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Caremaker, el ‘crowdfunding’ más humano

La plataforma de micromecenazgo danesa aterriza en España

Soren Norgaard (fundador) a la derecha y Anders Torp (co-fundador).
Soren Norgaard (fundador) a la derecha y Anders Torp (co-fundador).

A los 22 años, Soren se encontraba a 12.000 kilómetros de su país –Dinamarca- cuando sintió que un bulto le crecía en el lado izquierdo del cuello. A toda prisa, marchó de Shanghái, donde estaba trabajando, para llegar a Copenhague, donde fue diagnosticado de un cáncer linfático. La enfermedad, que tuvo que tratar con largas sesiones de quimioterapia y radiación, fue una de las razones por las que emprendió un proyecto nuevo: Caremaker, una plataforma de micromecenazgo.

“Todos los jóvenes deberían saber qué es pasar un cáncer”, dice. “Para pensar en la vida y qué queremos hacer con ella”. Ahora Soren Nargaard tiene 27 años y es el fundador de una página web de recaudación de fondos que desde 2012 busca financiación para todo tipo de causas personales o proyectos. Funciona como un recipiente donde se aceptan todo tipo de propuestas, “el límite se encuentra en la legalidad y la seriedad”, explica Soren, y el objetivo es promover “aquello que nos apasiona, cualquier cosa que pueda mejorar la calidad de vida de una persona querida o un familiar”.

La iniciativa nació hace tres años pero ya han recibido la aportación de más de 100.000 personas y ahora acaba de aterrizar en España. El funcionamiento es muy sencillo y basta con registrarse tanto para organizar una campaña como para hacer una contribución económica. La difusión se da a nivel internacional, el dinero es recibido al cabo de 14 días tras finalizar la campaña y la fundación cobra una tarifa del 8,75% de cada donación recibida.

La diferencia con otras web de crowdfunding es la posibilidad de financiar casi cualquier tipo de idea: “Nosotros no decidimos qué es lo que está bien o mal. Simplemente, dejamos que las personas se ayuden entre sí por las causas que creen que valen la pena”, argumenta el fundador de Caremaker. Pero cuando una mujer danesa de mediana edad decidió que Caremaker sería la vía para financiar su suicidio asistido, Soren se encontró ante un dilema moral. “Ella sufría de la enfermedad de Huntington –un trastorno degenerativo- y vio cómo todos sus familiares morían de lo mismo”, explica. “Solamente quería una muerte digna en Suiza, donde el suicidio asistido está legalizado”. Pero el vacío legal en Dinamarca respecto al suicidio asistido –como pasa en la mayoría de países- no pudo hacer posible este proyecto.

Al defender las causas personales, Caremaker se convierte en una plataforma humana las utilidades de la cual son casi infinitas. “Para mí es como hacer un regalo”, dice Mari Paz, de Barcelona. Ella quiere ayudar a Mireia y Jan, su prima y su pareja, a financiar su sueño de realizar un rali solidario en Marruecos. “Yo no podía ofrecer dinero, pero sí difusión”, explica. El caso de Ana es diferente: “Caremaker me ha salvado la vida”. Con 18 años, Antonio –ahora Ana- nunca se sintió a gusto con su cuerpo y decidió que era el momento de operarse. “No podíamos pagar la intervención y conocimos Caremaker a través de una profesora”, dice Ana. “Agradecemos este tipo de plataformas porque ayudan a difundir no solamente los proyectos de cada uno, sino que también dan la oportunidad de conocer y entender otras realidades”, explica Loli, madre de Ana.

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