Historia de la Docta Casa
Una serie de libros de Víctor Olmos relatan anécdotas y tertulias del Ateneo de Madrid desde su fundación
Dice la leyenda que en el Ateneo una vez se debatió sobre la existencia de Dios. Y que Dios, su existencia, salió perdiendo por un voto. Apócrifa o no, la anécdota demuestra la libertad de pensamiento e inquietud intelectual que se les presupone a los miembros del Ateneo de Madrid, ese estrecho edificio apretado entre sus dos vecinos en el número 21 de la calle del Prado, en cuyo frontispicio lucen efigies de Alfonso X y Velázquez. Una institución que en 2020 cumplirá 200 años. Su fundación se hilvanó en los vientos liberales y románticos. Un lugar donde discutir de todo.
“El Ateneo es la dignificación del saber por el saber”, dice el actual presidente de esta Docta Casa, César Navarro. “Es para la gente que busca adquirir cultura, conocimiento más allá del dato, y una equidistancia entre la ética y la estética”. Además de dedicarse a la difusión de la cultura, en el Ateneo se ha cocido buena parte de la peripecia política del país. No en vano nueve de sus presidentes también lo fueron del Gobierno (entre ellos, Segismundo Moret, Salustiano Olózaga y Cánovas del Castillo) y en sus salones se escenificaron las luchas entre diferentes posturas. “Es natural que a las personas interesadas por la cultura también les interese la política”, opina Navarro, “pero la Política con mayúscula, más allá de partitocracia, de las luchas entre partidos”. Como dice el periodista y socio Víctor Olmos, “la situación de la sede del Ateneo ejemplifica esta naturaleza: entre el barrio de Las Letras y el Congreso de los Diputados”.
El libro Ágora de la libertad (Renacimiento), obra de Olmos, recoge la historia del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid desde su fundación, “con pelos y señales”. Recientemente se ha presentado el segundo tomo (homónimo), que recoge desde la dictadura de Primo de Rivera hasta la posguerra. La tercera parte, en preparación, llegará hasta la actualidad. “El Ateneo es fruto de la cultura de este país, y de sus silencios obligados”, dijo en la presentación el filósofo Emilio Lledó, uno de los socios más antiguos del Ateneo (lo es desde 1949). “La historia de España ha sido una lucha constante entre la cultura y la ignorancia. Y el fruto más profundo de la ignorancia es la violencia”. Después de su fundación, el primer socio aceptado por votación (con bolas blancas y negras) fue, en 1836, Mariano José de Larra. Luego llegaron otras grandes figuras como Unamuno, Valle-Inclán, Echegaray, Marañón, Galdós, Menéndez Pelayo, Clarín, Albéniz, Sorolla y un largo etcétera. La mujer llegó en 1905 con Emilia Pardo Bazán; Clara Campoamor sería, años después, otra ilustre ateneísta.
Buena parte de ellos figuran entre las 188 imágenes expuestas en la vetusta Galería de Retratos de la institución, espacio prominente junto con la Cacharrería (llamada así por el ajetreo de sus tertulias), el Salón de Actos o la Biblioteca, en especial la sala de La Pecera. “Es la biblioteca privada más importante de España, con 500.000 volúmenes, rica en libros del XVIII y XIX”, dice Olmos. “Aquí viene mucha gente a leer y a estudiar. Buero Vallejo escribió aquí algunas de sus comedias y, más recientemente, Juan José Millás algunas de sus novelas”.
Segunda República
Manuel Azaña compaginó la jefatura de gobierno de la República con la presidencia del Ateneo. “De hecho, la Segunda República se cocina íntegramente en estas salas”, apunta Olmos. Según relata, cuando gobernaba una tendencia muchos socios entraban en el Gobierno, dejando a los contrarios en el Ateneo, lo que convirtió a la institución en un continuo caldo de cultivo de la oposición política. Durante las dictaduras, tanto la de Primo de Rivera como la de Franco, el Ateneo fue silenciado y manipulado por el poder. Después de la Guerra Civil, debido a su tendencia republicana y antifascista, fue ocupado por el Aula de Cultura de Falange Española Tradicionalista y de las JONS.
La masonería también es un movimiento asociado al Ateneo. “La masonería es la praxis de la Ilustración: libertad, igualdad y fraternidad”, dice el presidente Navarro, masón reconocido, “y aunque no todos los socios han sido masones, la impregnación masónica del Ateneo es evidente”. La institución tiene 2.000 socios, pagan 63 euros al trimestre y su edad media está entre 50 y 60 años. Navarro y Olmos creen que la Docta Casa tiene mucho futuro. “En lenguaje de hoy podríamos decir que esto es un club de fans de la cultura”, dice Olmos.
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