Jim Jarmusch: “¿Por qué todas las bandas sonoras suenan como si fueran de John Williams?”
El pionero del cine independiente publica ‘Silver Haze’, un nuevo álbum al frente de un grupo de rock, SQÜRL, con el que escribe poemas visuales a la guitarra eléctrica
“Verdaderamente creo que la guitarra eléctrica es uno de los más hermosos inventos del siglo XX, algo muy bello”, afirma Jim Jarmusch (Akron, Ohio, 1953) al otro lado del teléfono. Pionero del cine independiente estadounidense en los ochenta, Jarmusch ve a Mark Rothko, figura del expresionismo abstracto, como músico. Y piensa que los guitarristas Kevin Shields o David Torn son, de hecho, pintores. Tal sinestesia parece simple sentido común: no existe una disciplina intransferible, sino distintos modos de afrontar la creación. Jarmusch siempre se sintió músico. Estuvo en el grupo The Del-Byzanteens, coetáneos del minimalismo no wave neoyorquino, y su filmografía se nutre tanto de viejas tonadas como de ritmos contemporáneos. Tom Waits y John Lurie protagonizaron Down by Law, el espectro del rock and roll sustenta Mystery Train, Neil Young conjuró oleajes de guitarra eléctrica en Dead Man, el hip hop vertebra Ghost Dog y Broken Flowers nos descubrió al etíope Mulatu Astatke.
En SQÜRL—pronúnciese como squirrel, ardilla—, proyecto musical de Jarmusch junto a Carter Logan, resuenan mantos de guitarras eléctricas proyectando telúricas, oníricas atmósferas a base de sobrealimentación. El efecto feedback, como en la música que crearon para la hipnótica Only Lovers Left Alive, uno de cuyos vampiros es un fetichista de la guitarra eléctrica. “Las cosas que siempre han captado mi atención estaban en los márgenes, no en el mainstream, y esto se traslada al modo en que nos aproximamos a la guitarra”, explica. “Y, por supuesto, también nos gustan la electrónica analógica y las baterías. Me aburre mucho ese predecible sinsentido de seguir triturando el blues; no me dice nada”.
Tras publicar en la última década algunos discos en edición limitada (entre estos, un homenaje al director de fotografía Robby Müller), lanzan un primer álbum oficial, Silver Haze, donde convergen sus habituales texturas sonoras —además de guitarras, suenan sintetizadores analógicos, transistores averiados, chelos…— con la poesía, otra pasión del cineasta. “Hacía tiempo que queríamos hacer un álbum, pero no encontrábamos el momento”, añade. “Hasta que conocimos a Randall Dunn y nos gustó lo que había hecho como productor. Admiro a esos jóvenes que tienen bandas, salen a la carretera y graban discos, lo viven. Nosotros tenemos otras ocupaciones. Carter está en un grupo, yo toco con otras personas y, además, hacemos películas. Así que ocurre cuando nos va bien; no lo planificamos”.
Silver Haze, que se inicia con el lento, oneroso recuerdo de vivencias europeas en la instrumental ‘Berlin ‘87′, pronto abraza totalmente la palabra, algo inédito en SQÜRL. En ‘The End of the World’ el propio Jarmusch recita un texto que escribió en el estudio; su solemne dicción remite al grave barítono de su amigo Iggy Pop. El decorado lo levantan muros de electricidad bien temperada que el oído transforma en escultura auditiva. Nada de filigranas ni solos.
“No me interesan nada los virtuosos. Me inspiran más unas pocas notas tocadas por Rowland S. Howard que todo lo que ha hecho Eric Clapton”
“No me interesan nada los virtuosos, aunque sean admirables”, razona. “Me inspiran más unas pocas notas tocadas por Rowland S. Howard que todo lo que ha hecho Eric Clapton. Hay ciertas cosas más misteriosas que el exhibicionismo. Amo la guitarra eléctrica; me gusta lo que hace y la idea misma de ella. Lo mismo pasa con las bandas sonoras. ¿Por qué todas las que se hacen en Hollywood suenan igual? ¿Por qué todas suenan a John Williams? ¿Por qué intentar tocar la guitarra como Clapton cuando puedes tocarla como Arto Lindsay o Loren Connors?”.
Las voces de la cantante británico-alemana Anika y la actriz Charlotte Gainsbourg amplían la paleta expresiva de SQÜRL. Esta última interpreta el poema ‘John Ashbery Takes a Walk’, guiño a la New York School of Poets de los sesenta asociada a pintores como De Kooning o Pollock. Entre estos, Kenneth Koch, profesor de Jarmusch, y Ron Padgett, autor de un poema para su película Paterson. “Creían que no debes tomarte demasiado en serio y escribir cosas divertidas, que es importante abrazar tu inspiración, experimentar”, dice. “Pensaban, como escribe Frank O’Hara en su hermoso manifiesto de 1969 Personalism, que debías escribir tu poema a otra persona, no al mundo entero, o sonaría pomposo. Influyeron en mi forma de ver la vida en todos sus detalles, en la celebración de quienes te precedieron, los pintores y sus visiones, y aquellos que te rodean, artistas y músicos, además de poetas”.
“Siempre les digo a los jóvenes que no teman fracasar, porque ahí es donde se aprende. Las cosas que funcionan a menudo no tienes ni idea de cómo surgieron”
Su filmografía ha sido tildada de pretenciosa, de arty, pero él se desenvuelve con jocosa simpatía durante la charla. Quizás sea por sus prematuras canas y su aversión a la exposición pública, pero más parece que su creatividad se moldee en lo taciturno que en lo retórico. Al fin y al cabo, sus maestros fueron Godard y Ozu, Kerouac y Burroughs. Comparte esta severa bonhomía con Marc Ribot, presente en ‘Garden of Glass Flowers’ e ‘Il Deserto Rosso’, temas que brillan en un conjunto levemente atronador. “Conozco a Marc desde 1985, siempre me pareció un músico notable”, cuenta. “Vino al estudio e hizo varias tomas, muy distintas. En una, sacó las llaves de su coche y tocó la guitarra con ellas. Estuve en Chicago cuando acompañó musicalmente la película de Charlie Chaplin The Kid. Fue muy hermoso, con tantos matices, sofisticado pero emocionante y perfecto. Es un ser humano mágico. Toca la guitarra durante horas cada día y siempre encuentra cosas nuevas”.
Un método parecido al de SQÜRL, que llevan años tocando en vivo ante filmes de Man Ray. Jarmusch defiende que el arte debe ser impredecible. No teme los errores, aunque sean vergonzosos. A veces, esos accidentes devienen milagros, propongo. “Todo cineasta honesto te dirá que fue algo accidental”, concluye. “Otros no son sinceros y dicen que lo habían planeado. Es un misterio. En cambio, las cosas que no son lo que querías sabes bien por qué no funcionan. Ahí aprendes; es muy valioso”. Jarmusch, que siempre supo, y lo dejó por escrito, que “la autenticidad es incalculable, y la originalidad, inexistente”, anuncia al despedirse el próximo rodaje de un nuevo largometraje. ¿Quién le pondrá música?
SQÜRL
Sacred Bones Records
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