80 cabras mueren en un ataque atribuido al lobo
La Comunidad de Madrid anuncia un incremento de las ayudas económicas, perros mastines y nuevos vallados tras el suceso
El ganadero Javier Colmenarejo todavía está buscando a parte de las 80 cabras que le desaparecieron el pasado 11 de enero de un rebaño de 250 animales en el municipio de San Mamés (al norte de Madrid), tras un ataque que puede ser de lobo. Ya ha encontrado muertas a 30. “El resto estará bajo la nieve, también descuartizadas, porque las han matado los lobos y no se las comen”, explica en un tono cada vez más airado producto de la impotencia. “La gente y la administración defiende al lobo y me parece bien, pero no podemos pagar solos los ganaderos los daños que ocasiona, tendrá que hacerse responsable la sociedad”, plantea.
Fuentes del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) indican que han trasladado al juzgado la denuncia del ganadero. En cuanto a si se ha tratado de un ataque de lobos o perros asilvestrados, remiten al cuerpo de agentes forestales de la Comunidad de Madrid, que de momento, tampoco confirma qué especie es la culpable.
El rebaño de Colmenarejo nunca había sufrido un ataque y campaba a sus anchas sin ninguna protección. “Los lobos se alimentaban de corzo o jabalí, pero estos animales al verse acosados se han trasladado más abajo y ahora han venido a por las cabras”, comenta el ganadero. El rebaño se encontraba en los pastos de “toda la vida”, que distan en línea recta un kilómetro y medio de su vivienda. “Bajé a comer y ahí me las quitaron, las secuestraron, las subieron al alto de la cuerda que separa Madrid de Segovia y allí jugaron con ellas y las mataron”. El problema es que si vuelven porque “no voy a poder hacer nada”. Le quedan 160 ejemplares, algunas arañadas, otras con mastitis y 24 han sufrido abortos.
Colmenarejo asegura que la matanza de sus animales le ha producido tales pérdidas (unos 70.000 euros) que está a punto de cerrar su quesería. “Además de la desaparición de las cabras, las que quedan han reducido la producción de leche de forma drástica debido al estrés”, explica. Los 120 litros que daban antes del suceso se han reducido a 30. En cuanto a las medidas de autoprotección, Colmenarejo relata que tiene un mastín, pero como mordió a un perro de compañía ahora le tiene atado, por lo que no le sirve de nada.
Una circunstancia que tiene que cambiar en una sierra donde existe un núcleo familiar de lobos asentado que se detectó en 2013, aunque este año no se ha confirmado su reproducción. A este grupo se unen ejemplares errantes que entran y salen desde la vecina Castilla y León, donde la especie está en crecimiento. Según el último censo realizado por la Junta de 2013, la población se ha incrementado un 20% con respecto al último conteo de 2001. El estudio arroja una población de unos 1.600 lobos repartidos en 152 manadas al norte del río Duero (132 en 2001) y 27 manadas al sur del Duero (17 en 2001), donde está protegido.
Al ganadero de San Mamés le queda recibir la indemnización que concede la Comunidad de Madrid en estos casos. “Pero solo para las cabras que se encuentren y además son una miseria”, comentan desde Ugama, Unión de agricultores y silvicultores madrileños, que aboga por la convivencia con el lobo pero desde una buena gestión en la que se proteja a los ganaderos.
Tras el suceso en San Mamés, la Consejería de Medio Ambiente ha anunciado que en 2015 triplicará las indemnizaciones a los ganaderos que sufran ataques de lobos o perros asilvestrados. Destinará a ello un presupuesto de 60.000 euros (en 2014 fueron 40.000 y un año antes 20.000). En el caso de ovejas o cabras de entre seis y siete años, la cuantía pasará de los 50 euros actuales a los 120 y si son vacas de entre uno y 10 años los 350 euros actuales pasarán a 1.200. Además, el importe se incrementará un 10% en el caso de que se trate de razas ganaderas autóctonas. La nueva orden no establecerá como requisito para recibir las indemnizaciones la obligación de que los ganaderos cuenten con un seguro. Estas medidas se complementan con nuevos cerramientos de pastos o instalación de vallados electrificados conocidos como “pastores eléctricos”, cursos de formación de manejo de ganado para prevenir los ataques o entrega de cachorros de perros mastines.
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