José Luis García Martín, el implacable crítico reivindica el poder literario de la periferia
La revista ovetense ‘Clarín’ llega a su fin tras 27 años, pero su director, uno de los prescriptores más influyentes de la poesía reciente, es un escritor inagotable que presenta numerosas novedades
Desde hace 40 años el poeta y crítico José Luis García Martín (Aldeanueva del Camino, Cáceres, 72 años) acude a mediodía a la cafetería Los Porches dentro de un centro comercial carbayón: le gustan esos lugares que no son calle pero tampoco son del todo interiores, que están en el limbo entre lo público y lo privado. Por la mañana desayuna en otra cafetería, en su barrio, siempre la misma. Por la tarde prepara su crítica semanal en el McDonald’s de otro centro comercial, más al norte. Y después acude a otro café, siempre el mismo, para su longeva tertulia literaria. Para el que lo sabe, es fácil encontrarle, así que no es raro que tenga visitas. El trabajo lo deja hecho antes de salir de casa. Al anochecer, prefiere acostarse pronto. Locuaz a la vez que esquivo (se considera un “raro”), García Martín se acoge a estas rutinas kantianas, como de personaje de ficción del Oviedo literario, para hacer pie en el caos existencial. La rutina, “un sinónimo de la felicidad”, dice.
Aunque la lectura es un vicio solitario, García Martín considera la literatura como hecho social, de ahí ese deambular por cafeterías en la que se encuentra con otros escritores y lectores, o sus célebres tertulias. Comenzó la tertulia Óliver (llamada así por la cafetería donde se celebraba) en 1980, siempre con alguna publicación asociada: Escrito en el agua, Reloj de arena o Anáfora. “Es normal que la gente de una profesión se reúna para hablar, para criticarse, para promocionarse, para pelearse, para leerse”, dice el poeta, “antes de Internet la tertulia servía de enlace con el mundo, compartíamos información, llevábamos libros”. Internet no sustituye, pero ayuda, y, de hecho, García Martín es intenso usuario de redes y blogs. Cree en la necesidad de que los poetas formen grupos, para apoyarse y revolverse, sobre todo cuando son jóvenes. “La literatura no es un congreso sobre un gran autor, sino tres jóvenes en una cafetería comentando sus libros: esa es la historia viva de la literatura”, dice. Los otros grupos son los de autores mayores, consagrados, que hacen lobby para favorecerse unos a otros: “Es muy difícil sobrevivir solo en la jungla literaria”.
En esas charlas de cafetería (toma café, pero nunca fuma o bebe alcohol, se recoge pronto), así como en sus artículos de prensa, presentaciones o críticas, a García Martín le gusta cultivar su fama de polemista, de pertinaz llevador de la contraria, de crítico sin pelos en la lengua, de impertinente. No le importa caer mal, y así cae a algunos, pero no le amedrentan sus enemigos: parece tomarse las controversias con naturalidad. “Es una fama que he sabido ganarme”, explica, “nunca he vivido de la escritura, así que siempre he dicho y escrito lo que me ha dado la gana”. ¿Son estas polémicas y peleas algo propio del mundillo literario? “No”, dice, “son del mundillo en general”.
Su visión del ecosistema libresco es algo darwinista: habla de la pelea por hacerse un hueco en el territorio del prestigio, de las intrigas palaciegas, de las estrategias para sobresalir, incluso de armas como la adulación para penetrar en la ciudad sitiada de las Letras. Sus tertulias siguen celebrándose semanalmente, una es presencial y ovetense, otra por videoconferencia y cosmopolita, aunque el único elemento indeleble a través de los años es la propia presencia del fundador: el resto, entre ellos la plana mayor de la literatura asturiana, han venido y se han ido, o aparecen de vez en cuando. “Es como una carrera de Letras, la gente viene y luego se va”, dice García Martín, que precisamente se ha jubilado hace poco, después de cinco décadas como profesor en la Universidad de Oviedo: “Me he pasado la vida escribiendo, pero me la he ganado hablando”
El fin de ‘Clarín’
Recientemente, tras una andadura que se remonta a 1996, publicó su último número la revista literaria Clarín, dirigida por García Martín y auspiciada por Graciano García, promotor de los Premios Príncipe de Asturias (ahora Princesa). El poeta puso varias condiciones para acometer aquel proyecto: que todo el que participase cobrase, excepto él mismo. Y que la publicación no girase en torno a grandes santones “como Vargas Llosa o Antonio Gala”, sino en torno a la gente joven y a los que aquí y allá se estaban labrando una carrera día a día. La revista, pues, no está ya de plena actualidad, pero se puede seguir leyendo íntegra, precisamente porque nunca se preocupó de la actualidad. “He leído algunos de los primeros números —ensayos, textos de viajes, poemas— y casi me gustan más que los últimos”, dice el director, “estoy contento de que acabe así, sin que llegue el cansancio y la decadencia”. La cosa duró 27 años, y sucumbe víctima de las sucesivas crisis de la economía, de las maneras en las que leemos, del abandono del papel y de la subida de su precio. Del devenir del mundo, vaya.
No es la única revista que ha dirigido. Aunque se siente avilesino, porque allí hizo el bachillerato, García Martín nació en Extremadura y llegó a Asturias en el seno de una familia obrera migrante, cuando en Asturias la industria y la minería eran el motor económico de la región. En Avilés empezó a frecuentar la biblioteca y a ser seducido por los libros, y comenzó, muy joven, dirigiendo otra revista de poesía y crítica, Jugar con fuego, que, además de dirigir, escribía prácticamente entera, él solo, bajo diferentes heterónimos y publicando poemas apócrifos de autores consagrados que componía imitando el estilo. Así se fue adentrando en el mundillo literario. Fue entre 1975 y 1981, y la financiaba trabajando como maestro en barrios y pueblos asturianos; se encuentra íntegramente editada en facsímil por la editorial Renacimiento. Algunos la consideran visionaria.
Su extensa obra literaria incluye una larga ristra de poemarios (el primero, Marineros perdidos en los puertos, de 1972), numerosos volúmenes de viajes y autobiografía, y muy notoriamente el diarismo: lleva publicados 22 tomos de sus diarios, su primera entrega en 1989, la última este año, titulada Elogio de la cordura (Renacimiento). Por estas fechas también aparecen otros títulos, como sus conversaciones con el periodista y poeta José Luis Argüelles, titulado Todo lo demás (en él se relata, entre muchas otras cosas, la rocambolesca historia de cómo el régimen franquista intentó implicarle en 1974, sin comerlo ni beberlo, en un atentado terrorista en Madrid y pasó una temporada en la cárcel de Carabanchel), o su libro de romances para todas las edades Ulises en Rodiles, ambos publicados por Impronta. También el libro Mil y un fantasmas (Newcastle Ediciones), donde mezcla verso y prosa, historia e intimidad, para generar un artefacto autobiográfico inclasificable.
En su haber están muchas y muy influyentes antologías de poesía (La generación del 99 o La generación de los 80, por ejemplo), como un zoólogo del género que investigó el hábitat y su variopinta fauna, y consiguió reunir, sopesar, clasificar a los mejores poetas de ciertas generaciones, tratando de discernir entre aquello que iba a sedimentar y aquello que se iba a llevar la corriente: la tarea del antólogo. Ahora se ha cansado, y no porque el presente de la poesía parezca confuso y sin corrientes definidas, como a veces se dice: “Todos los presentes son confusos”, dice, “es el tiempo el que clarifica las cosas”. Reivindica, también, la lectura fragmentaria y libérrima de la poesía, da igual el formato, ya sea libro, pantalla o servilleta: lo importante es el poema.
“Las ciudades pequeñas hacen las mentes pequeñas”, le gusta repetirse a García Martín, y, sin embargo, toda su intensa actividad la ha desarrollado en una ciudad pequeña, muy al norte y detrás de una contundente cordillera. Su nombre está indefectiblemente unido a estas calles y, sobre todo, a estas cafeterías. El talento, según observa el poeta, nace en la periferia y se reúne en la capital, donde, como es sabido, se pone a la cola para triunfar. “La diferencia no es que yo esté aquí, sino que no he ido allí”, concluye, “aquí hay más libertad y cualquier lugar puede ser el centro del mundo”. Como buen poeta, no tiene carné de conducir.
Elogio de la cordura
Renacimiento, 2023
284 páginas. 18,91 euros
Todo lo demás. Conversaciones
Impronta, 2023
256 páginas. 20 euros
Ulises en Rodiles y otras historias del romancero
Impronta, 2022
144 páginas. 15 euros
Mil y un fantasmas
Newcastle Ediciones, 2022
192 páginas. 12 euros
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