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La portentosa demostración literaria de Jennifer Egan en ‘La casa de caramelo’; es Messi tirando seguidas treinta faltas y todas, gol

La autora estadounidense entretiene y hace pensar con una tela de araña de historias tejida en torno a una aplicación para compartir recuerdos

Jennifer Egan, retratada en 2022.
Jennifer Egan, retratada en 2022.Basso Cannarsa (Agence Opale / A

Lo que Jennifer Egan (Chicago, 1962) hace con La casa de caramelo en el terreno de contar y tramar ficciones debería devolver a la mayoría de escritores al taller literario del que, quizás, muchos de ellos no deberían haber salido. Autores, hombres y mujeres que, en el mejor de los casos, aciertan a explicar bien el enésimo trauma amplificado de la niñez, su historia familiar bizarra o todos y cada uno de los agujeros que tiene el cinturón alrededor de su cintura.

Pero en éstas que llega Jennifer Egan con una novela como La casa de caramelo y hace saltar la banca de la literatura de ficción uniendo lo, a priori, imposible: Paul Auster y los Grateful Dead. Es decir: entretener, marear, complicar, surfear, sorprender, divertir y pensar.

No es nada que los lectores de Egan no hayamos leído antes. La torre del homenaje (2006) ya era una novela gótica llena de aciertos y escaleras que iban a todas partes. Manhattan Beach (2017) bajaba pistonada por su inercia de historia convencional, pero quizás influyó que venía detrás de un título como El tiempo es un canalla (2010), Premio Pulitzer de ese año y que era una soberbia, compleja y amena novela, una catedral de pies ligeros que, de hecho, se emparenta formalmente con La casa de caramelo —e incluso algunos personajes transitan por agujeros de arena entre una novela y otra—.

La casa de caramelo, elegido entre los 10 mejores libros del año por The New York Times, se despliega como una novela en la que la flecha del tiempo se dispara de una manera azarosa pero nunca ilógica. La propuesta de Egan es ambiciosa y retorcida, pero su oficio y talento hace que no nos lastre su complicación y la lectura —­excepto dos capítulos en forma de ladrillo, que Egan se merece poder endosarnos— es siempre y a la vez entretenida y de altos vuelos, literaria.

Empezamos en Nueva York, 2010, y lo hacemos con Bix Bouton, un hombre de éxito en bloqueo creativo ya que Mandala, su plataforma de redes sociales, se encuentra en un cierto punto muerto, necesitando de un salto al vacío. Lo obtiene con una revelación que llamará Aprópiate del Inconsciente, una aplicación capaz de acceder a todos nuestros recuerdos, compartirlos, cederlos, externalizar nuestra memoria y la de todos los usuarios de Mandala. Pero hay quien ha decidido desertar de todo ello. ¿Es ése el argumento de la novela? Sí y no. Probablemente, si la forma en la que desarrolla esa trama —que se extiende desde los años sesenta hasta 2035— fuera la convencional, sería un pastiche —bueno, malo o regular— tan simbólico como predecible y retrofuturista. Pero Egan tiene el acierto de que esa excusa argumental sea solo la puerta de entrada y de salida al laberinto. Sin aviso, pero tampoco bruscamente, dejamos a Bix y pasamos a entrar por el centenar de otras puertas que nos llevan a trozos de historias de personajes muchos de ellos enlazados entre sí. Como si la novela albergara un montón de cuentos realistas —amén de algunos con los que corre severos riesgos formales—, la narrativa de la norteamericana no nos deja de la mano, interesándonos peripecias y criaturas —con independencia de su sexo, edad, situación—, creando una red de araña de seres escritos que parecen estar vivos, casi levantándose del papel.

La autora estadounidense es una maga que te hace el mismo truco una y otra vez y no le pillas el engaño. Es Messi tirando seguidas treinta faltas y todas, gol

La portentosa demostración literaria y de observación social y psicológica de Jennifer Egan hace que corra riesgos enormes y los supere sin apelar a un recargamiento de su prosa, sino que lo hace todas las veces narrando de forma directa, fácil, sin necesidad de claves o misterios a la hora de entender y sentir lo que está pasando. Es una maga con las mangas de su camisa subidas y que te hace el mismo truco una y otra vez y no le pillas el engaño. Es Messi tirando seguidas treinta faltas y todas, gol.

Si todo eso no fuera suficiente, el mismo libro es la demostración de lo que plantea como diagnóstico del mundo que ya es hoy y que será mañana. Ante toneladas de información, ante la donación que hemos hecho de nuestra intimidad, ante una casa de caramelos edificada y defendida por algoritmos, ¿cómo podrán Hansel y Gretel escapar? Jennifer Egan y esta novela lo tienen claro: con la ficción, siempre y cuando la mercancía sea de tan buena calidad como la que esconde este libro. Ficción hecha de recuerdos inventados, momentos fundacionales sobre los que construimos vidas, anécdotas, datos, olvidos, mentiras y formas de explicarnos como único medio para poder desertar de este mundo catalogador, espía, almacén, supermercado, aburrido, hambriento y tirano.

Portada 'La casa de caramelo', de Jennifer Egan. EDITORIAL SALAMANDRA NARRATIVA

La casa de caramelo

Jennifer Egan 
Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino
Salamandra, 2023
428 páginas. 23 euros

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