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Industria en transición

De las chimeneas a la biotecnología

Actividades emergentes como la energía renovable y las TIC convivirán con las fábricas de automóviles o productos químicos

Lluís Pellicer
Sincrotrón.
Sincrotrón.

Las grandes chimeneas que a principios del siglo pasado humeaban a pleno rendimiento son ya piezas de los museos urbanos en los que se han convertido los antiguos barrios fabriles. Hoy Cataluña afronta una nueva transición industrial, y lo hace en plena crisis de un sector que en un lustro ha destruido 7.530 empresas y 250.000 puestos de trabajo. La industria está llamada a ser de nuevo el principal puntal de la economía y, a la vez, a transformarse. Los sectores tradicionales sobrevivirán, pero más apegados a la I+D+i y a actividades muy intensivas en conocimiento.

El proyecto de Barcelona World pone de nuevo sobre la mesa el debate sobre el modelo productivo. Cataluña no vivirá del monocultivo. El turismo seguirá siendo clave, pero el motor económico será una industria compuesta por actividades tradicionales y otras ahora emergentes. La biotecnología, las tecnologías digitales y las energías renovables se perfilan como los sectores que deben volver a llenar los pulmones del sector industrial, cuyo peso en el conjunto de la economía ha caído en 10 años del 25% al 19%.

La inversión en I+D+i en Cataluña, que concentra una cuarta parte de la actividad industrial española, fue el 1,68% del PIB en 2009, por encima del 1,38% del conjunto de España y por detrás de Navarra (2,14%), País Vasco (2,06%) y Madrid (2,05%). Ese gasto está por debajo de la media de los Veintisiete (1,92%) y lejos de Alemania (2,82%) y Francia (2,26%). Si bien la inversión ha ido creciendo cada año, en 2009 se observó una tendencia que puede poner en riesgo el objetivo de la Estrategia de Lisboa de alcanzar el 3% del PIB en 2020. Mientras la inversión pública siguió incrementándose, la privada retrocedió el 4,5%. El director general de Investigación de la Generalitat, Josep Maria Martorell, destaca que mientras la inversión pública se ha ido incrementando desde 2000, la privada apenas se ha movido.

Uno de los ámbitos más intensivos en conocimiento es el biotecnológico, un sector joven con 481 empresas que facturan 15.600 millones de euros, según el Informe Biocat 2011. Barcelona está en el mapa con el Sincrotrón, universidades y hospitales con equipos de investigación de primer nivel o centros de excelencia y, recientemente, el magnate Warren Buffet se ha hecho con Lipotec, una empresa del sector. “Ahora el trabajo es el de estructurar esos activos y, si hacemos los esfuerzos pertinentes, el sector puede ser un cluster competitivo en 10 o 15 años”, sostiene Carlos Buesa, presidente de la compañía Oryzon.

Las biotecnológicas nacen como una escisión de otra compañía o bien en una incubadora de una universidad. En cualquier caso, los tiempos de maduración de sus productos suelen ser largos, de hasta 10 o 12 años, por lo que las empresas suelen ser muy intensivas en capital. Buesa explica que en países anglosajones esas necesidades iniciales se cubren con una “financiación agresiva del sector público” o capital riesgo. Y esos son los dos puntos débiles de esa incipiente industria: el sector público, inmerso en una política de austeridad, no bombea recursos suficientes y no hay un capital riesgo catalán con músculo suficiente. “El problema es la falta de capital relevo, de inversores que vayan detrás suyo para poner fondos”, explica Antonio Parente, presidente de la patronal CatalunyaBio. Una vez abierto el grifo financiero, el sector tiene otros retos: adquirir dimensión y crecer, mejorar la gestión empresarial e ir al exterior, es decir, saltar a competir. “Estamos en la rampa de lanzamiento y, si no estropeamos lo que hemos hecho hasta ahora, estamos preparados para el despegue”, expone Buesa. Josep Maria Martorell está de acuerdo con que el “riesgo” de la investigación, que se nutre de fondos del Estado y de la Unión Europea, es la “evolución de las finanzas públicas”. Aun así, opina que el capital acude allí donde se vislumbra un negocio.

La concentración de actividades en cluster es una tendencia que va a ir acentuándose. “Cataluña es y va a ser un país industrial. Hay que insistir en un modelo altamente sofisticado y diversificado, en el que se buscarán complementariedades entre sectores. El grueso de las actividades se concentrará en áreas metropolitanas, alrededor de clusters”, asegura Joan Trullén, exsecretario de Industria y presidente del Instituto de Estudios Metropolitanos. Ese diseño de nuevos polos productivos se desarrollará casi de forma natural. A lo largo de más de un siglo, recuerda Trullén, Cataluña pasó del textil a la química para obtener tintes, y de ahí a los productos farmacéuticos.

Dos sectores que demuestran cómo de imbricados estarán los clusters son el de la tecnología digital y el de la eficiencia energética. En ambos casos, una parte de la actividad se basa en dar servicios. Pero Carles Fradera, director de Barcelona Digital, explica que si antes las empresas se dedicaban a instalar, por ejemplo, software a otras compañías, ahora desarrollan sus productos, desde videojuegos a aplicaciones para móviles. A su impulso contribuirá que Barcelona sea la capital mundial del móvil, aunque ahora estas empresas también deben crecer. “El tejido está muy fragmentado, con 4.200 empresas, pero ya se ven pasos en ese sentido con alianzas”, explica.

Otro sector clave será el energético. El encarecimiento de la energía, de cerca del 85% en solo 10 años, y el agotamiento de los recursos ponen el foco en las renovables y en mecanismos de eficiencia. Carles Albà, presidente del Cluster de la Eficiencia Energética, explica que el sector cuenta con grandes compañías al lado de empresas de ingeniería, arquitectura o fabricantes. La crisis, sin embargo, ha dejado ese mercado en punto muerto. “Con la tendencia de los costes de energía, el futuro del sector es brillante”, afirma. Pero si hay un cluster que compite en la Champions, este es el agroalimentario. En el éxito de ese sector, uno de los que mejor han aguantado la crisis, se basa en la existencia de un conjunto de grandes empresas exportadoras (Agrolimen, Freixenet, Damm) y un potente centro de investigación, el IRTA.

El auge de estos sectores no significa el ocaso de los tradicionales. Seat es una de las primeras empresas en I+D+i con un gasto de 330 millones. “Dentro de 30 años no todo será nuevo, sino diferente. Veremos una economía cuya base serán los servicios a las personas y a las empresas y una industria de mayor valor añadido”, sostiene Josep Maria Rañé, presidente del Consejo de Trabajo Económico y Social. Con él coincide el director general de Fomento del Trabajo, Salvador Guillermo, quien recuerda que el proceso de la industria manufacturera ya no empieza y acaba en un mismo sitio. “Cataluña debe apuntalar los procesos productivos que incorporen valor”, sostiene.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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