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La independencia de Cataluña, ¿Una cuestión demográfica?

El aumento del independentismo en las franjas de edad más jóvenes haría esperar una victoria generacional separatista. El ejemplo canadiense señala lo contrario

Daniel Verdú
Participantes en la Via Catalana de 2013 en la plaza de Sant Jaume de Barcelona.
Participantes en la Via Catalana de 2013 en la plaza de Sant Jaume de Barcelona.gianluca battista

La noche del 30 de octubre de 1995, Quebec se quedó a las puertas de la independencia. Los partidarios de la secesión lograron el 49,42% de los votos, nueve puntos más que en el anterior referéndum de 1980, pero 6 décimas por debajo de lo que necesitaban. Pese a todo, estaba en marcha un cambio generacional y muchos creyeron que la independencia era cuestión de sentarse y ver cómo crecía: un mero asunto demográfico. 20 años después y pese a que según todas las encuestas sus ciudadanos se sienten menos canadienses que nunca, el apoyo a la secesión en Quebec ha caído hasta el 34%. La evolución se explica por muchos factores coyunturales. Pero, ¿es posible en el caso catalán hacer una predicción a 10 años vista basada en la demografía?

Los ciudadanos de Quebec se sienten menos canadienses que nunca, pero la opción separatista ha caído del 49,42% en 1995, al 34%

En el caso de los jóvenes parece complicado establecer un patrón. P. Masclans, informático barcelonés de 23 años, se consideraba federalista antes de 2012. La victoria del PP, cuenta, agotó su paciencia y no vio otra opción que la independencia para solucionar lo que consideraba un callejón sin salida . ¿Tercera vía en un futuro? No lo sabe, pero cree que su postura es irreversible. Masclans forma parte del grupo de jóvenes de 18 a 35 años que conforman el mayor segmento poblacional a favor de la secesión (alrededor del 50%, más del doble que 2006). En el otro extremo, los mayores de 65 años son los menos independentistas (un 36%). La teoría diría que a medida que las generaciones se sustituyan, la masa separatista crecerá. Pero además del tiempo, hay que tener en cuenta otros factores.

Hay tres elementos que intervienen en esta evolución: el efecto ciclo de edad (cómo evolucionan las actitudes políticas a medida que se cumplen años), el efecto cohorte (la cuestión generacional, cuándo has nacido y qué elementos han marcado la socialización) y el efecto periodo (los eventos que afectan a todos por igual y que suceden en un mismo espacio tiempo). En este último caso se podrían colocar las Diadas, la sentencia del Constitucional, la consulta del 9N…

Una evolución homogénea

Crecimiento. En 2006, los jóvenes de entre 18 y 34 que preferían un Estado independiente se situaba en el 20,2%. En el conjunto de la población en el 15,4%. En el 2013 (último dato del CEO antes de la nueva metodología), habían pasado al 51% (47% en el conjunto de la población).

Solo catalanes. En el periodo 2006-2013, el porcentaje de jóvenes que se sienten solo catalanes ha pasado de 16,1% a 28,4%. En el conjunto de la población, los porcentajes pasan de 15,7 a 29,4%

Todos los que han vivido estos acontecimientos variarán su aproximación al independentismo. Por eso, el aumento ha sido prácticamente proporcional en todos los segmentos generacionales. Pablo Simón, politólogo y profesor de la Universidad Carlos III, ve dos fechas clave: “La principal variación ha venido por cambios muy bruscos y exógenos. El mayor incremento del independentismo se después de que el PP ganase por mayoría absoluta las elecciones. Y ya solo bajó un poco a partir de mayo de 2014 [Elecciones Europeas], cuando se creó la percepción de que algo podía moverse en España”. Pero incluso tomando el asunto generacional como referencia, la clave podría no estar tanto en los más jóvenes, sino en el segmento intermedio, que reemplazará a los mayores de 65 años. Pau Marí-Klose, profesor de sociología de la universidad de Zaragoza, analiza la evolución en datos pero minimiza su impacto. “Ahí sí podría pensarse que por reemplazo generacional terminarían siendo sustituidos por un grupo con mayor inclinación a favor del independentismo (que ahora tiene de 50 a 64 años), pero la diferencia, ren realidad, no es tan significativa”, señala.

En Cataluña, los jóvenes de 18 a 34 son los que menos españoles se sienten

Lo experiencia en Quebec, de cuyo último referéndum se cumplen ahora 20 años, contradice también esa asociación entre juventud e independentismo que suele hacerse apresuradamente. Desde 1995 el separatismo ha caído en la provincia francófona hasta los niveles más bajos que se recuerdan, incluso en la población más joven, donde la cifra disminuye hasta un 30%. Como señala el politólogo canadiense André Lecours, “los jóvenes que a los 20 años eran más independentistas ahora no lo son a los 30”. “Creo que es porque la generación que ahora tiene entre 18 y 34 años no estuvo socializada durante las negociaciones constitucionales de 1980, comienzos de los noventa y la campaña del referéndum de 1995. Ese fue un tiempo en el que se percibía que Quebec como provincia era menospreciada por Canadá”, analiza.

Del mismo modo, como explica Lluís Orriols, profesor de ciencia política de la universidad Carlos III, es difícil saber si los efectos de los acontecimientos actuales podrían hacer crecer el número de independentistas en el futuro. “No sabemos si cambiarán de opinión a lo largo de su ciclo vital. Todo este aumento se debe en gran medida a una respuesta a la coyuntura. Y si cambia, puede ser que se modifique también la postura”, señala. Algo que tiene que ver directamente con la respuesta al conflicto que llegue desde el Gobierno de España. Canadá aporta ahí también algunas referencias.

La posibilidad del propio referéndum, la constante alusión a Quebec como “nación” o la transferencia de competencias, como recuerda Lecours, tuvieron ese efecto neutralizador en la radicalización de los ciudadanos. Hoy, dos de cada tres quebequeses piensa que no hace falta una tercera consulta. El creciente factor generacional, por tanto, quedó completamente  diluido por la acción política.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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