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“Nos han engañado”

Miles de personas siguieron el discurso del presidente catalán en los alrededores del Parlament y muchos se marcharon decepcionados

Personas concentradas en Paseo LLuis Companys en Barcelona asisten al discurso de Puigdemont en el Parlament.
Personas concentradas en Paseo LLuis Companys en Barcelona asisten al discurso de Puigdemont en el Parlament.ULY MARTÍN (EL PAÍS)

Cerca de 30.000 personas, según la Guardia Urbana, se concentraron este martes a unos cien metros del Parlamento catalán para seguir desde allí en directo, a través de dos pantallas gigantes, el discurso del president Carles Puigdemont. Desde el cielo, tres helicópteros de Mossos, Policía Nacional y Guardia Civil controlaban la situación. El parque de la Ciutadella, donde se ubica la Cámara, estaba vallado y protegido por furgones de la policía autonómica. Tras el discurso de Puigdemont, en el que asumió el “mandato” de la independencia pero lo declaró suspendido inmediatamente, los asistentes comenzaron a abandonar la concentración. “Nos han engañado”, decían varios de ellos decepcionados, pasadas las ocho de la tarde. A esa hora, la cifra de asistentes apenas llegaba a los 3.000.

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“Ha sido políticamente correcto para no liarla demasiado en Europa”, afirmaba tras la comparecencia Albert Astorino, estudiante barcelonés de 21 años. “Esperaba que lo dijera más claro pero también he pensado que hoy no era el día. Hubiera sido una sorpresa”. El discurso le pareció “mejorable” a su amiga Ivet del Río, de la misma edad: “La gente esperaba que fuera más directo”. Otros expresaron menos comprensión: un hombre mostró su impotencia pateando una papelera mientras gritaba, y un joven exclamó: “Traición”.

Con la estelada al cuello, Walter Mossinger y Russend Vives, de 55 años, se marchaban para “celebrar con un vino y algo de comida” la intervención de Puigdemont, que a ellos les pareció “muy bien”. Los dos amigos, llegados de Malgrat de Mar y Lloret de Mar, estaban satisfechos con las palabras del president. “Propone negociar y, en caso de que no se negocie, se declara la independencia y fuera”, interpretó Mossinger. De fondo, se oían los abucheos a Inés Arrimadas, de Ciudadanos, que intervenía en ese momento en el salón de plenos del Parlament.

Un rato antes, cuando aún no había comenzado la sesión y Puigdemont aún no había hablado, a lo largo y ancho del paseo de Lluis Companys, uno de los principales accesos al parque y al Parlamento catalán, la multitud agitaba senyeras (la bandera oficial catalana) y esteladas (la independentista) mientras seguían atentos las pantallas que transmitían la jornada con la señal de TV3. Toni Ortega, de 61 años y venido de Mataró, aguardaba “impaciente” la comparecencia pasadas las cinco de la tarde. “He venido para dar apoyo a las instituciones catalanas, para que no nos las quiten de en medio”, decía con un cartel fluorescente en la mano que rezaba: “Mordor, Go Home”. Lo de Mordor [de El Señor de Los Anillos] “es contra el PSOE, PP y Ciudadanos”, explicaba. “Con el resto no tengo nada. No es contra los españoles, mi madre es de Córdoba”.

En medio de la multitud, repartiendo banderolas gratis con un metido en un bocadillo de cómic, estaba Belén Murillo, de 42 años, recién llegada de Madrid. “Se prevé un día histórico”, aventuraba antes de que empezara la sesión. Es coordinadora de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) en Madrid. “Estuve las dos semanas anteriores y volví a Madrid para apoyar a Jordi Sànchez [presidente de ANC] en su comparecencia en la Audiencia Nacional. Siempre he defendido la autodeterminación de los pueblos”, resumía sobre su participación en la convocatoria.

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A su derecha, minutos después, se concentraban decenas de personas sentadas delante de la fachada del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña con carteles de Òmnium y ANC que mostraban rostros con la boca tachada, reivindicando el referéndum de independencia. Una mujer repartía rosas rojas y otras cuatro, en primera fila frente a una de las pantallas, coreaban y saltaban con papeletas en las manos: “Hemos votado, hemos votado”.

Aplausos y abucheos

Ya iniciado el pleno en el Parlament, según quien saliera en pantalla había aplausos o abucheos. Estos últimos fueron sonoros cuando se anunció que el presidente Mariano Rajoy iba a seguir la sesión desde La Moncloa. Y también cuando conectaron con Bruselas, donde Guillermo Fernández Vara, presidente de la Junta de Extremadura y socialista, señalaba desde el Comité de las Regiones que en Cataluña “no hubo votación”. “Se ha querido cambiar la Constitución desde un Parlamento regional que no tiene competencias”, proseguía el presidente extremeño. Más abucheos.

Delante del Arco del Triunfo, 30 tractores llegados desde las comarcas barcelonesas de Maresme y el Baix Llobregat estaban aparcados en fila. Los habían traído hortelanos de la Unió de Pagesos (Unión de Agricultores y Ganaderos). ”Hemos venido a apoyar la decisión que tenga que tomar libremente el Parlamento de Cataluña. Somos la voz de los agricultores y del conjunto del mundo rural. No queremos que recorten las libertades y la democracia en nuestro país”, aseveraba el coordinador, Joan Caball.

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Después empezó la sesión propiamente dicha, habló Puigdemont, dejó congelada la independencia, empezaron los discursos de la oposición y muchos de los ciudadanos que se habían concentrado en la calle se fueron a casa entre el desconcierto y la decepción. Los tractoristas se marcharon también, a eso de las nueve de la noche.

Los Mossos d’Esquadra no quisieron aclarar cuántos agentes desplegaron en las inmediaciones de la Cámara autónoma. Su portavoz, el inspector Albert Oliva, se refirió a un “amplio y numeroso” dispositivo. Solo de los agentes del Área de Recursos Operativos había unas 60 furgonetas, lo que supone más de 350 policías. También buena parte de la Brigada Móvil y muchísimos agentes de Seguridad Ciudadana estaban activados. Para entrar al Parlament había que cruzar diversos cordones de seguridad. Nadie que no fuese periodista, parlamentario o personal acreditado podía cruzar las vallas.

La Guardia Civil y la Policía Nacional quedaron fuera del dispositivo de orden público, una competencia exclusiva de los Mossos. Durante toda la tarde hubo tres helicópteros en vuelo en la zona, el de Mossos, el de Policía y el de Guardia Civil, según fuentes policiales. A la pregunta de qué ocurriría si agentes del resto de fuerzas policiales quisiesen acceder al Parlament, Oliva aseguró, horas antes del inicio del pleno, que los mandos de los Mossos, con los del resto de los cuerpos, decidirían “quién, cómo y en qué momento” podría hacerlo.

El objetivo del dispositivo policial era garantizar la entrada y la salida en la sede parlamentaria y que el pleno se pudiese desarrollar con normalidad, insistió el inspector Oliva. A última hora de ayer, los Mossos no tenían constancia de ningún incidente entre las 30.000 personas que se dieron cita en el paseo de Lluis Companys. Allí fue donde la ANC y Òmnium habían trasladado su protesta tras la decisión de cerrar el parque de la Ciutadella.

Las organizaciones colocaron las dos pantallas gigantes justo enfrente de la sede del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), donde no había un despliegue visible de seguridad. El lunes, el tribunal había ordenado a la Policía Nacional que dirigiese la vigilancia de su sede de manera compartida con los Mossos, que hasta ese momento lo hacían en exclusiva. Ayer, los policías estaban en el interior del edificio, que estaba vacío. Fuera, una patrulla de mossos de paisano paseaba por las inmediaciones. Apostadas en las esquinas de las calles adyacentes había diversas furgonetas de los antidisturbios de la policía catalana.

También en la delegación del Gobierno de Cataluña hubo protección policial. Allí medio centenar de personas de extrema derecha se manifestaron, mientras la Policía Nacional y la Guardia Urbana acordonaban la zona. A escasos metros estaban los Mossos. En la Jefatura de la Policía Nacional en Barcelona, escenario de protestas estos días, también había vigilancia conjunta de ambos cuerpos policiales.

En el aeropuerto de El Prat, en el puerto de Barcelona y en algunas estaciones de trenes había despliegue de policías y guardias civiles, además de Mossos. Los agentes llevan ya días patrullando en los alrededores de las consideradas “infraestructuras críticas”, según fuentes policiales. También se mantuvo activo un equipo de la unidad de élite de los GEO de la Policía Nacional, por si hacía falta su intervención. Sus homólogos en los Mossos, los GEI, también han intensificado sus labores los últimos días. Además de las gestiones de los puntos críticos antiterroristas, en las últimas semanas han asumido también labores de protección del president Carles Puigdemont y de otros miembros del equipo de Gobierno catalán, según fuentes policiales.

A pesar de los centenares de personas que se concentraron en la calle, y las peores previsiones sobre la mesa ante una posible declaración unilateral de independencia, el ambiente ayer fue de calma y tranquilidad durante toda la jornada. Decenas de voluntarios de la ANC velaban por que todo se desarrollase sin problemas. Y también algunos vigilantes privados custodiaban la zona.

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