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Venda o muerte

En el centenario del nacimiento de Buero Vallejo, una adaptación de 'La fundación' revive al autor

Isabel Valdés

Ruth Rubio llegó a Madrid en 2013 y escribió a tres de sus directores de referencia para trabajar con ellos. José Martret, actor, director y padre junto a Alberto Puraenvidia de La casa de la portera y La pensión de las pulgas, contestó. Es él, en parte, quien dio la oportunidad a esta onubense de 27 años para que ahora haya podido debutar con un órdago como La Fundación.

Una escena de 'La Fundación', de Buero Vallejo y dirigida por Ruth Rubio.
Una escena de 'La Fundación', de Buero Vallejo y dirigida por Ruth Rubio.Juan Caballero

Alguien gritó “¡Gracias, Buero!” la noche del 16 de enero de 1974 en el Teatro Fígaro de Madrid durante la ovación tras el estreno de La Fundación. Habría que seguir agradeciendo a Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916–Madrid, 2000) aquel pedazo de universo que embutió en algo más de dos horas: justicia, amor, libertad, amistad, realidad, todo en un drama sin aderezos superfluos, tal y como el dramaturgo acostumbraba.

'La Fundación'

Esta adaptación del texto de Buero Vallejo puede verse todos los lunes de marzo en La pensión de las pulgas, en Madrid.
Adaptación y dirección: Ruth Rubio.
Intérpretes: Francisco Boira, Juan Caballero, Javier Mejía, Noemí Rodríguez, Julio Vélez y Abel Zamora.
Vestuario: Pier Paolo Álvaro.
Escenografía: Roger Portal.

Un siglo después del nacimiento de Buero Vallejo, ha sido por casualidad que aquella obra se represente ahora en el pequeño espacio escénico de La pensión de las pulgas tras una primera puesta de largo hace apenas cuatro meses en ese mismo lugar. Pero también sirve como homenaje. Esta adaptación de Ruth Rubio (Punta Umbría, Huelva, 1989), a la que una compañera de clase de teatro dejó el texto del dramaturgo, llega después de casi un año de trabajo, mientras la también directora es técnica en el espacio La Usina y en La pensión, acomodadora en el C.C. Paco Rabal y jefa de sala los domingos en el Teatro Bellas Artes. “Es lo que tiene empezar en este mundo. Al menos estoy dentro de lo mío" (estudió Comunicación Audiovisual en Sevilla)”.

Dijo Buero que "cada época obliga a problemas nuevos y a formas nuevas, pero también es cierto que algunas de las figuras señeras del teatro llevan a su obra una condición de perdurabilidad que hace que la sigamos representando. Por eso una gran obra, si es una gran obra, es potencialmente representativa de casi cualquier tiempo...". En este caso, el “casi” está de más y es tan representativa de aquellas últimas bocanadas de la dictadura como de estas incertidumbres.

Rubio señala que si se eliminaran las leves marcas temporales que tiene “podría estar escrita ahora”. "Esa esperanza trágica, esa ceguera voluntaria, ese sentimiento de estar desubicado y de estar loco como acto voluntario para sobrevivir a la propia vida podría encajar en el presente". La Fundación, un lugar aparentemente amable al principio, no es sino una prisión. El público, sentado a menos de un metro de los personajes, solo ve lo que Tomás cree ver. Será el avance de los cuadros de la obra el que muestre al público la realidad: cinco presos esperan ver cumplida su sentencia de muerte por culpa de la delación del propio Tomás.

La gazza ladra suena cada mañana (en el original es la Pastoral de la Obertura de la ópera Guillermo Tell, de Rossini), es el día de la marmota en ese escape de la realidad que Tomás ha construido y que sus compañeros de celda aceptan. “Primero por una cuestión práctica como es tener una ración más de comida diaria si consiguen seguir ocultando a un sexto ocupante de celda que ha muerto”.

¿Y después? La verdad va apareciendo poco a poco. El público deja de ver mesas, comida y lámparas con luz cálida. Hay mugre, suelos fríos, suciedad y hedor que la dirección de Rubio lleva casi de puntillas hasta las butacas que rodean la escena. En los mismos cuatro metros cuadrados. La verdad se revela, con todo su valor y su dolor, esquivando los laberintos mentales de quien no es capaz (o no quiere serlo) de enfrentarse a la verdad. Y eso que buscaba Buero Vallejo queda patente en esta adaptación sutil y bien pulida con Vicente Navarro, Juan Caballero, Javier Mejía, Noemí Rodríguez, Julio Vélez y Abel Zamora frente a los que Rubio se ha sentido “pequeñita”.

Un 'selfi' del equipo al completo de 'La Fundación'. Abajo, a la derecha, con la rata sobre la cabeza, Ruth Rubio, la directora.
Un 'selfi' del equipo al completo de 'La Fundación'. Abajo, a la derecha, con la rata sobre la cabeza, Ruth Rubio, la directora.

La directora, sinestésica violinista (La Fundación es marrón, gris y naranja) pide canela con el café con leche y habla de las 95 páginas en los que ha quedado el inmenso texto de Buero y que ha conservado anotaciones como “cruza el umbral con cara de vinagre”. Asegura que pensaba que no estaría a la altura de los actores, del espacio ni de la obra, pero el resultado es compacto y creíble, bien atado desde la iluminación hasta el vestuario (obra de otro sinestésico, Pier Paolo Álvaro). Con el texto de Buero ha cogido impulso para lo que llegará, una adaptación de Canino, la película de Yorgos Lanthimos. “Otra familia disfuncional, como también lo es un poco La Fundación”. Dice que porque son universales y lo explican todo.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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