La innovación, el nuevo El Dorado
El auditor y experto en innovación, Juan Carlos Morla sostiene que necesitamos empresas innovadoras pero sobre todo que se creen nuevas empresas
Innovar, emprender, crear… La innovación y sus acciones complementarias se ha transformado en un nuevo El Dorado en el cual nuestros gobernantes han apostado el destino de nuestra sociedad y, por ende, el de las futuras generaciones. Sin recursos naturales, con una pirámide demográfica desalentadora y una estructuración en lo político, aún no lo suficientemente cohesionada, Europa se aferra a la innovación, no ya como una posibilidad, si no como una obligación para mantener, o al menos, no perder demasiado de su ya limitado protagonismo en la escena mundial.
¿Qué posibilidades hay de que sea esta una jugada ganadora? Pocas a tenor de cómo se está abrazando este mismo objetivo en otros entornos competidores y cuáles son los factores en los que se sustenta la apuesta innovadora. Porque ¿Quién innova? ¿Cuál en el ingrediente elemental de proceso innovador? Debemos decirlo sin dudarlo: Son las personas y sus acciones las que propician que las invenciones y creaciones impacten en los mercados, y no los diferentes recursos de base tecnológica como en ocasiones se nos quiere hacer ver.
El ingenio humano y su determinación por socializar su ejercicio está detrás de prácticamente toda la tecnología que nos rodea en nuestro "que hacer" diario, pero es necesario propiciar las condiciones necesarias para que su semilla germine. Es por ello que las políticas de apoyo a la innovación deben considerar como factor prioritario de actuación así como el apoyo a las personas inquietas, creativas y emprendedoras para que, canalizando toda esa energía, forjemos las nuevas generaciones de innovadores. Si bien es cierto que el dominio del conocimiento científico y tecnológico son de partida elementos más relevantes, no es menos cierto que es crucial que todo ese impulso se canalice y predisponga para dar el salto a la sociedad.
Mientras las políticas impulsadas focalicen de manera prácticamente exclusiva sus esfuerzos en la generación de conocimiento excelente pero olviden la implementación de herramientas que permitan salvar el salto existente entre la invención y el mercado, nuestros esfuerzos estarán abocados al fracaso. Porque no estamos faltos de talento, ni de creatividad, e incluso de iniciativa, como demuestra la presencia de nuestros científicos y creadores en casi cualquiera de las empresas que marcan el paso innovador a escala planetaria si no que todas estas cualidades se topan con demasiadas barreras para acceder a mecanismos de financiación, a facilidades al emprendizaje que no se basen en subvenciones si no en agilizar trámites para creación de empresas entre otros.
Porque la diferencia es que tenemos que empezar a entender que lo que nuestra sociedad necesita prioritariamente, no es tanto que nuestras empresas sean innovadoras (también, por supuesto), si no que se gesten nuevas iniciativas empresariales que sean el propio fruto de la innovación. Analizando las 5 empresas más grandes del mundo por capitalización encontramos a Apple, Alphabet, Microsoft, Amazón y Facebook. Vienen de EEUU y son muy recientes. ¿Porque ellos pueden hacerlo y nosotros no? En EEUU los apoyos al factor humano desde el punto de vista empresarial son diametralmente opuestos a los desarrollamos mayoritariamente en Europa.
Aquí primamos a los científicos excelentes y su generación de conocimiento como motor de las nuevas empresas innovadoras. En EEUU un muchacho llamado Mark Zuckerberg con un trabajo de fin de carrera denominado Facebook es capaz de crear un nuevo paradigma, y de paso, hacerse multimillonario. O lo que es lo mismo, priorizan la figura del inventor empresario como innovador y colaborador indispensable del investigador. Y al parecer, no les va nada mal.
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