Ni tan listos ni tan malos
Lo ocurrido con Bankia es un excelente ejemplo de pésima gestión
Los populares están empeñados en que “la herencia envenenada” sea el soniquete de moda, título castizo para lo que amenaza con ser un amargo sainete. Una herencia labrada a base de incompetencia y de mentira, según el guión invariable que Rajoy acostumbraba a lamentar desde el banquillo de la oposición. Y donde no es descartable, por cierto, un final como el que ilustraba la vieja viñeta de Hermano Lobo:“¡Hemos tocado fondo, ya sólo queda el socavón!”
Que los Gobiernos de Zapatero gestionaron torpemente la crisis es algo fuera de toda duda. Primero, negaron la evidencia y practicaron el despilfarro; después, fueron de tumbo en tumbo presionados por los acontecimientos; más tarde, sucumbieron al espejismo de los brotes verdes; cuando, finalmente, fueron desalojados, el barco estaba al borde del naufragio. En ningún momento dieron la impresión de comprender el alcance y la profundidad de lo que estaba ocurriendo.
Pero también es claro que los socialistas no inventaron ni las alegrías inmobiliarias, ni el dinero abundante y barato, ni el apalancamiento temerario de bancos y familias, ni el diseño chapucero del euro, ni la pérdida de competitividad con respecto a Alemania. Cuando se produjo el estallido de las subprime en los Estados Unidos la especial vulnerabilidad de la economía española era la consecuencia de ciertas políticas heterodoxas propiciadas por los diferentes Gobiernos de España durante los 15 últimos años. Y, curiosamente, socialistas y populares han compartido hasta el día de ayer un idéntico desenfoque respecto a la calidad de nuestro sistema financiero.
El pasivo de la herencia recibida por Rajoy se ha visto sustancialmente engordado en lo que va de año. Lo ocurrido con Bankia es un excelente ejemplo de pésima gestión, de principio a fin; es decir, desde la concepción estrafalaria de la fusión, las luchas partidistas por el poder, el mangoneo político de la gobernanza, o la transformación irresponsable del pobre cliente en accionista indefenso, pasando por la operativa poco afortunada del día a día, hasta la traca final y la gestión por entregas de tan singular desenlace. ¿Dónde estaban los políticos competentes del PP?
Pero lo peor está todavía por llegar. El Gobierno español ha emprendido una carrera alocada tras los pasos de Angela Merkel, desoyendo las numerosas voces críticas a ambos lados del Atlántico que defienden la necesidad de implantar políticas de estímulo en situaciones de recesión. Exactamente la vía opuesta que han tomado los populares, la que nos mantendrá en el socavón en todo lo que resta de década, la que no siguen los Estados Unidos ni ningún país soberano, la que históricamente jugó penosas pasadas en el Este asiático. Y, afortunadamente, la que ha encontrado el rechazo de Francia y una creciente oposición dentro de la propia Alemania.
Ha emprendido el Gobierno una carrera loca tras los pasos de Merkel
Entre tanto, Rajoy y los suyos ofician de pedagogos explicando a la ciudadanía auténticos disparates económicos. Unos pocos ejemplos: “Nadie puede gastar lo que no tiene” (¿y qué es entonces el crédito?); “El antónimo de austeridad es el despilfarro” (error: es el gasto); “Austeridad o crecimiento es un falso debate” (todo lo contrario: es el debate, la discusión que España y Europa precisan clarificar para escapar del actual atolladero). ¿Le ha sugerido alguna vez Rajoy a su amiga y jefa Mekel que lo que conviene a Alemania —euro fuerte, cero inflación, superávit presupuestario— es dañino para España? Por la vía emprendida, ¿para cuándo la creación de empleo?, preguntaba un periodista a Floriano. “Mejor antes que después”, fue la respuesta. Sin comentarios.
Y de la acusación de incompetencia a la acusación de mentira. Es verdad que la incompetente gestión socialista estuvo rodeada de opacidad, ocultamientos, maquillajes y engaños. Sus cifras falseaban la gravedad de las cuentas públicas mediante burdos trucos contables. Exactamente lo mismo que hacía Esperanza Aguirre en las dependencias de Sol, con el fin de presentar unos déficits amañados. Hemos sabido recientemente que el auditor de Bankia se enfrentó a las pretensiones manipuladoras de la dirección de la entidad, y acabamos de enterarnos de que las comunidades de Madrid, Valencia y Castilla y León comunicaron al Ministerio de Hacienda una cifra de déficit de 2011 falseada a la baja.
La desastrosa trayectoria de la economía española, antes y después de la gestión del PP, tendría que servir como una gran lección de humildad. Si alguna disciplina merece los honores de un agnosticismo respetuoso y activo, ésta es la economía. Por otro lado, la vida y el quehacer de los políticos transcurren dentro de una tensión permanente entre la ejemplaridad y la mediocridad. Todos los seres mortales, incluidos los políticos de uno u otro signo, estamos hechos del mismo barro, como sugiere el mito bíblico. Y si el conocimiento y la virtud quedaron originariamente dañados, parece prudente concluir que la excelencia intelectual o moral es más bien la conquista de unos pocos que el patrimonio de unas siglas o de unos grupos.
En los comicios del 20-N los electores dieron crédito a la línea divisoria que trazaba el mensaje central del Partido Popular: nosotros somos los competentes; ellos, los mentirosos compulsivos que han arruinado el país. Olvidaban la admonición de don Pío Baroja, cuando, a propósito de las trifulcas entre jesuitas y masones, dos colectivos que le resultaban especialmente antipáticos, ironizaba: “Ni los jesuitas son tan listos como piensan los masones, ni los masones tan malos como creen los jesuitas”.
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