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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Corruptos y cachondos

En cualquier otro país con un mínimo de decencia democrática no se aceptaría que Mas diga que él no sabía nada de nada

He seguido con interés las sesiones de la comisión del Parlament de Cataluña sobre el caso Pujol. Unas veces consultando las intervenciones a través del vídeo del Parlament y otras siguiendo los comentarios que el diputado Marc Vidal, miembro de dicha comisión, publica en su blog A fer punyetes. Ha sido una agradable sorpresa ver cómo los comparecientes se sueltan de la lengua y hablan con total tranquilidad de los años de plomo de la corrupción que hemos sufrido en Cataluña durante los Gobiernos de CiU. Para algunas personas ha supuesto una liberación poder explicarse y que fueran escuchados. Se habían sentido amenazados y habían intentado hacerles la vida imposible a ellos y a sus familias.

El testimonio del periodista Jaume Reixac es un ejemplo. En 17 minutos hizo una explicación clara de la corrupción sistemática organizada por el régimen pujolista con la colaboración de elementos de la justicia, de la empresa (sobre todo constructores), del periodismo y de las finanzas. Explicó cómo la familia Pujol obtenía grandes beneficios cobrando mordidas de todas las obras que, desde los años 80, llevó a cabo el Gobierno de la Generalitat. Todos los constructores pasaban, según él, por las oficinas regentadas por Jordi Pujol Ferrusola y por Jordi Puig, hermano del consejero Felip Puig, para pagar el correspondiente porcentaje de la obra, que ingresaban en la banca andorrana.

El periodista Ernesto Ekaizer afirmaba que un industrial le había comentado que “si no pagabas, estabas muerto”. Una afirmación tan espeluznante, equiparable a la que reconocía un presidente del Gremio de Constructores que participó en la comisión parlamentaria sobre el derrumbamiento del túnel del metro del Carmel, que presidí, afirmó : “Todo el mundo paga el 3% y nadie lo va a denunciar porque si lo hace, no trabajará más en Cataluña”.

Aun así, algunos no renunciamos a denunciarlo y llevamos casos a la Fiscalía, con las consecuentes amenazas y desprecio de los mismos que tenían atemorizados a constructores y periodistas. La mayoría de denuncias no llegaron hasta el final, se perdieron en la maraña de la trama corrupta y en el silencio de la prensa comprada y callada por subvenciones.

Si Artur Mas tuviera un poco de decencia, tendría que haber dimitido avergonzado

También hay que reconocer que mucha gente no quería oír. Pujol les parecía el político perfecto, un señor entrañable, buen patriota y business friendly; las denuncias eran fruto de una operación españolista de acoso y derribo de Cataluña. Los denunciantes éramos unos resentidos izquierdistas que no amábamos a la patria ni a su líder.

En cualquier otro país, con un mínimo de decencia democrática, no se aceptarían las palabras del presidente Mas afirmando que él no sabía nada de nada. ¿Ustedes creen posible que Mas no sepa nada sobre el dinero que tenía su padre en Liechtenstein, evitando así, pagar los impuestos en Cataluña? ¿Es posible que no sepa nada de los trapicheos de Prenafeta, que fue su patrón y mentor? ¿Ni de Jordi Pujol Ferrusola, amigo íntimo, y de su presunta trama de corrupción para enriquecerse y subvencionar a CDC?

¿No había hablado nunca con Pujol padre, sobre los problemas que les acarreaban su mujer e hijos con su actividad cleptómana, y que molestaba a algunos secretarios generales del Govern? ¿Y cuando estaba en Menorca de vacaciones con el señor Millet y sus compinches, no intuía nada de la actividad corrupta de los gestores del Palau de la Música? Si Artur Mas tuviera un poco de decencia, tendría que haber dimitido avergonzado.

Avergonzado se sentía el cuñado del expresidente, que en la comisión de investigación expresó que sentía vergüenza por su sobrino Jordi, por la ostentación de su riqueza, en forma de coches de lujo, casas, pisos y viajes. Y también del otro sobrino, Oleguer. Los dos, junto con los hermanos Puig, tenían intereses en Gabón, Argentina, Baja California, Inglaterra, Liechtenstein, Uruguay, Méjico, Francia, Andorra, y Jersey (que sepamos). En estos países invertían todo lo obtenido en Cataluña, ¡qué manera más curiosa de amar a su patria!

Pero sobretodo, lo que me ha llamado más la atención, son los nombres de algunas empresas del pequeño Oleguer. Con una buena dosis de cinismo, a una empresa situada en Nassau (Bahamas) la denominó Molamolt Headquarters Corporation y a otra Itaca Investiment Trust, situada en la isla de Jersey. ¿Qué les parece? Se han burlado de todo y de todos.

Tal como están las cosas, yo los vigilaría de cerca, no sea que algún día nos levantemos con la noticia de que han huido lejos, quizás a nuestras antípodas. Espero que esta comisión parlamentaria tenga éxito —ya lo tiene— y sirva para que los ciudadanos se enteren de quien ha gobernado y gobierna nuestro país. Este año electoral es un buen año para rendir cuentas. Una buena manera de demostrar decencia democrática, sería echar a este Gobierno y también al partido que le da aire presupuestario.

Joan Boada Masoliver es profesor de Historia

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