Clasismos barceloneses
Recibir refugiados queda bonito, si salimos solidarios en la foto. Si el pobre diablo viene de Sierra Leone y se arrastra por Santaló empujando chatarra, que arree, que huele como las pescaderas y no estamos aquí para perder 'charme'
Hace unos días aparecieron en prensa dos noticias que no suele ir juntas. Una reflejaba la enésima polémica por los conciertos educativos a las escuelas del Opus Dei que segregan por sexos. La segunda, también en ámbito educativo, llamaba la atención sobre el hecho de que hay escuelas con un porcentaje de inmigración elevadísimo y otras, la mayoría también concertadas, con apenas alumnos que se llamen Ahmed, Nelson o Fatumata en sus aulas.
Tengo por el Opus Dei la misma estima que ellos por mí, o sea, cero, pero les voy a contar algo: a la inmensa mayoría de gente que no se puede pagar una escuela concertada le duele lo mismo que se segregue en función de sexo como de clase, que es lo que hacen los colegios concertados progres y conservadores, de más de seiscientos euros al mes, en las sierras de Barcelona o del área metropolitana. Lo más fácil es clamar contra el Opus Dei mientras la educación sufre una verdadera segregación por clases que en algunos colegios podríamos decir que lo es hasta por etnias. Las escuelas burbuja pueden ser religiosas o laicas, pero todas son ricas y, eso sí, vemos que a nuestra izquierda bien pasar de puntillas sobre el tema y sacar el trapo del Opus.
Funciona cada vez menos. Se agotan los últimos espacios de los biempensantes barceloneses. Da igual el tema: los barrios, la educación, la cultura y puede que si me apuran la pobreza. La gente bien de izquierdas oye el canto de su cisne y, como estas estatuas de las Ramblas, se cubre de maquillaje para ver si así aguanta algo más sin caerse. Les fallan los mitos, Félix de Azúa manda a Ada Colau a servir en una pescadería. Qué escándalo, aquí se juega. ¡Con que existía un clasismo de izquierdas y españolista y aquí todos disimulando! No sé si de Azúa enviaría a despachar pescado a Ernest Urtasun o a Marc Bertomeu, chicos de familias acomodadas.
Nada, de morros desde el pedestal. Colau les ha hecho un siete y están desairados porque la herencia política les tocaba a ellos. Todo debía estar atado, aquí también. Cada nueva hornada esperaba la finca de la que tanto le habían hablado sus progenitores pero la cosa está mal y ni el expediente académico ni los apellidos con guión o de son lo que eran.
Es divertido ver como se les rompen los debates. Han intentado contraponer el territorio al país (para no llamarlo así) y los barrios al territorio. En su vida van a pisar Llefià o Sant Ildefons. Hace dos semanas, en una cena con varios de estos contorsionistas, comprobé que saben de barrios lo mismo que del Pallars. Nada. Todo lo que saben de la Zona Franca es que suena mal. Por eso, hoy Nou Barris tiene más que ver con el Berguedà que con Sant Gervasi, Maria Dolors Sabaté sabe que en los barrios de Badalona faltan servicios sociales y equipamientos y Parlón se aleja de la izquierda pija tanto como puede, que mancha. A los distritos de Barcelona que las pasan canutas puede que les interese poco la independencia, pero a quienes han dejado de votar son a los que se han pasado cuarenta años tutelándolos.
La cultura catalana era para ellos poco menos que para las familias conservadoras, nada. Y han seguido colgándole a todo lo que se produce en catalán el sambenito de nacionalista. Pues ni por ahí, y mira que los sucesivos gobiernos de CiU les han ayudado en su labor de zapa. El soberbio legado de equipamientos culturales contrasta con la pobreza de ideas, a juzgar por el pósito de proyectos municipales, lamentable. ¿Culturas? Hartos de pregonar el internacionalismo y hasta endosarnos un Fórum ahora resulta que Barcelona sufre por el turismo y eso afecta a su esencia.
A nuestra izquierda bien, la mala conciencia de clase les lleva a quejarse del World Mobile Congres y hasta de la Fórmula 1. Pero con la boca pequeña, todo sea dicho, no vaya a ser que se oigan entre sí. Con la misma boca pequeña con la que se piden refugiados. Recibir refugiados siempre queda bonito, si salimos solidarios en la foto. Si el pobre diablo viene de Sierra Leone y se arrastra por Santaló empujando chatarra, que arree, que huele como las pescaderas y no estamos aquí para perder charme.
Y así, casi todo. Lo bueno es que ahora podemos decirlo sin que nos tosan. Porque somos muchos, demasiados, los que nos partimos de risa cuando según qué izquierda barcelonesa reclama todavía el pedestal, su autoridad moral. Su escuela.
Francesc Serés es escritor
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