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El valle entre el laboratorio y la fábrica

Cataluña tiene el 3% de la producción científica de la UE, pero solo el 1% de las patentes La Generalitat despliega programas de financiación de 'start ups' y actuaciones para llevar estudiantes de doctorado a la industria

Lluís Pellicer
La Investigadora Anna Cuscó en su laboratorio.
La Investigadora Anna Cuscó en su laboratorio.CRISTÓBAL CASTRO

La investigación ha dado un salto de gigante en los últimos 15 años. La producción científica en Cataluña es casi el 30% de la que se realiza en España y el 3% de la europea, en ambos casos casi el doble de lo que le correspondería por población. Sin embargo, esos resultados siguen sin trasladarse a la empresa. Prueba de ello es que las patentes solicitadas apenas son el 1% del total del continente, por debajo de lo que le tocaría, y que la inversión en I+D+i de las empresas no ha hecho sino descender durante la crisis hasta el 0,86% del PIB. Tras haber puesto el foco en la investigación, la Generalitat trabaja ahora en favorecer la transferencia de conocimiento del laboratorio a la empresa.

El trasvase de la investigación a la empresa es un cuello de botella complejo. “Ese puente entre la ciencia y la industria es lo que se conoce como el valle de la muerte”, recuerda el consultor Miquel Puig. La cuestión es clave. La industria catalana ha ganado competitividad en los últimos años sobre todo a través de los salarios, pero una vez agotada esa vía debe buscarla mediante la mejora de los procesos productivos. Y eso supone invertir en I+D+i. Josep Maria Martorell, director de Investigación de la Generalitat, está de acuerdo con el diagnóstico. “También es cuestión de tiempo. En los últimos 15 años se ha dado un gran salto en el terreno científico, pero para que esos resultados lleguen al sector productivo se requieren años”, afirma.

Uno de los puentes entre ambas orillas lo constituyen los centros tecnológicos. La Generalitat ha impulsado la fusión de los seis centros catalanes de la red Tecnio, que deberá culminar en 2016 bajo el paraguas de Eurecat. En una primera fase, ya se han embarcado en el proyecto Ascamm, Barcelona Digital, Cetemmsa y Barcelona Media. Posteriormente se añadirán el CTM y Leitat. “Algunos centros tecnológicos, los de origen industrial, han tenido una filosofía más cercana a las empresas del territorio”, aseguró Xavier López, director ejecutivo de Eurecat, en la Jornada sobre Economía Industrial organizada por la Fundación por la Industria, que constató que gran parte de la investigación no está conectada con el tejido empresarial.

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El decano de Economía y Comunicación de la Universidad de Vic, Xavier Ferràs, está de acuerdo con que “el subsistema de la investigación funciona”, pero sigue sin estar imbricado con la empresa. “El mercado no tiene suficiente fuerza para que el conocimiento llegue a la industria”, considera Ferràs, quien pone sobre la mesa la cuestión del dinero: pasar del 1,5% al 3% del PIB en I+D+i requeriría de 3.000 millones de euros. Xavier Puig opina que incidir en los centros tecnológicos para avanzar hacia un modelo más potente “no es un problema de dinero”, puesto que se necesitaría una inyección de 38 millones. “No está fuera de nuestro alcance ni es imposible”, afirma.

La comunidad científica y empresarial señala la necesidad de crear un ecosistema, en el que también debería haber financiación privada para proyectos de innovación. Martorell recuerda que esos ecosistemas se desarrollan en países “abiertos, competitivos y con política presupuestaria”. “España no tiene una política agresiva o sensible con la innovación y Cataluña no tiene las competencias para hacerlo”, asegura.

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Además de promover la integración de los centros tecnológicos para que compitan por proyectos europeos, la Generalitat ha adoptado nuevas medidas para acercar la investigación a la empresa. “Hay un bajísimo porcentaje de integración laboral de los doctores”, sostiene Martorell. Por ello, el Ejecutivo catalán ha creado un programa de doctorados industriales, que consiste en que los universitarios puedan realizar su tesis doctoral en una empresa.

Anna Cuscó está elaborando su tesis en la empresa Vetgenomics, S L. El proyecto, explica, se basa en analizar el microbioma de la piel de los perros antes y después de un tratamiento para un posible desarrollo posterior. “Es un programa interesante porque te permite una doble formación y entrar en contacto con el mundo empresarial”, dice. Estos estudiantes son contratados por la empresa pero cofinanciados por la Generalitat. Hasta ahora hay 150 proyectos en marcha y se ha abierto una convocatoria para 75 más. Estos programas requieren, además, de un curso de formación empresarial. Allí, explica Cuscó, hay estudiantes de todas las áreas, desde psicólogos hasta abogados. “Es una buena oportunidad para captar talento y estrechar vínculos entre la universidad y los grupos de investigación. Para la universidad, es una forma de exportar el conocimiento a la empresa. Y para el estudiante, una salida laboral, porque si el proyecto tiene éxito lo más probable es que se le fiche”, asegura Armand Sánchez, director general de Vetgenomics.

La segunda pata que está intentando cubrir la Generalitat es la de la financiación. El lanzamiento de una start up, si tiene éxito, requiere de tres fases. Y las tres necesitan capital. En la primera, el Ejecutivo subvenciona por 25.000 euros; en la segunda, por entre 100.000 y 150.000, y en la tercera, cuando se produce el salto al mercado, se presta dinero a partes iguales con un inversor privado. Martorell considera que el capital interesado en estos proyectos empieza a moverse, al margen de las redes tradicionales de las escuelas de negocios o del capital riesgo. “Hay un tejido de inversores que proviene de fondos que está dispuesto a financiar este tipo de proyectos”, sostiene.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Economía de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera. Ha sido corresponsal en Bruselas entre 2018 y 2021 y redactor de Economía en Barcelona, donde cubrió la crisis inmobiliaria de 2008. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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