridas no se cierran fácilmente. Y conviene estar preparados. Los que acompañaron a Pedro Sánchez en su travesía del desierto, sonríen y callan.

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