Las piedras del Born
Visitar los restos del arqueológicos del barrio de la Ribera es emocionarse con las huellas materiales del pasado
Es probable, como escribía ayer José Ángel Montañés en este mismo diario, que el Born se convierta en “el centro de peregrinación de todo los nacionalistas catalanes”. Digo que es probable pero no estaría muy seguro. No estoy muy seguro que todos los nacionalistas catalanes vayan a visitarlo. De lo que sí estoy seguro es que yo sí iré a visitar las piedras del Born. Y no soy nacionalista. Y me parece que iré a verlas muy seguido. Como voy seguido a ver el Museo de Historia de la Ciudad a recrearme con los restos romanos de la antigua Barcino. Y como peregrino, cuando se presenta la oportunidad, de visitar las ruinas de Pompeya, porque cuando lo hago me acuerdo del bueno de Plinio el Viejo sucumbiendo bajos las cenizas del inesperado Etna. Reconozco mi inclinación por las piedras antiguas. Si visito las ruinas de Éfeso, la tercera localidad más importante después de Roma y Alejandría en la antigüedad, no tengo ningún empacho en fantasear que estoy pisando donde pisó el mismísimo Alejandro Magno cuando la visitó, hace más de 2300 años. Me ocurre lo mismo con esa villa romana de Altafulla, donde imagino a Augusto pernoctando para seguir viaje hacia a Tárraco. Son formas intransferibles de citarse con las ruinas del pasado. Aprendí ese entusiasmo leyendo un librito de D. H. Lawrence sobre el pasado etrusco. En esas páginas no hay solo el novelista imponente, hay el hombre que encontró en el fondo de su espíritu el método para emocionarse con los restos materiales del pasado.
Volvamos al Born. En el 2001 comenzaron las obras, acordadas en 1977, para la edificación de la Biblioteca Provincial de Barcelona en el mismo sitio donde había existido hasta 1971 el Mercat del Born. Durante los removimientos del suelo, se halla un yacimiento arqueológico: se trata de los restos del barrio de la Ribera, lo que hoy conocemos (y a donde vamos a cenar o tomar copas) como el Born. Dicho descubrimiento abre una polémica. Algunos no tuvieron ningún rubor en crear la disyuntiva: libros o piedras. Yo personalmente, puestos en ese falaz dilema, pensé tajantemente para mis adentros: esas piedras son un milagro del azar y de la memoria indómita. Resumiendo, las piedras del Born no eran otra cosa que las casas, las vidas, los enseres, los recuerdos, de la gente que ocupaba las calles de la Ribera en 1714. Pero además, eran los restos de una Barcelona a caballo entre dos siglos: el XVII y parte del XVIII.
Por el libro 'El inventario', de García-Espuche, sabemos cómo vivían los barceloneses de los siglos XVII y XVIII
Con esa certidumbre, leí un año más tarde, en 2002, un libro para mí revelador: El inventario, del arquitecto, historiador y responsable del proyecto museográfico del Born Albert García Espuche. ¿Qué hace? Articula los legajos que el notario Francesc Lentisclà deja para la posteridad: por este sabemos cómo vivían los barceloneses del siglo XVII y los del siglo siguiente. Gracias a él conocemos los libros y tratados que se leían, las adversidades cotidianas de los barceloneses durante la guerra de los Nueve años. Espuche sólo tiene que darle forma narrativa al fluir de la vida diaria, con sus repechos anímicos, también con sus fiestas, sus bailes, sus juegos, su empuje comercial. En 2010, el arquitecto publica Barcelona, 1700, texto capital si se quiere revisar el tópico de una Cataluña en decadencia. Aquí descubrimos una Barcelona, hasta 1714, cosmopolita, abierta, con una rica burguesía y con algunas bolsas de pobreza que nunca llegan a la miseria. Probablemente una ciudad con una mentalidad marcadamente holandesa, si hubiera que poner algún ejemplo.
Así que voy a ir a ver las piedras del Born, la antigua Ribera. En ese lugar hubo lágrimas y dolor. Después una devastación física y moral. Una posguerra franquista, si se me permite el anacronismo. Trataré de pasar por alto su último día austracista. En el nuevo libro de cuentos de Sergi Pàmies, Cançons d´amor i de pluja, un personaje nos dice: “Si pogués analitzar les restes del nínxol, intueixo que hi trobaria, a més de pols, bona part del dolor i de l´alegria del segle XX”. Pues eso con las piedras del Born.
J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.
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