Octavio Paz, el ‘barcelonauta’
Una muestra en la “ciudad-fetiche” del poeta reúne cartas, fotos y textos inéditos
En julio de 1974 Octavio Paz y su mujer Marie-José, de regreso de un viaje a Barcelona, componen una carta de agradecimiento al también bardo Pere Gimferrer por su hospitalidad, palabras que representan a la vez una declaración de amor duradero. “Barcelona se ha convertido en una suerte de ciudad-talismán: cada vez que nos sentimos tristes o desesperados pensamos que tal vez podríamos escapar hacia Barcelona”.
Diecisiete años después, el poeta y escritor mexicano sigue soñando con la capital catalana, como revela en una carta al editor alemán y gran amigo Hans Meinke, que le publica en Círculo de Lectores. “Barcelona me volvió a conquistar. […]Espacios nobles y amplios, los tilos, las avenidas, la animación”, escribe, barcelonauta convencido. Líneas de amor y de añoranza por una ciudad que tuvo gran importancia para la producción poética del escritor. Esa significativa relación de Paz con Cataluña es el eje de la exposición Escritura indeleble del incendio, que hasta el 2 de diciembre puede visitarse en la Casa Muley Afid, en el Consulado General de México en Barcelona.
La muestra, en el marco del centenario del nacimiento del autor, amén de constatar el intenso lazo de apego que vinculó el poeta a Barcelona, exhuma una increíble cantidad de textos, fotos, discursos y cartas inéditas con intelectuales catalanes o afincados en la capital, entre otros Antoni Tàpies, Joan Miró, Josep Palau i Fabre, Carlos Barral, Hans Meinke y Nicanor Vélez.
“La presencia de una correspondencia entre el poeta y otros grandes pensadores que nunca antes se publicó es la gran aportación de la muestra; son documentos que permiten acercarse más a la génesis de la poesía de Paz”, afirma Aurelio Major que, junto a Berenice Pardo, comisarían una muestra cuyo título procede de un verso de Paz dedicado a Tàpies dentro de Petrificada petrificante, poema que el catalán y el mexicano crearon juntos: el primero, manejando los textos y el segundo los grabados.
Escritura indeleble del incendio recorre desde la llegada de Paz en 1937 en España, invitado durante la guerra civil para participar como miembro de la delegación mexicana al Congreso Antifascista de apoyo a la causa republicana hasta su última visita en 1997, sesenta años que dieron incluso para que en 1994 una escuela pública de Sant Andreu llevara su nombre.
El vínculo entre el autor de Blanco y la cultura catalana fue fuerte y estimulante. “Paz fue el primer intelectual que escribió sobre las vanguardias europeas, poniendo en luz la constante relación entre Cataluña y México”, asegura Major, que también subraya que a Paz le decepcionaba “el escaso conocimiento que los españoles poseían de la literatura hispanoamericana”.
Misivas inéditas dirigidas, entre otros, a Miró; un libro-maleta con el ensayo Marcel Duchamp o el Castillo de la Pureza o una fotografía de 1968 de Paz en la India junto a su amigo Julio Cortázar, son algunas de las perlas de la muestra. Cortázar (centro de dos ensayos del escritor mexicano) está también en la ilustre comitiva de amigos —junto a Barral, Gimferrer, García Márquez, Fuentes y Gabriel Ferrater— que recibieron a Paz en el puerto de Barcelona en 1968, tras su renuncia precisamente como embajador en la India por la matanza de Tlatelolco.
Los folios originales del discurso del premio Nobel de 1990 (que dedicó a Meinke) y una carta al poeta colombiano (y editor suyo en Galaxia Gutenberg) Vélez y en la que Paz afirma que le gustaría modificar líneas de uno de sus poemas más apreciados, Piedra de sol, tiene su complemento artístico con la exposición de obras de amigos y admiradores como Frederic Amat y Alberto Gironella. Paz quería a Barcelona. Y viceversa.
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