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La marea roja pone en “emergencia económica” al sector mejillonero

Los productores temen su hundimiento si el cierre de bateas dura hasta Navidad

Bateas de mejillón en la ría de Vigo
Bateas de mejillón en la ría de VigoLALO R. VILLAR

Esta semana se cumple un mes desde el cierre apresurado y casi completo de los polígonos de batea de mejillón de las Rías Baixas. En un sector acostumbrado a las idas y venidas de la toxina, el cierre temporal de la producción se suele llevar con paciencia, pero este último bloqueo (el tercero del año) ha puesto nerviosos a los productores, que temen que la clausura se alargue más allá de lo soportable. “Es una emergencia económica”, pronostica Francisco Alcalde, presidente del consejo regulador de la denominación de origen que organiza al sector, y que teme un hundimiento si la parálisis se extiende hasta la campaña navideña.

La alerta saltó en la segunda semana de septiembre en el Instituto Tecnolóxico para o Control do Medio Mariño (Intecmar), el centro de Vilaxóan (Vilagarcía) que centraliza todos los análisis de agua de las rías para vigilar la presencia de toxinas, que se efectúan prácticamente a diario. “La situación es similar a la de 2005”, avisó la directora del instituto, Covadonga Salgado, en referencia a un ejercicio negro en el que la explosión del algas microscópicas (inocuas para el mejillón pero peligrosas para el consumo humano) mantuvieron cerrados los polígonos durante meses y provocaron una caída de en torno al 50% en la producción. El episodio está siendo especialmente virulento. El Intecmar lo explica por la coincidencia de dos algas microscópicas, dos variedades de dinoflagelado cuyos números aumentaron exponencialmente al mismo tiempo. Desde entonces la Xunta ha optado por predicar calma. Tras una reunión a mediados de mes con representantes del sector, la conselleira do Mar, Rosa Quintana, salió diciendo que esperaba una evolución “relativamente rápida” y descartaba medidas de compensación, más allá de estudiar una posible campaña de publicidad futura y la posibilidad de autorizar que se instalasen más cuerdas en las bateas para facilitar el desdoble del molusco. También pidió comprensión sobre otra de las quejas iniciales de los productores, molestos por tener que esperar al análisis del Intecmar para saber si el trabajo de una jornada se perdía o se aprovechaba. La normativa de la UE dicta que hacen falta dos resultados negativos en los análisis separados por 48 horas para volver a abrir un polígono cerrado.

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Desde entonces, salvo alguna apertura puntual, la situación ha permanecido estable, y según el último informe del Intecmar de ayer estaban cerrados 46 de los 54 polígonos de las rías. Todos menos cuatro en el área de O Grove en la ría de Arousa y otros tantos en Redondela, en la ría de Vigo. La conselleira insistía hace unos días en que “la sensación es que la cosa va a mejor”, pero al mismo tiempo llamaba a la responsabilidad ante las primeras jugarretas de algún productor nervioso que había falsificado etiquetas. “Que un irresponsable no dañe la imagen profesional del sector”, pidió. Mientras tanto, los productores están que trinan, si se ha de hacer caso a lo que cuenta Francisco Alcalde. “Es el tercer gran cierre del año, justo cuando el producto está en el momento óptimo”, dice, y recuerda que la alteración del ciclo productivo perjudica no solo a la campaña actual, sino a la del año próximo. Los temores van sobre todo enfocados a la venta del mejillón fresco. “Empezábamos con la campaña de exportación a Francia e Italia, empezaba a repuntar el consumo en el mercado nacional”, lamenta, y explica que de prolongarse los cierres la falta de liquidez dará lugar a una situación de “emergencia económica”.

“Es una sensación muy agobiante”, señalan otras fuentes del sector con años de experiencia. “La cuestión es que tanto para los cultivadores como para los que depuran en fresco como para los que transforman y comercializan, si se corta y no se vende, lo primero que queda afectado es el trabajo. Todos mandarán gente al paro. Si no se vende, no se trabaja y no se cobra”, resumen, “porque no hay dinero para hacer frente a las explotaciones”. El sector facturó en 2012 más de 94 millones de euros, de los cuales el 67% fue de producto fresco, que a su vez se vende en un 60% en el último mes del año. De fondo subyace el enfado larvado entre los productores por el progresiva pero inapelable cambio de rumbo del sector, que en la última década ha pasado de estar mayoritariamente centrado en el comercio de producto en conserva a estar focalizado en la venta de fresco, un cambio favorecido por la entrada en competición del mejillón chileno tras los acuerdos de libre comercio entre la UE y el país americano. “La industria transformadora se ha ido a la importación y esto implica pérdidas”, lamenta Alcalde, que insiste en que el etiquetado en la venta al público oculta el origen. La patronal Anfaco, que reúne al sector conservero, ha declinado comentar sus impresiones sobre los efectos del cierre.

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