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“Si los políticos cantasen en coro, todo iría mejor”

Aldara Velasco estaba llamada a ser una instrumentista de orquesta y un giro en su vida la puso al frente de DalaNota, donde ayuda a niños en riesgo de exclusión social a través de la música

Aldara Velasco, en un colegio de Lavapiés donde da clases a niños en riesgo de exclusión social.
Aldara Velasco, en un colegio de Lavapiés donde da clases a niños en riesgo de exclusión social.ÁLVARO GARCÍA
Berta Ferrero

Aldara Velasco transmite a través de acordes menores. Hija de madrileño y chilena, nació hace 34 años en la capital y desde pequeña sabía que lo suyo era vivir la música y, si era posible, de ella. Eligió la viola, o la viola la eligió a ella, y se dedicó a estudiar, como si el mundo se descifrara solo a través de un pentagrama. Quería formar parte de grandes orquestas como violista pero, tras una lesión, dedica su vida a encauzar a niños en riesgo de exclusión social a través de la música.

 ¿Cómo se reorientó, en la vida y en el trabajo, tras la lesión?

Pues de una forma muy natural. No tenía sentido seguir en Holanda, donde seguía estudiando. Y si yo no podía tocar quería al menos transmitir el conocimiento que había adquirido.

Cuando una lesión te cambia el rumbo

Dedicó 14 años a vivir entre notas en el conservatorio y se convirtió en una gran instrumentista de orquesta. Con el grado superior en la mano se fue a Holanda, a seguir formándose y, tras cuatro años sin parar, una lesión en el brazo frenó sus aspiraciones. Entonces el pentagrama de su vida se abrió en dos.

Y se fue a dar clases a zonas desfavorecidas.

Me fui a Colombia a trabajar en la Fundación Batuta. Necesitaban profesores en zonas rurales para dar clases de música, gratis, a menores vulnerables. Yo estuve en la selva del Chocó. Fundación Batuta trabaja para que las poblaciones más alejadas de Bogotá tengan alternativas a bandas, drogas… Y aquella experiencia me curó a mí también.

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De hecho, hasta se curó del brazo. Pero ya no volvió a retomar sus aspiraciones. ¿Por qué?

Porque de esta manera puedo aunar dos cosas que me apasionan. Hablé con unos compañeros míos que habían seguido el mismo camino que yo y decidimos montar nuestro proyecto desde cero, aquí en Madrid, en Lavapiés. Montamos DalaNota, un proyecto músico-social para niños vulnerables.

¿Qué les ofrece la música?

Son niños que se sienten apartados, que suspenden, que no tienen recursos. A través de la música conseguimos centrar sus vidas, equilibrarlas. Aprenden a tocar, dan conciertos, a veces los organizan ellos mismos, y cuando va gente y les aplauden se sienten importantes, sienten que valen para algo. Luego trabajamos capas más profundas porque algunos llegan con problemas muy graves. Así poco a poco se cambian algunas realidades.

Habrá quien piense que es un proyecto con un punto naif...

Puede que alguien lo piense, pero le invitamos a que pase una tarde con nosotros. Aspiramos a cambiar el mundo, pero desde nuestra calle, desde el barrio. Se ven cambios bestiales.

¿Qué casos le vienen a la mente para explicar su proyecto?

Por ejemplo, a un niño en concreto le iban a diagnosticar trastorno por déficit de atención y ya iba a ser un niño TDA toda la vida. Tenía seis años, era súper pequeño; ahora tiene siete y no le van a dar pastillas. La música te ayuda a tener rutinas, a tener un compromiso, a centrarte, a tener una responsabilidad, a saber que estás aprendiendo esto pero sabes que mañana darás un pasito más. Te centra mucho.

¿Es fácil vivir de eso?

Bueno, en eso estamos. Llevamos tres años. El primero fue completamente un voluntariado. En el segundo, conseguimos algo de financiación, pero poco, y en el tercero, un poco más. España está mucho más atrasada que Latinoamérica en todo lo referente a los proyectos sociales. Aquí tienen que ver resultados para creerse algo.

¿Cuántos alumnos tienen?

El año pasado 70 y este curso tendremos 100. Poco a poco. Hay países como Suecia que con un programa parecido ayudan a 2.000 niños, porque tienen apoyo estatal. Hasta en Portugal, que lo tenemos al lado, están más avanzados: llevan 10 años con un proyecto así y ayudan a 800 niños.

Dicen que la música amansa a las fieras, ¿habría que ponérsela a quienes deciden cómo distribuir el dinero?

Desde luego, la música debería ser obligatoria en cualquier ámbito. Si los políticos hablaran a través de la música se comunicarían mucho mejor. Pondría música en toda la política. En el Parlamento. Les pondría en coro. Iría todo mejor. Que cantaran juntos, seguro que así empiezan a convivir desde otros aspectos.

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Sobre la firma

Berta Ferrero
Especializada en temas sociales en la sección de Madrid, hace especial hincapié en Educación o Medio Ambiente. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Cardenal Herrera CEU (Valencia) y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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