El día de la suerte
Hay muchos que no tienen nada que celebrar porque no han sido agraciados ni en la lotería ni en las urnas. Son todos aquellos que han entrado en la categoría de perdedores irremediables
El 22 de Diciembre es el día de la lotería. La cantinela de los niños de San Ildefonso declara el inicio de las celebraciones navideñas. Para las explosiones de alegría de los afortunados ya están preparadas las botellas de cava, o quizás ya se estarán descorchando cuando se lea este comentario. A la puerta de un lotero feliz, vocearán su número de la suerte grupos desbordantes de alegría por su buena ventura. Se repetirán los comentarios sobre que este año los premios han estado muy repartidos, que había mucha necesidad en ese barrio, o en esa población. Siempre son gente sencilla, normal, como la mayoría. Pero siempre son una exigua excepción, porque lo normal es que, salvo a Fabra, el abuelito del aeropuerto de Castellón, la suerte no acompañe a la inmensa mayoría de los que juegan, por mucho que la necesiten.
En las elecciones también hay ganadores que acaban de festejar su triunfo junto a sus equipos de campaña y seguidores. Pero la inmensa mayoría de los votantes en las elecciones son gente sencilla, normal, con necesidades que deberán atender y deberían resolver los políticos electos. Como los que jugaron a la lotería, son gente que tampoco ha ganado nada.
Sin embargo, nunca deberíamos olvidar que hay otros más desafortunados. Son los que no tienen nada que celebrar. En muchos casos ni siquiera votaron ni esperan nada de los recién elegidos, porque, arrojados al vertedero de nuestra sociedad del consumo, difícilmente les sonreirá la suerte. Son los perdedores irremediables.
Son perdedores irremediables, y definitivos, los 100.000 fallecidos, desde 2012, esperando la ayuda que legalmente les correspondía por la ley de Dependencia, según señala ATTAC. La Asociación Estatal de directores y gerentes de servicios sociales concreta los recortes producidos en 2013 en la financiación de la ley de Dependencia: 342 millones de euros en Andalucía, 240 en Cataluña, 145 en Madrid. La revisión de los grados de dependencia para recortar los pagos, o suprimirlos, y el aumento del copago, constituyen una clamorosa asfixia de la ley, de los dependientes y de sus familias y cuidadores.
Igualmente son perdedores irremediables los inmigrantes que llegan sin papeles y sin dinero, a los que la ley considera inmigrantes irregulares. O ni siquiera llegan. No pueden entrar en España y esperan la ocasión de sortear las vigilancias fronterizas, como los hacinados tras las concertinas de Ceuta y Melilla, anhelando el momento de acceder a la superior condición de inmigrante “ilegal”. Otros ni siquiera pueden esperar, porque llegan escapando de genocidios o masacres, bombardeos y guerras. Les vemos en las reaparecidas imágenes que creíamos definitivamente enterradas en los libros de historia, de las comitivas de desdichados recorriendo a pie los embarrados caminos de Europa. Son, o quieren llegar a ser, refugiados. Es imposible precisar la cifra de unos y otros, no solo por la irregularidad administrativa de su llegada sino también porque el número va creciendo con sorprendente celeridad. Por esto la noticia de su llegada ya se ha convertido en un dato casi sin interés, salvo que este se despierte por una anécdota dramática, como los atrapados en lo alto de las alambradas, o como la primera imagen de un niñito muerto en la playa, aunque luego haya más intentos de salto colectivo de las vallas, o más niños muertos que ya ni siquiera son noticia.
También son perdedores irremediables los que ya han sido desahuciados de su vivienda. Según Banca Ética, desde el inicio de la crisis 350.000 familias perdieron irremisiblemente su vivienda habitual, y en 2014 creció esta cifra el 8,4% respecto 2013. Los esfuerzos de intervención y mediación de algunas alcaldías son manifiestamente insuficientes. La ley 24/15 del Parlament de Catalunya sobre vivienda y pobreza energética, aprobada por unanimidad a iniciativa de la PAH, está encontrando toda clase de obstáculos en su aplicación y desarrollo. Los datos sobre suicidios asociados a esta desgracia son significativos aunque no están judicialmente cuantificados.
Podría seguir con la enumeración de los perdedores irremediables, pero hoy no es día para cenizos. Empiezan los días del consumismo a raudales, y de las luces festivas. Así que, en nombre de todos ellos, a los agraciados por la fortuna y por las urnas les deseo felices fiestas.
José María Mena fue fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Lotería Navidad
- Elecciones Generales 2015
- Ley Dependencia
- Lotería nacional
- Jornada poselectoral
- Resultados electorales
- Dependencia
- Lotería
- Elecciones Generales
- Legislación española
- Inmigración irregular
- Cataluña
- Juegos azar
- Jornada electoral
- Política social
- Política migratoria
- Juego
- Elecciones
- Discapacidad
- Migración
- Legislación
- España
- Política
- Justicia
- Sociedad