La no cosecha
Mientras la Unión Europea incentiva la destrucción de fruta en el propio campo, los desplazados por la guerra de Siria buscan requicios para poder entrar en Europa
1. La campaña de la fruta que les decía en el artículo anterior está a punto de terminar, pero el agricultor ha de esperar cinco o más semanas para saber a cuánto se la compran. Como de costumbre, vaya. Así funciona la cosa, haya crisis económica o no, caiga o suba la bolsa china, haya o no veto ruso, con o sin la gran distribución. Mientras corren las noticias sobre los precios, el final de la campaña invita a explorar ciertas novedades de este mundo rural en activo. Son aspectos significativos, expresivos de lo que sucede no sólo en la economía frutera. Lo que acontece hoy en el mundo urbano sucede antes en el campo (y en la línea de costa). El campo es un laboratorio ultramoderno de la vida contemporánea. Este año, la no cosecha.
Se trata de no recoger la fruta, en efecto. También se la llama “cosecha verde”, qué nombre más mono. Consiste en tirar la fruta dentro de la misma finca. Es una acción subvencionada por la Unión Europea, que la promueve, dice el papeleo administrativo, para que la fruta no recogida sea “destruida e incorporada a la tierra como abono orgánico, con todos los controles fitosanitarios y medioambientales correspondientes”. Qué bien.
Los agricultores de Alcarràs lo han hecho este año por vez primera en España. No por las razones que da la Unión sino para alertar a la gran distribución, los supermercados alemanes Lidl y Aldi, de que no venderían a precios de risa. Tras la protesta en Lleida este agosto, Lidl ofreció a los productores agrícolas, a la mañana siguiente, 0'5 céntimos más por kilo. Protestar, evidenciar la crisis, cualquier crisis, funciona, poco o mucho. La tal no cosecha, la tal cosecha verde, tiene un aspecto de interés no menor: te cuesta menos que recogerla para que, como ha sucedido este año, te la paguen de pena las poderosas grandes superficies que en verdad han hecho su agosto aprovechando del veto ruso.
Si destruyes la fruta recibes una ayuda de la Unión de 0'20 céntimos por kilo si perteneces a una OPFH (Organización Profesional de Frutas y Hortalizas), de 0'13 si no perteneces a ninguna, ayuda que finalmente tiene menos costos para ti, empresario agrícola: recoger la fruta para zumos destinados a beneficencia te cuesta una media de 7 céntimos por kilo mientras que tirarla al suelo de tu finca te cuesta sólo 2. Producirla, te cuesta entre 35 y 40 céntimos, cifra que se puede matizar en diversos aspectos pero que es la que los sindicatos agrícolas han puesto sobre la mesa para establecer el paralelo con cualquier otro sector de la producción industrial.
Dicho y hecho: los sindicatos agrarios JARC-COAG (Joves Agricultors i Ramaders de Catalunya-Coordinadora de Organitzaciones y Ganaderos) destruyeron fruta el 24 de agosto por primera vez, decía, en España, tras debatirlo durante dos años y medio. Aquel lunes de agosto se destruyeron en una finca de Alcarràs 82.000 kilos de melocotones, una “operación pionera”, destacó la prensa local. Se había hecho antes, una vez, no con fruta de hueso sino con los pepinos andaluces, durante la crisis del E.coli de hace cuatro años.
La no cosecha, la cosecha verde, la retirada de fruta en definitiva se suma así a la vida contemporánea, como en los 80 con la tierra retirada: tierras subvencionadas por la Unión para no ser trabajadas. No se hace más, eso de retirar la tierra, ahora la trabajas y tu mismo destruyes tu trabajo. Como mal menor, como protesta.
2. Más números, más destrucción. Si España fuera Siria, 24,64 millones de personas hubieran sido desplazadas por la guerra. Habría muerto 452.178 personas, el 0'7 de la población. De los muertos, 136.897 serían civiles, entre ellos 22.420 criaturas. Si hacemos el recuento en clave reducida, pongamos catalana, los desplazados serían 3,9 millones. Los muertos, 72.619: 21.985 civiles, 3.595 criaturas. Son cifras que podemos extraer a partir de las comparativas que ofrece la web http://ifweweresyrian.org/.
Sacamos muchos números. La crisis griega, las bolsas chinas, el 27-S y sus resultados, que si votos que si escaños. Que si la Unión Europea arriba que si abajo. La crisis migratoria. Las contradicciones del mundo rural se suman al conjunto, neuróticas y esclarecedoras. Mientras crece la marea de refugiados políticos y económicos. ¿Otra no cosecha? Como los de Alcarràs, los desplazados intentan pasar por alguna grieta de una Unión que llama a la destrucción de fruta “incorporación de abono orgánico”, operación que tiene además la virtud de contar con “todos los controles fitosanitarios y medioambientales correspondientes”.
Los cadáveres, si nos ponemos así, son excelente abono orgánico.
Mercè Ibarz, escritora y profesora de la UPF
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