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Madrid, capital ¿verde o gris?

Aunque la ciudad tiene los mimbres para ser sostenible, con una densa red de transporte público o amplias zonas verdes, el Ayuntamiento evidencia una errática política medioambiental

Acción de Greenpeace en la que cambiaron las letras del letrero del Ayuntamiento en la puerta de Alcalá.
Acción de Greenpeace en la que cambiaron las letras del letrero del Ayuntamiento en la puerta de Alcalá.GREENPEACE
Pablo León

Madrid se acostó el domingo siendo verde, “green capital”, para despertarse el lunes, en el arranque de la Cumbre del Clima (COP25), como gris, “grey capital”. El Ayuntamiento, gobernado por PP y Cs, instaló la semana pasada unos setos junto a la puerta de Alcalá para sacar pecho de su política medioambiental: “Madrid Green Capital”, se podía leer. “Madrid Grey Capital”, aparecía tras una acción realizada por Greenpeace. “Queremos denunciar la inacción del Ayuntamiento para luchar contra el cambio climático”, explican desde la organización ecologista. Consideran que el Ayuntamiento practica el “greenwashing”: es decir que emite “palabras bonitas”, pero elude las “acciones reales” para frenar la emergencia climática.

Los ecologistas usan como ejemplo la estrategia municipal para reducir la contaminación. Tras anunciar una moratoria a Madrid Central —zona de bajas emisiones que limita el acceso de los vehículos más contaminantes al corazón de la urbe y que ha reducido de manera notable la polución—, el Ayuntamiento reculó, obligado por varios jueces. “Somos el Gobierno que ha aplicado Madrid Central íntegramente”, apuntaba esta semana el alcalde Martínez-Almeida en el arranque de la COP25. Aunque prometió eliminar la ZBE, en los últimos días el alcalde ha admitido que incumplirá esa promesa electoral.

El alcalde también sacó pecho de Madrid 360, una estrategia contra la contaminación que sustituiría al Plan A de Calidad del Aire (del que Madrid Central es solo una medida). Aunque desde Cibeles dijeron que era “más ambicioso” que su predecesor, la realidad es que lo descafeinaban. “No solo es que Madrid 360 va a permitir la entrada de más coches al centro, sino que han intentado desmontar medidas que funcionan con una política errática”, describe Adrián Fernández, responsable de movilidad de Greenpeace. Los vehículos son la principal fuente de emisiones en Madrid —las calderas son residuales y no hay casi industria emisora— algo que Fernández ve como positivo: “La solución está en nuestra mano, si se consigue avanzar en movilidad sostenible”, avisa.

Madrid es una de las ciudades europeas en las que más se camina (tres de cada diez trayectos diarios, según datos municipales) y más se usa el transporte público (tres de cada diez). Por detrás el coche (28%) y muy lejos la bicicleta (en el entorno del 1%). Con respecto a las dos ruedas: a la vez que desmantela carriles bici, el Ayuntamiento se ha comprometido a construir un carril bici en el paseo de la Castellana.

La capital cuenta con una sólida red de transporte público. Lidera Metro, gestionado por la Comunidad de Madrid y que ha celebrado este año su centenario: “Movilizamos al día a 2,5 millones de viajeros en una red que cuenta con 302 estaciones, 294 kilómetros de longitud que llegan a 12 municipios de la comunidad. Este año esperamos marcar otro pico de demanda”, explica Silvia Roldán, consejera delegada de la empresa pública. “Apostar por la movilidad sostenible es viajar en Metro. Viajar en suburbano ahorra emisiones: concretamente, ahorramos las emisiones de 77 millones de vehículos al año”, agrega Roldán. La responsable de Metro vincula la sostenibilidad con la gestión y resalta Madrid Subterra, un proyecto mixto público-privado (Metro aporta información y financiación) que explora el potencial energético del subsuelo (del calor residual al agua que recogen en sus colectores). Ahora trabajan en la atemperación de la estación de Avenida de América reaprovechando la energía subterránea.

Setos instalados por el Ayuntamiento en los que resaltaba su política medioambiental.
Setos instalados por el Ayuntamiento en los que resaltaba su política medioambiental.JAIME VILLANUEVA

Por su parte, el Ayuntamiento gestiona la Empresa Municipal de Transporte (EMT), de la que dependen los buses urbanos o el servicio de bicicleta pública Bicimad. Los trabajadores han organizado protestas esta semana para denunciar la “degradación” del servicio. Para el experto de movilidad de Greenpeace, “Madrid tiene las bases para tener un transporte público ejemplar. “Pero la red está infrautilizada”, agrega Fernández, “tiene capacidad para dar más servicio y ser más eficiente”.

Antes de ser modificados, los setos con el mensaje “Madrid Green Capital” también despertaron las suspicacias de los ecologistas. La denominación Green Capital es una distinción europea a las urbes que destacan por su compromiso medioambiental y Madrid carece de esa denominación (en España solo Vitoria la ostenta). “Puede que no haya ilegalidad en el uso del nombre, porque no está registrado, pero me parece muy burda la apropiación”, opina la concejala Inés Sabanés (Más País), exdelegada de Movilidad y Medio Ambiente con Carmena. “No sé si lo han hecho por ignorancia o por intentar vender, durante la COP 25, la imagen de que hacen muchos esfuerzos medioambientales”, continúa la edil. “No está bien apropiarse de una marca, pero menos si estás tomando una serie de decisiones que torpedean las principales medidas para ser una capital verde de verdad”, agrega.

Desde Cibeles justificaron el nombre usado porque hacía referencia al “patrimonio verde de la capital” y a sus “siete millones de árboles”. Es cierto que Madrid tiene amplias zonas verdes (50 kilómetros cuadrados; 15,8 metros cuadrados por habitante), pero distribuidas de manera heterogénea: “Hay una enorme extensión verde, El Pardo y la Casa de Campo, que hace que esa ratio suba. Es un valor, pero debe complementarse”, analizan desde Greenpeace que reclama una “verdadera política forestal urbana”. Desde el Ayuntamiento defienden su apuesta por “reequilibrar las zonas verdes de Madrid” con proyectos como nuevos parques o la creación, esta legislatura, de un bosque urbano.

“La recogida selectiva de materia orgánica ya está implantada en todos los distritos de Madrid, salvo en el distrito Centro donde llegará en 2020”, explican desde el Área de Medio Ambiente. Una propuesta lanzada por el equipo anterior y que fomentará una mejor gestión de los residuos. “Somos el único Ayuntamiento de la región que ha instaurado el cubo orgánico”, remarca Sabanés, que lamenta no haber tenido contado para su implantación ni de la oposición ni de la Comunidad, gobernada también por el PP y Cs. “Para el tratamiento de los restos orgánicos y su transformación en compost se va a construir una nueva planta en Valdemingómez”, inciden desde el Ayuntamiento que remarca también la política de puntos limpios móviles y de proximidad para fomentar el reciclaje. Otro de los puntos sobre los que el Ayuntamiento se muestra preocupado es por el consumo de agua. “Hay una ordenanza de eficiencia del uso del agua que nos ha permitido ahorrar 60 hectómetros cúbicos de agua al año, lo que equivale al consumo anual de una ciudad como Zaragoza”, indican. Además, cuentan con una red de estaciones de gestión de aguas residuales (ocho en toda la urbe) de manera que “toda el agua que se consume en la ciudad se devuelve a los ríos es perfectas condiciones”.

A pesar de los esfuerzos, desde Greenpeace reclaman “acciones reales a la clase política en todos los niveles (municipal, autonómico y estatal) para poner fin a los combustibles fósiles”, explica Tatiana Nuño, responsable de la campaña de Cambio Climático de la ONG. Para la organización, la capital “tiene papeletas para ser una ciudad sostenible”: “No está tan mal, pero sin una política clara y definida no va a triunfar. Y esa política tiene que venir liderada por el Ayuntamiento”.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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