La fragilidad de los contratos fijos
Los empleos indefinidos a jornada completa solo suponen el 7,5% de la contratación realizada en Cataluña en los seis primeros meses del año; es decir, 97.606 de un total de 1.308929
Conseguir un trabajo fijo y a tiempo completo es una proeza de la que solo pueden presumir quienes firmaron el 7,5% de los contratos realizados en Cataluña entre enero y junio de 2015: solo 97.607 del total de 1.308.929 fueron de estas características, según las estadísticas del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE). La Generalitat defiende que el trabajo creado durante el primer semestre no es precario con el argumento de que los contratos indefinidos crecen y a un ritmo mayor que el de los temporales. Pero los sindicatos advierten de que la cifra aún es “poco significativa” —164.060 frente al más de un millón de temporales— y menos aún si se tiene en cuenta de que solo 6 de cada 10 son de jornada completa, el resto son a tiempo parcial o fijos discontinuos.
La Generalitat sostiene que el trabajo crece también en calidad
“Hay gente que ya ni sueña con un contrato indefinido”, lamenta el portavoz de CGT, Moisés Rial. “Y eso que tras la reforma laboral, con el despido libre, el término indefinido se ha convertido en una falacia”, añade. Ni las medidas para fomentar la contratación indefinida han ayudado: solo aplicaron en el 1,3% de los contratos fijos. Para el sindicato, el empleo parcial indefinido es solo “una forma encubierta de tener a trabajadores que cotizan media jornada, pero que acabarán realizando una completa”.
La secretaria de Socioeconomía de CC OO, Cristina Faciaben, explica que “en sí mismo, el trabajo a tiempo parcial o fijo discontinuo no es un factor de precariedad, siempre que sea voluntario”. Sin embargo, el 63,2% de los españoles que trabajan menos de 40 horas semanales lo hace porque no ha podido encontrar una oferta a tiempo completo, según la Encuesta de Población Activa (EPA). Un apaño que ha aumentado con la crisis: en 2008, no llegaban a 800.000 personas quienes aceptaban este tipo de empleos al no hallar algo mejor. Este año, ya rozan los 1,8 millones.
“Pero además ha crecido la parcialidad en contratos de pocas horas, que dejan salarios ridículos”, añade Faciaben, que asegura que algunos empleadores están usando esta modalidad para cometer fraude. “Hay dos formas. La ilegal es cuando contratas a alguien a tiempo parcial pero le haces trabajar más horas de las cotizadas y se las pagas en negro. La otra es que la empresa vaya a demanda y llame a la gente de acuerdo a la actividad que prevé que tendrá al día siguiente”, explica.
Los sindicatos sostienen que las cifras de crecimiento del empleo son todavía “poco significativas”
En este último caso, el trabajador tiene una jornada mínima pero ansía hacer horas extra. Aquí la precariedad radica en que la empresa dispone del tiempo de su empleado. Para Rial, estas jornadas “no están generando riqueza, sino que están repartiendo el infratrabajo, llegando a extremos en los que una persona tiene que compatibilizar tres empleos para poder llegar al salario mínimo”.
Los sindicatos prefieren no hablar de recuperación mientras la contratación indefinida y a tiempo completo no crezca de forma sólida. Asocian la parcialidad involuntaria con un mayor riesgo de ser un trabajador pobre y la temporalidad, con la inestabilidad y la devaluación de los sueldos.
La última Encuesta Anual de Estructura Salarial del INE parece darles la razón: la brecha salarial entre trabajadores temporales y fijos en Cataluña se ha disparado con la crisis. En 2008, los eventuales ganaban 16.204,29 euros al año, el 68,8% de lo que percibían los indefinidos. En 2013, estas cifras habían caído hasta los 14.960,67 euros y el 57,7% de un sueldo fijo medio.
“Quiero creer que el empleo crece, pero no lo veo”
N. B. solo tiene una guitarra y algunas maletas para no cargar mucho cuando toca mudanza, lo que sucede por lo menos cuatro veces al año. Trabaja en una estación de esquí con contrato fijo discontinuo. Durante los cerca de seis meses en los que está ocupado alquila un piso cerca de la zona e intenta hacer todas las horas extra que puede. Lo que ahorra le sirve para mantenerse mientras busca empleo en Lleida el resto del año, algo que no ha conseguido en estos últimos cuatro.
“Cuando leo que el empleo ha crecido, quiero creerlo. Lo intento, pero no lo veo por ningún lado. No entiendo por qué no me dan ni la oportunidad de una entrevista, tengo estudios e idiomas”, lamenta este joven de 29 años. Está divorciado, así que le pasa una pensión a la madre de su hijo, a veces por adelantado porque no sabe si el próximo mes le alcanzará el dinero.
Otras veces va tan mal que se ve obligado a volver a Marruecos, donde vive su familia, y esperar allí el inicio de la temporada de esquí. “Aun así, entre mis conocidos, soy el que está mejor. Al menos trabajo unos meses al año”, dice resignado. “No pido un sueldazo, solo lo necesario para tener una vida normal", concluye.
El profesor de EADA Business School Jordi Costa explica que los convenios “no discriminan” entre fijos y temporales, pero admite que “en la práctica” hay diferencias. “Las empresas suelen mejorar las condiciones del convenio para sus empleados. Pero si van a tener a alguien durante poco tiempo, optan por pagar lo mínimo que están obligadas”, afirma. Esto explica que el salario medio anual de un trabajador con contrato de duración determinada en Cataluña se haya desplomado un 14,4% en cinco años mientras que el de uno con contrato indefinido se haya incrementado en un 3,3% en el mismo periodo.
La remuneración de un temporal catalán en 2008 era un 3,6% mayor que la media del conjunto de España y se mantuvo por encima de esta hasta 2012. Pero ese año y el siguiente experimentó caídas de cerca de 1.000 euros anuales de modo que en 2013 ya se encontraba un 3% por debajo del promedio estatal. La profesora de Esade, Àngels Valls, considera que esto se puede deber “al mayor dinamismo” de la economía catalana, sobre todo en el sector servicios. “Hay un mayor movimiento del mercado laboral con gente entrando y saliendo del paro. Esta dinámica aumenta la probabilidad de tener empleo, pero a un coste”, advierte. Valls vaticina que esta tendencia se repetirá en los resultados de 2014, pues si bien ha habido un mayor volumen de contratos y afiliados a la Seguridad Social, “no ha habido indicios de mejora en la calidad de las condiciones de trabajo”.
“Llegué a pensar que no volvería trabajar”
L. A. estaba a punto de agotar la prestación por desempleo el día que comenzó su nuevo trabajo. Llevaba dos años en el paro cuando por fin la seleccionaron para un puesto de contable y con contrato indefinido, algo que le sorprendió mucho. El inconveniente era que solo le ofrecían 20 horas semanales, la mitad de las que quería hacer. Pero fue lo único que encontró. “Llegó un momento en el que empecé a dudar de si volvería a trabajar”, confiesa.
“Siempre lo achaqué a la edad, hay tantos jóvenes con estudios sin empleo”, asegura esta madre de familia de 51 años. “Al principio, pensé que sería algo temporal así que seguí mirando ofertas”, admite. Al poco tiempo aumentó la faena así que le ampliaron la jornada a 30 horas. “Después de algunos meses ya me he acostumbrado. Creo que no cambiaría de empleo porque es muy difícil adaptarse a un nuevo centro de trabajo. Solo había estado en uno en el que entré con 19 años y no salí hasta tres décadas después”, explica. Solo lo haría por un salario superior a los 900 euros brutos que gana cada mes, con pagas extras prorrateadas.
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