La difícil regulación pesquera
La limitación de capturas y los cierres temporales de pesquerías no son los únicos instrumentos de gestión pesquera
No creo exagerado afirmar que sin regulación pesquera la sobreexplotación de las especies hubiera llevado a muchas de ellas, las de mayor valor comercial, a la extinción. Afortunadamente los expertos en pesquerías y los políticos responsables de esta actividad hace ya tiempo que llegaron a un acuerdo acerca de la necesidad de poner en práctica una política pesquera a nivel europeo. La regulación ha adoptado numerosas formas y ha utilizado diferentes instrumentos. Aún así hace bien poco una de las especies que apreciamos mucho y que tiene una temporada de pesca corta tuvo que ser objeto de una medida excepcional: el cierre de la pesquería durante cinco temporadas para permitir la recuperación de la biomasa de la anchoa.
El establecimiento de un período de veda es una medida extrema pero hay otras, como el establecimiento de TACs (Total Admisible de Capturas) que persigue que se capture, como máximo, la cantidad que se corresponde con el crecimiento neto del stock de la especie considerada. Los TACs, si están bien calculados, pueden ser útiles para evitar tanto la explotación perjudicial del recurso pesquero (exceso de explotación biológica) como desde el punto de vista económico (explotación eficiente de la pesquería).
El que los TACS tengan o no éxito depende de muchas variables: i) que estén bien calculados, lo que exige una ingente labor de los biólogos, ii) que se pongan en práctica de manera efectiva, lo que exige una negociación muy difícil para los políticos y iii) que se ejerza un control suficiente para garantizar el comportamiento deseado, tarea que corresponde a las Cofradías, los armadores, los propios pescadores y desde luego a los controladores.
La existencia de TACS “transferibles”, que pueden ser comprados y vendidos por los agentes pesqueros, es lo que ha permitido que recientemente algunos de nuestros pescadores hayan obtenido ingresos sin necesidad de salir a pescar. La transferibilidad de los “derechos de pesca” persigue que sean los pescadores más productivos los que compren los derechos y que aquellos que piensan que no les va a compensar salir a faenar puedan venderlos al precio que se establezca en el mercado para estos activos.
La limitación de capturas y los cierres temporales de pesquerías no son los únicos instrumentos de gestión pesquera. Hay más. Aún así todavía no se ha conseguido, y me estoy refiriendo a las aguas comunitarias, evitar la sobreexplotación. Para algunas especies el exceso de capturas es habitual. Por eso lo que los Ministros de pesca de la UE deben debatir ahora, debate y decisiones que marcaran la Política Pesquera Europea (PPE) de los próximos diez años, es vital para el sector y para los recursos. Para el sector porque si no hay recursos no podrá obtener un rendimiento económico razonable y para el recurso porque si hay sobreexplotación se estará produciendo una pérdida neta en la riqueza de las zonas de pesca comunitarias.
Uno de los retos que todavía les queda a los ministros de pesca tiene que ver con los descartes, esa mala práctica de arrojar al mar peces ya capturados para, por ejemplo, pescar otros de mayor tamaño y con mayor precio de mercado. No hay datos fiables sobre la cuantía de los descartes pero el fenómeno parece ser lo suficientemente serio como para necesitar una regulación específica. Los descartes constituyen un ataque medioambiental que debería haber sido evitado hace tiempo. Reconozco que no es fácil regular las pesquerías haciendo compatible la sostenibilidad del recurso con la obtención de ingresos suficientes y sostenidos en el tiempo para los pescadores. Puede parecer la cuadratura del círculo pero es el único camino por el que podemos avanzar en la protección de los recursos y de la actividad pesquera.
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