Las razones de los sexólogos para que se te quiten las ganas de fingir orgasmos para siempre
Alcanzarlo no es la meta del sexo, vale, pero acostumbrarse a no llegar es una situación que más vale corregir
Sí, el orgasmo no es la meta del sexo. A veces se llega, incluso varias veces, y otras no. Y no pasa nada, podemos disfrutar del camino, y mucho. Pero entender que el clímax no es el único objetivo no es lo mismo que renunciar a él casi por norma. Y fingirlo por sistema puede acabar pasando factura física y mentalmente. Quien lo haga, debería dejar de engañarse a sí mismo y, de paso, a su pareja. “Pese a que obviamente las secuelas serán mayores si es nuestro ‘modus operandi’ a que si solo es un momento puntual, fingir un orgasmo no tendría que ser ni siquiera una alternativa a plantearnos”, plantea la sexóloga Verónica Vivero.
Según un estudio publicado en la revista Journal of Sexual Medicine, en el que los investigadores de la Universidad Brigham Young, en el estado de Utah (EE UU), analizaron la percepción del orgasmo en 1.683 parejas heterosexuales recién casadas, el 87% de los maridos tiene orgasmos en sus relaciones de forma consistente. Sin embargo, solo el 49% de las mujeres pueden decir lo mismo. El problema es que muchas mujeres acaban fingiendo, y no es por complacer a su pareja, sino por acabar cuanto antes. Porque no están disfrutando. La encuesta que la marca de juguetes eróticos sueca LELO hizo a 733 españoles indica que el 22% de las españolas que ha fingido el orgasmo en alguna ocasión lo hizo por este motivo.
Pero no generalicemos, esta conducta no es exclusiva de las mujeres. “La dificultad o incapacidad para llegar al orgasmo masculino se suele entender como eyaculación retardada”, apunta el sexólogo Fernando Villadangos. Y también hay varones que recurren al disimulo, con la diferencia de que, en muchas ocasiones, más que fingir se acostumbran a no llegar. “Sucede en hombres que practican la marcha atrás durante mucho tiempo y también cuando hay un miedo intenso de provocar un embarazo no deseado”, reflexiona el sexólogo. Luego todo se complica.
Las primeras señales de alerta suelen ser más bien emocionales. “Si la persona en sus relaciones sexuales, sea en pareja o de forma individual, nunca llega al orgasmo... este hecho va a repercutir directamente en su satisfacción y en su autoestima sexual”, afirma la psicóloga Sonia García. “Puede generar trastornos de estrés, ansiedad, depresión, obsesiones, dolores musculares y otras dificultades por la preocupación y la insatisfacción que puede provocar”, añade.
El orgasmo no es el final
No abordar el problema no hace más que agravarlo. Es la pescadilla que se muerde la cola: no puedes evitar tener sexo pero no disfrutas de él, así que cada vez que cada encuentro se convierte en un mal rato… y vuelta a empezar. Los hombres tienen un elemento de presión añadido porque parece que el orgasmo femenino es algo que no siempre se consigue, pero el masculino prácticamente se da por hecho. “La eyaculación retardada hace que los hombres se sientan mal y se fuercen a terminar en la eyaculación. Esto solo añade más presión y ansiedad al momento, y empeora las cosas”, dice Villadangos.
Al final, la situación acaba afectando a la pareja. “El vínculo al final se ve repercutido. En la pareja tenemos que poder trabajar en equipo y hablar las cosas, llegando a acuerdos para colaborar conjuntamente”. Cuando esto no pasa, recuerda Vivero, acaba afectando a algo más que al sexo.
Así lo nota tu cuerpo
El orgasmo es una de las mayores conexiones de cuerpo y mente, por eso renunciar a él acaba afectando a ambas esferas. A nivel corporal, Sonia García explica que, cuando nos enfrentamos al sexo con ansiedad, la relación empieza con cierta tensión muscular. “Dicha tensión puede afectar directamente a la musculatura del suelo pélvico. No son pocas las mujeres que combinan el tratamiento psicosexual con tratamiento de fisioterapia de suelo pélvico por las contracturas existentes en esta zona”, ahonda.
No llegar nunca al orgasmo nos priva también de muchos de los beneficios que el sexo tiene para la salud. “Cuando tenemos un orgasmo, entre otras muchas cosas, se produce una serie de contracciones rítmicas e involuntarias de la zona genital, esto en parte favorece una mayor irrigación y vascularización sanguínea del área genital, la liberación en el torrente sanguíneo de determinadas hormonas como oxitocina, dopamina y serotonina, que se asocian con vínculos, placer, bienestar y relajación y, en definitiva, que los genitales estén más en forma”, explica Verónica Vivero. Si nunca se llega al orgasmo, no solo no recibimos todo este subidón, sino que los genitales acaban por perder también su forma física, algo que tampoco beneficiará a la hora de lograr orgasmos en el futuro.
Quien, teniendo en cuenta todo esto, aún piense en seguir fingiendo, debe saber que hay personas que no solo buscan ayuda por sentir placer, sino que muchos acuden por pura necesidad. “He atendido parejas que han acudido a consulta en el momento en que deseaban lograr un embarazo y no podían por la imposibilidad de eyacular dentro de la vagina. En otras palabras, acudían al sexólogo por un motivo reproductor más que erótico”, finaliza Villadangos.
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