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“El ganchillo tiene futuro porque se reinventa”

Mercedes Grosso regenta la única tienda textil con materiales veganos que existe en la capital

Mercedes, propietaria de Black Oveja
Mercedes, propietaria de Black OvejaJENIFER SANTARÉN

La crisis dejó sin trabajo a la arquitecta Mercedes Grosso (Caracas, 46 años). Fue la ocasión perfecta para dedicarse a lo que siempre quiso: diseñar ropa. Enviaba sus creaciones a pequeños talleres para que las cosieran y luego las vendía en mercadillos de jóvenes diseñadores. Mataba el tiempo tejiendo y la gente, al verla, le preguntaba si impartía clases. Tanto le insistieron que puso un anuncio para organizar talleres. El éxito le llevó a alquilar un local en 2011, donde también vendía telas, hilos y lanas. Hace cuatro años visionó unos documentales y leyó sobre el derecho a la vida de los animales. Decidió convertir Black Oveja en la única tienda textil con materiales veganos que existe en Madrid.

¿En qué consiste el negocio?

No vendemos ningún material de origen animal, como puede ser la lana, el cuero y la seda. Es un tema ético, estamos contra la explotación animal.

¿Los hilos y lanas veganas pueden salvar al mundo?

Es una acción demasiado pequeña para salvarlo. Supone una apuesta por hacer las cosas de otra manera. Contra los gigantes de la producción no se puede luchar. Es una alternativa ecológica y si se multiplica, puede haber un cambio.

¿Las labores siguen siendo cosa de mujeres?

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Vienen pocos hombres, pero vienen. Siempre tenemos uno o dos en nuestros talleres de fin de semana. Digamos que son el 5% del total.

¿Por qué no acuden más hombres?

Muchos sienten vergüenza, o no les atrae lo que hacemos. Al final es un tema social. La gente viene a nuestros cursos a aprender, pero también para socializarse. Por eso tenemos muchas madres jóvenes, embarazadas y muchas treintañeras.

¿Qué buscan?

Es como ir al gimnasio. Llegan del trabajo estresadas y aquí se relajan, hablan y quedan para salir a tomar algo.

O sea, una terapia basada en el ganchillo…

Aquí tienen la posibilidad de trabajar con las manos, de construir su propia ropa. Trabajar frente a la pantalla de un ordenador nos ha hecho perder contacto con la realidad. Soy amante de la tecnología, pero el ser humano también necesita hacer cosas con sus propias manos. Da mucha satisfacción personal y te ayuda a desarrollar la paciencia. La artesanía es una necesidad espiritual.

¿Hay mucha gente que se haga su propia ropa?

Hay mucha gente que está concienciada contra el fast fashion, que quiere evitar acudir al mercado. En vez de comprar muchos pantalones, se compra uno y el resto se los hace.

¿Nuestro modelo de vida está acabando con la costura?

Es normal. Ahora no dependemos de saber coser para vestirnos. Siempre nos gusta hacer cosas para nosotros mismos, por eso la gente sigue cocinando y no compra alimentos precocinados cada día.

¿Coser es un lujo?

Sí, porque tienes que hacer un gasto en materiales y en tiempo que no compensa. Pero también es un lujo ir a comer a un restaurante.

¿Tiene futuro el ganchillo?

Tiene futuro porque se reinventa. Hay muchas diseñadoras jóvenes que le han dado un vuelco. Hacen cosas distintas, no el típico tapete de la abuela. Usan la misma técnica, pero el producto es diferente.

¿Una evolución?

Del paño de sofá hemos pasado a mochilas, cestos, alfombras o muñecos que cambian el clásico algodón blanco por fosforito y otros materiales como cuerdas. Además, se ha incorporado el diseño gráfico. La costura es muy creativa porque implica tomar muchas decisiones sobre diseño.

¿A qué edad hay que iniciarse?

No hay una edad. Se puede empezar siempre que se llegue a los pedales de la máquina de coser. Tengo a dos alumnas con 12 años. Sus madres no cosen, pero ellas se empeñaron en hacerlo. Para comenzar con el ganchillo, al menos hay que tener seis o siete años.

¿Debería estudiarse en los colegios?

Los países escandinavos lo hacen. Hay métodos creativos, como el método Waldorf, que ponen a los niños a usar un telar antes de enseñarles a leer. Así consiguen los instrumentos necesarios para aprender. En otros sitios cambió todo porque cambiaron los modelos de producción. Ahora hay un movimiento que lo ha retomado por placer, y lo reinterpreta.

¿Se puede innovar?

Siempre. Las técnicas están ahí, se pueden usar para lo que se quiera. La japonesa Toshiko Horiuchi hizo un parque infantil de ganchillo con bolas enormes de las que se cuelgan los niños. Y la portuguesa Joana Vasconcelos ha forrado con crochet objetos como un piano.

¿Está Madrid preparada para eso?

Claro que sí. Es algo que se ha usado mucho. Los árboles de la plaza del Dos de mayo ya se cubrieron con ganchillo

Un Madrid vegano

En el pequeño y acogedor negocio que regenta Grosso hay dos cosas que llaman poderosamente la atención. Una, el colorido de sus estanterías. Hilos de todas las tonalidades llegados desde Turquía y telas con estampados japoneses. La otra, unas octavillas perfectamente dispuestas a la entrada de la tienda. En ellas se explica qué significa ser vegano. Según el texto, se trata de un principio ético que busca "la liberación de los demás animales de la dominación humana". El veganismo se ha convertido en una forma de relacionarse con los demás. La web Madrid vegano recopila restaurantes, tiendas de moda y de estética dedicadas a aquellos que eligen esta opción. Las alternativas no dejan de crecer.

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