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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sin Presupuestos, sin decisiones

La decisión de la Generalitat de prorrogar los Presupuestos es un ejemplo claro de la falta de diálogo del ejecutivo catalán

Igual es un signo de los tiempos confusos y acelerados en que vivimos, pero no deja de ser chocante que con la salud democrática tocada y la necesidad de miradas a largo plazo y de diálogo real, la política al uso responda a todos los retos con monosílabos —un sí / no— y se ventile temas complejos a una velocidad de vértigo. Hay menos deliberación democrática que nunca. La decisión del Gobierno de la Generalitat de prorrogar los Presupuestos 2013 es un ejemplo claro.

No voy a extenderme en lo que me parece ya una obviedad: que el reparto del déficit hecho por Montoro es injusto y mezquino. Que hay pagos pendientes sustanciales del Gobierno central a Cataluña. Que la financiación es aún deficiente. Que la política de austeridad mal entendida de Angela Merkel es miope y contraproducente. Que el margen actual de los Gobiernos europeos es pequeño, con soberanías socavadas porque quien tiene de facto el poder no tiene la legitimidad para ejercerlo. Que no hay milagros ni soluciones fáciles que nos vayan a sacar de la crisis económica, social y democrática en la que vivimos.

Pero reconocer unas verdades no significa un pase gratuito al todo vale, ni señalar unas injusticias hace bueno el ejercicio de cobardía que a mi modo de ver hace el Gobierno CIU-ERC con su renuncia. No hacer Presupuestos no equivale a plantarse ante nada porque Cataluña ya tiene unos Presupuestos, unos que fueron aprobados con el PP y que contienen unos recortes sustanciales para cumplir con el déficit del 0,7%, del 1,2% y ahora del 1,58%, que son los tres límites que se han ido fijando este 2013.

La diferencia, pues, no es evitar recortes que se harán igual. La diferencia es no reajustar prioridades —como hacer frente a la malnutrición infantil—, no poder tocar ingresos propios —como el impuesto a las grandes fortunas— y no debatirlo democráticamente. Es un ejercicio de cobardía y de resignación real. Eso sí, con mucha inflación retórica: poco boletín oficial y mucha grandilocuencia en los micrófonos. Vender fortaleza y vivir fragilidad. Y también es un ejercicio táctico, digan lo que digan: evita a ERC sonrojarse y posibilita a CIU mantener el poder. Evita a ERC explicitar en voz alta los recortes que ya se hacen y posibilita a CIU mantener su contradicción de haber votado la ley del déficit cero y no quererlo para Cataluña, su contradicción de decir sí a Merkel y no a Mariano Rajoy.

Hay margen para hacer unos Presupuestos mejores, que se dirijan a cerrar el déficit real de Cataluña que se llama paro y asfixia social

Honestamente, creo que a Cataluña le iría mejor con otros Presupuestos. Que con las restricciones que tenemos no serían los ideales, pero sí podrían ser mejor que los actuales. Porque gobernar muchas veces es esto, decidir en la complejidad y la dificultad. Hay margen para hacer unos Presupuestos mejores, que se dirijan a cerrar el déficit real de Cataluña que se llama paro y asfixia social. Planteando reformas, pactos, cirugía fina, tocando partidas de ingresos, haciendo apuestas para el estímulo económico, no permitiendo dejar a gente en la cuneta cueste lo que cueste... ¡Tengamos un debate! ¡No simplifiquemos con una cifra de déficit! Gastar equis es una discusión, pero en qué se gasta y cómo se gasta es otra igual o más importante.

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La nueva política que nos reclaman pasa por hacer una oposición honesta. Diciendo qué haríamos, aun sabiendo que decir sí a hacer unos Presupuestos equivale a tomar decisiones difíciles porque no hay de todo para todos. Pero también pasa por exigir al Gobierno que gobierne, porque hoy no hacer equivale a deshacer. Porque no decidir equivale a destruir. Porque el cinismo y el exceso de táctica de Mas y Junqueras dejarán Cataluña con una peor democracia —eso que queremos más y mejor— y dejarán a muchos catalanes sin respuestas hoy en día y sin la confianza de ver que su Gobierno lo intenta, ni que sea contra viento y marea.

Rocío Martínez-Sampere es economista y diputada del PSC en el Parlament.

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