Los Mossos, atrapados en el ‘procés’
Las heridas todavía abiertas tras el referéndum del 1-O y el juicio que se celebra en el Tribunal Supremo pasan factura a la policía catalana
Un mando intermedio de los Mossos d’Esquadra se vale de una imagen para definir la situación que se vive en la actualidad en el cuerpo policial autonómico: “Un despacho cualquiera con una tele encendida y un juicio que se transmite en directo. Diferentes personas trabajando en ese despacho en silencio. Declara un guardia civil. Da igual cuál. Y de repente, de lo más profundo del despacho, se oye una voz que dice: ‘Joder, es que tiene razón’. Y otra voz a unos siete metros le responde: ‘¿Razón en qué? ¿No ves que está mintiendo?”.
Los Mossos viven atrapados en el procés: primero, por las consecuencias que tuvo para el cuerpo el desafío independentista, que los dejó intervenidos, divididos, cuestionados y con unas heridas abiertas de las que aún intentan sanarse; y ahora, por el debate público sobre su trabajo para impedir el referéndum que se revive en el juicio del Tribunal Supremo desde hace más de dos meses. “Cada uno interpreta las declaraciones en función de su ideología”, explica ese mismo mando.
Las fuentes policiales consultadas opinan de forma diferente según el lugar que ocupan en la escala del cuerpo. “Hartazgo” es una palabra repetida en la base. “Han conseguido trasladar las batallas políticas a los uniformados”, lamentan. “Cada día que pasa, la distancia entre la cúpula y la base se amplía”, añade otro agente. Creen que el procés, que debiera ser un conflicto político, ha mutado en un problema policial y eso ha supuesto “barbaridades” como que en campaña electoral Vox pidiese su disolución. “La máxima preocupación que tenemos es cómo afectará todo esto al futuro del cuerpo de Mossos”, reflexionan.
En la otra punta, en la cúpula, hay una mezcla de sentimientos. Mandos del cuerpo se refieren al “brutal alivio” que supuso exponer su versión de lo sucedido, con las declaraciones del major Josep Lluís Trapero y de los comisarios Ferran López y Joan Carles Molinero, que dirigían el cuerpo durante el 1-O. “Ha sido un descanso poder explicar a la sociedad en general, además de al tribunal, lo que habíamos hecho, nuestra verdad, demostrar que no tenemos claroscuros”, dicen.
La parte negativa, según indican diversas fuentes, es cómo la presión del juicio ha afectado a la estructura de mando de los Mossos. “No hay nadie liderando”, lamentan algunos jefes del cuerpo. Políticamente, indican, hay unos responsables que solo piensan en la independencia y en los presos del procés. Se refieren a la “esquizofrenia” de tener que hacer cumplir la ley y estar a las órdenes de unos políticos que juegan con la idea de violarla. Operativamente, describen a una cúpula policial amedrentada por las consecuencias del juicio y atrapada por su deseo de agradar a la judicatura. “Se dirige el cuerpo sin estrategia, sin pensar en la protección al ciudadano”, analizan.
Otros jefes admiten que los “equipos operativos” ven una “carencia de liderazgo”: “Para ellos la actual dirección es un sinsentido sin rumbo. Y es complicado encontrar el equilibrio diario que permita mantener la tensión”. “Lo que más preocupa al grueso de la plantilla es la total ausencia de una dirección política”, añade otra de las personas consultadas, de la escala intermedia.
Un ejemplo de la falta de criterio que de manera espontánea refieren diversos policías son los nuevos comisarios nombrados en abril. “Solo hay que mirar sus trayectorias y edades”, señalan, en referencia a que dos de los ocho elegidos tienen 60 y 61 años, y otros dos, 56 y 57. “¿Qué proyecto para el cuerpo tiene una persona de 61 años?”, reprochan, sobre unos ascensos que nunca agradan a todos. A partir de los 57 años, los mossos pueden retirarse de la primera fila.
El dispositivo Toga es otro ejemplo de disgusto: la obligación, por orden de los jueces, de que una patrulla de agentes autonómicos custodie cada edificio judicial de Cataluña —más de 60— después de los ataque sufridos por parte de los Comités de Defensa de la República (CDR) y Arran, vinculada a la CUP. “Tenemos que estar vigilando los edificios y dejando a la ciudadanía sin protección efectiva”, protestan. Los Mossos sufren una falta de efectivos estructural (unos 2.000, según los sindicatos). Una dirección policial valiente, desaprueban algunos mandos, habría propuesto alternativas a los jueces, haciéndoles comprender el precio que hay que pagar por esa protección 24 horas, todos los días.
A pesar de todo, hay quien vislumbra la luz al final del túnel. “Hemos invertido en tender los puentes [con jueces y fiscales] y tras las últimas declaraciones en el Supremo se ha apreciado la sinceridad de los comisarios y eso ha sumado. Poco a poco, la situación se va revertiendo”, observan. Lo que se traduce en “pequeños tics” de mejora en aquellas relaciones profesionales que estaban muertas.
Disgusto por la nueva área de escoltas de Quim Torra
En enero, a través de un decreto y sin tener en cuenta la opinión de la cúpula de los Mossos, que dirige el comisario Miquel Esquius, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, anunció la creación de una nueva área de escoltas para dar seguridad a presidentes y expresidentes. Sus funciones las definirá el departamento de Presidencia y, orgánicamente, su jefe será también un político: el director de la policía catalana. La decisión ha sentado mal en el cuerpo policial. Hay quien lo cuestiona precisamente por la carencia de mossos en las calles. "Falta gente en todas partes y se sacan esa unidad que quieren dotar con hasta 270 efectivos [la cifra oficial todavía no ha sido comunicada]. Y si no eres afín al régimen, ni te presentas", se quejan desde la base del cuerpo. "Trapero no hubiese permitido algo así", añaden desde la estructura de mando sobre la dirección clara que ejercía el major. Públicamente, solo se han quejado los sindicatos de base de los Mossos. El proceso de selección de los nuevos escoltas sigue todavía en marcha, y las plazas serán de libre designación.
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